Cuando se anunció que la película de Baz Luhrmann sobre Elvis Presley y la de Sofia Coppola sobre Priscilla saldrían tan cercanas en el tiempo mucha gente pensó que competirían. O que habría comparación. Sin embargo, una es un espectacular retrato de la estrella más grande del mundo, ese hombre del que todo el mundo lo sabe todo y que a la vez nadie conoce. La otra, Priscilla, es una coming of age (protagonizada por Jacob Elordi y Cailee Spaeny) que habla de ese primer amor que un buen día te despierta de golpe con decepción, como si fuera un jarro de agua fría.

Después del visionado de la película, algunos periodistas experimentados comentaban que era mala y que recordaba a María Antonieta (2006). Sin embargo, el protagonizado por Kirsten Dunst hace casi dos décadas se ha convertido en un filme de culto, una referencia estética para toda una generación.

Fotograma de 'María Antonieta'.

Las fotografías de la última reina de Francia, caracterizada por Milena Canonero (que ganó el Oscar por sus diseños de vestuario) junto con Jean-Luc Russier y Desiree Corridoni (nominados por el maquillaje), forraban carpetas y colgaban en la puerta de millones de jóvenes.

Sofia Coppola es experta en reflejar la pérdida de inocencia

Nadie como Sofia Coppola refleja mejor ese paso de niña a mujer, o muestra la tristeza que conlleva la pérdida de inocencia. Lo hizo con Las vírgenes suicidas, que ha sido capaz de conectar con mujeres de todas las edades durante las últimas décadas, y lo vemos ahora en Priscilla. Los hombres de mediana edad siguen sin saber de lo que habla.

Priscilla se centra en todos esos aspectos que parecen formar a una mujer arquetípica, y como toda esa búsqueda de la feminidad es inútil a la hora de encontrar la felicidad. Un enfoque que también resulta efectivo en María Antonieta.

Cailee Spaeny y Jacob Elordi dan vida a Priscilla y Elvis Presley en la película de Sofia Coppola. | A24

Además, lo hace con el ojo estético que siempre ha caracterizado a la directora, pero en el mejor momento posible para hacerlo. Con las idas y venidas de la moda, Priscilla y su pelo cardado, el eyeliner y la ropa setentera, llegan en la ocasión perfecta: están ahora en plena tendencia.

Es una mezcla ideal entre la estética mob wife y, más aún, la moda coquette que, en pleno auge, arrasa en las redes sociales. Esta última es aquella que potencia los colores pastel, los lazos, los corazones y todo aquello que se ha asociado siempre a las mujeres y que, a la vez, se ha calificado como cursi.

El clima perfecto para disfrutar de la feminidad sin complejos

Este revival de la feminidad arquetípica viene de largo. Nunca se había alcanzado un punto como el que se vivió en 2023: la película más taquillera de la historia era hecha por mujeres y sobre ellas, Barbie. Rompió un cliché, el de que el contenido hecho por y para ese 51% de la población no funciona. Fue un hito conquistado después de que muchos otros proyectos abrieran ese camino que finalmente solidificaron Greta Gerwig y Margot Robbie.

Pero no solo eso: el artista más escuchado del año fue una mujer que escribe sus propias canciones y habla principalmente de la experiencia de ser mujer. Taylor Swift es la persona del año para Time y todavía tiene en 2024 la oportunidad de engrandecer aún más la leyenda, puesto que su gira continúa por Europa y Australia en los próximos meses.

Fotograma de Cailee Spaeny en 'Priscilla', de Sofia Coppola, con el característico peinado de Priscilla Presley. | A24

También en lo deportivo, en particular en España, ya que las chicas de la selección española de fútbol femenino se llevaron el Mundial. Ha sido una serie de éxitos que han demostrado que no hay una sola manera de ser o comportarse como una mujer.

No hace falta decir que Priscilla refleja solo una de esas versiones.

El amor idealizado no existe

Priscilla Presley, nacida como Priscilla Ann Beaulieu Wagner, en 1945 era una niña cuando conoció a Elvis. Para entonces, el cantante ya era la mayor estrella de Estados Unidos y de parte del mundo, y ella la hija de un militar que se sentía sola en Alemania. Ella misma lo contó en su libro, en el que se basa la película, y lo ha reiterado con este filme en el que participa como productora ejecutiva.

La trama de la película se centra especialmente en el desequilibrio de poder entre Priscilla y Elvis. Uno de los temas más criticados desde que se estrenara en festivales ha sido la diferencia de altura entre los protagonistas, Jacob Elordi y Cailee Spaeny. A pesar de que es una herramienta (una vez más) estética, para hacer referencia a esa desigualdad entre ellos. Él era "más grande que la vida", como dirían los anglosajones, y ella una don nadie que la familia, amigos y fans de Elvis despreciaban por irrelevante.

Cailee Spaeny se queda pequeñita a menudo ante un arrasador Elordi. Aunque no queda claro si es una decisión consciente o un resultado del gran carisma del actor. El australiano con ascendencia vasca consigue ofrecer un lado diferente de Elvis que, sin embargo, encaja perfectamente con la leyenda que se asocia al artista. Y sin que roce la imitación como le pasaba al de Austin Butler.

Un ejercicio de responsabilidad

Priscilla habla con crudeza de cómo los cambios de humor del cantante, inestable y adicto a las drogas, afectaban emocionalmente a una niña insegura que solo le tenía a él como referencia y apoyo. Una chica que se tiñó el pelo por consejo de Elvis, que vestía al gusto del artista y que estaba siempre disponible para él (por petición expresa). Habla de un hombre infiel y déspota que hacía luz de gas a su pareja e incluso llegaba a ponerse violento con ella.

Por su parte, Priscilla esperó recibir el amor idealizado con el que soñaba. Creyó que en algún momento conseguiría de vuelta todo lo que ella ofrecía hasta que, finalmente, se rindió. La película pone en práctica ese desenlace abruptamente, tan rápido como se debió producirse ese cambio de opinión de la protagonista.

Dejó de jugar la mano que le habían dado y cambió de mesa, de escenario, dando rienda suelta a quien quiso ser. "Tuve que hacerme responsable de mí misma", decía la verdadera Priscilla en una entrevista con Barbara Walters en los ochenta, en donde también explicó que se encontró a sí misma tras la ruptura.

La película termina con una significativa versión de Dolly Parton cantando Always on My Mind. Una canción que no había escrito Elvis, pero que siempre se dijo que interpretaba en honor a su relación con Priscilla. Una especie de carta de amor de la protagonista de la historia, que todavía a día de hoy forma parte de la administración de Graceland, donde quiere ser enterrada cuando le llegue la hora.