Entre la teoría y la práctica, el cine. O al menos así lo ve Jonás Trueba (Madrid, 1981) en Volveréis, filme con el que mereció el premio a Mejor película europea en la Quincena de realizadores de Cannes. Porque para qué sirven las películas sino para hacer que ocurran aquellas cosas que solo existen en nuestra imaginación. Qué puede haber más legítimo para un cineasta que jugar y moldear la realidad a su gusto para dar forma a las quimeras imposibles.
El director que se consagró con La virgen de agosto (2019) acaba de alcanzar un nuevo grado de madurez en su cine con una comedia antirromántica sobre el final del amor y la capacidad del cine para hacer realidad los disparates.
A partir de una de esas frases de sobremesa que quedan tan bien cuando se dicen: "Se deberían celebrar más las rupturas que las uniones", una pareja, formada por una directora de cine, Ale (Itsaso Arana), y un actor, Álex, (Vito Sanz), en pleno proceso de ruptura, tras 14 años de relación, decide pasar de la teoría a la acción celebrando una "fiesta de separación". "Como una boda, pero al revés", van explicando a todos los invitados a medida que la idea se va convirtiendo en realidad.
El realizador madrileño incluye en Volveréis las claves de todo un universo particular construido a través de su forma tan propia de entender el cine. El tiempo no corre, se pasea, y las conversaciones vertebran la mayor parte del discurso entre libros, películas y reflexiones, mientras la cámara persigue con vocación naturalista la cotidianeidad de sus protagonistas.
Madrid sigue siendo una especie de musa omnipresente, por mucho que ahora sobrevuele el problema de la vivienda, y el elenco, más que compañeros son familia, con las interpretaciones de sus inseparables Vito Sanz e Itsaso Arana (que también coescriben el guion) o Francesco Carril, y la aparición estelar de Fernando Trueba, precisamente como padre de Ale y creador de la tesis sobre celebrar las rupturas. Más que una ficción, el filme parece una reunión de amigos.
Por eso, para dejar claro que lo que estamos viendo en la pantalla sigue siendo producto de una ilusión, su autor se esfuerza en mostrar sus propias costuras, volviendo sobre aquel experimento meta con el que tonteó en Tenéis que venir a verla (2022). El juego de difuminar la diferencia entre la película y la película dentro de la película insiste en la idea de reflexionar sobre ella desde dentro, con la escenificación incluso de un debate sobre el ritmo, la estructura y el contenido de la misma.
Volveréis se construye sobre la repetición, recorriendo el camino en el que los no-enamorados tratan de convencer y tranquilizar, uno a uno, a amigos y familiares, y a ellos mismos, de lo romántico de su disparatada idea. La película, que empieza con alma de comedia ligera y absurda, se vuelve drama conforme el final que se han marcado para el amor se acerca. Al principio, ese 22 de septiembre marcado en el calendario es solo una fecha, y el proceso es como una especie de tregua en la que la razón precede a la emoción. Pero el verano se acaba y el final feliz que auguraban en inicio se nubla con la llegada de la amargura y la duda, dejando para el cierre un clímax con espacio para la esperanza que reconforta sin autocomplacencia.
El fin del amor y del verano, lo complicado de llevar la teoría a la práctica y la capacidad del cine para conseguirlo. La más made in Jonás Trueba de su filmografía con todo lo bueno que ello conlleva. Como ocurre con todo su cine, Volveréis es una película abierta a multitud de reflexiones, pero quizá sea la más redonda y madura en su finalización, por mucho que se exceda por momentos en el juego metacinematográfico.
Además, en clave familiar, no deja de ser un bello homenaje a su cine y a la figura de su padre, figura casi oracular sobre la que gira toda esa idea de convertir en realidad "las cosas que se dicen pero no se hacen". Un Fernando Trueba filmado desde el cariño de un hijo mientras imparte su lección sobre filosofía, cine y vida, y ese: "¿Qué va a hacer un padre si no dar bibliografía a sus hijos?", con el que define una relación paterno-filial en la que la mejor forma de decirse las cosas es a través de los libros y las películas.
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