París, 1985. Vanessa Springora tiene 13 años cuando conoce a Gabriel Matzneff, de 50. En ese entonces, Matzneff es un reconocido escritor por obras como su diario Un Galop d'Enfer, en el que dice: "A veces tengo hasta cuatro chicos de 8 a 14 años en mi cama al mismo tiempo y les hago el amor de la manera más exquisita" o Mes Amours Décomposés, en el que se jacta de haber tenido sexo con innumerables menores.
Pese a su práctica abierta de la pederastia, no solo por los libros en los que plasmaba sus experiencias sino por entrevistas en televisión en las que hablaba de cómo buscaba niñas en las afueras de los colegios de París para ser su "iniciador sexual" al igual que un amigo de su padre fue el suyo cuando tenía 13 años; contó con el apoyo de nombres tan poderosos como François Mitterrand.
El presidente de la República Francesa entre 1981 y 1995 fue uno de sus mayores seguidores y protectores, pero también el diseñador Yves Saint Laurent y su ayudante Christophe Girard, quien dimitió de la cartera de Cultura del Ayuntamiento de París en 2020 ante las protestas feministas por su apoyo financiero a Matzneff. De hecho, el propio Girard fue acusado por haber forzado a tener relaciones sexuales a un menor en una veintena de ocasiones.
La impunidad del escritor tuvo un mutó en algo parecido al conato de un #MeToo en la industria editorial francesa en enero de 2020, cuando la anteriormente citada Vanessa Springora, harta de las cartas repletas de reproches que recibía del autor décadas después de terminar su relación con él; decide escribir su experiencia en El Consentimiento (Lumen), reabriendo el debate sobre la edad del consentimiento sexual en el país galo.
Este viernes 19 de abril llega a los cines El Consentimiento, la adaptación dirigida por Vanessa Filho de la novela homónima de Springora. "Sentí un dolor terrible leyendo el libro al darme cuenta de que ningún adulto protegió a una niña inexperimentada, incapaz de consentir una aventura como esta. La traición y el abuso de poder por parte del mundo de la cultura, cómo [Gabriel] utiliza su conocimiento y saber para destruir a otra persona… no aguanté esa inocencia violada, robada; ni la violación pública que llegó después a través de los libros. Cuando cerré El Consentimiento estaba enfadada, llena de ira, y esa ira que me invadió y me permeó me impuso el deseo de hacer la película", cuenta la cineasta a El Independiente entre carteles de Almodóvar en la librería especializada Ocho y Medio de Madrid.
Pregunta.- La película muestra que todos eran cómplices de la pederastia del autor. ¿Qué visión hay hoy de Gabriel Matzneff en Francia?
Respuesta.- Algunos han cambiado y se han dado cuenta, pero sigue teniendo muchísimos cómplices en la sombra. Las personas cercanas a él entonces que después le dieron la espalda fueron unas hipócritas, porque sabían lo que estaba ocurriendo y le dieron la espalda después. Tengo más confianza en las futuras generaciones que rechazan esa negación colectiva y esos comportamientos de violencia extrema.
P.- Kim Higelin ha conseguido el Premio a Mejor actriz en el festival de Tallín y una nominación por Mejor actriz revelación en los César. ¿Cómo llegó a ella?
R.- Buscábamos a una chica de al menos 16 años y recibí muchísimas cartas de jóvenes que habían leído el libro y se habían sentido fatal. Me hablaban del impacto que había causado en sus vidas y les había hecho entender lo que era el consentimiento, eso me envalentonó. Tuve suerte y encontré a Kim bastante rápido. Tras ver un vídeo supe que era ella, hablamos tres horas en un café y me fascinó por su madurez precoz, había entendido absolutamente todo, la complejidad de la historia y de las emociones humanas. También su compromiso y ganas de defender la historia y llevar ese combate a la pantalla. Hicimos una prueba y confirmé lo que ya sabía.
P.- Las escenas de sexo causaron un trend en la plataforma TikTok, donde muchos se grabaron antes y después de ver la película por el impacto. ¿Por qué las retrata con esa crudeza?
R.- Lo decido porque la sexualidad y la violencia son parte de la historia. Él era un depredador psicológico, literario y sexual, había que contarlo. Mi intención nunca fue mostrar por mostrar, sino conseguir que se sienta lo que sentía Vanessa, era importante mostrar al máximo posible la noción del consentimiento, la confusión entre amor y sexualidad. Él le dice que es amor, le hace creer que es un cuento de hadas y ella no ve la violencia hasta tiempo después, lo hace progresivamente. Empieza a decodificar y entender el poder que ese hombre tiene sobre ella. Trataba de no traicionar la verdad de mi protagonista.
"La ira me invadió al cerrar el libro y me impuso el deseo de hacer la película"
Vanessa Filho
P.- ¿Qué implicación ha tenido Vanessa Springora en la película?
R.- Le escribí una larga carta, nos conocimos, le expliqué mi proyecto e insistí en que era primordial ser fiel a su testimonio sin transformarlo en ficción, quería quedarme muy cerca de sus emociones y ser justa, sin caer en lo fácil e impúdico. Quise subrayar el personaje de la madre más que en el libro para que el espectador no entre en un juicio maniqueísta y entienda las grietas del personaje sin excusarla ni quitarle responsabilidad, pero entendiendo sus síntomas. Ella está perdida, se vuelve víctima del hombre [Gabriel Matzneff] a su pensar porque él también la manipula. Me dijo que sí y me lancé a escribir y documentarme. Tuvimos conversaciones muy intensas, me ayudó muchísimo en el guion, por eso le di un créditos. La película es muy violenta y a veces es insoportable, porque la historia lo es. Pero conocer a Vanessa ha sido magnífico.
P.- ¿Ha recibido testimonios de personas que se hayan reconocido como víctimas gracias a la película?
R.- Muchísimos. Con la promoción la idea era, una vez estrenada la película, recorrer las regiones con debates cada noche. Cada noche hubo víctimas en las salas que hablaron conmigo durante el coloquio o después, en privado. Me han contado abusos sexuales horribles e hicimos unas 35 ciudades. Otras víctimas me han escrito después.
P.- Esta es su segunda película, la primera fue Cara de ángel. ¿Cuáles han sido sus mayores influencias?
R.- Más que influencias he tenido choques sorprendentes. Recuerdo muy bien cuando decidí ser directora. Tenía 13 años y fui a ver Azul de Krzysztof Kieślowski. Al volver a casa estuve una semana llorando y escuchando el Requiem for my friend de Zbigniew Preisner. Le dije a mi madre que quería escribir historias sobre mujeres con destinos como ese. Me impactó la resiliencia de esa mujer. A partir de ahí nunca paré. Y el proceso fue muy largo y duro hasta que lo conseguí.
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