Este año, los grandes premios del cine español cuentan con una "infiltrada" entre sus listas. Se trata de Fin de viaje, Sahara, el curioso caso de una cinta rodada en 1983, certificada por el ICAA como nueva película en 2023, y cuyo estreno en cines se espera para este 5 de octubre. El filme ya se ha presentado a las próximas ediciones de los Goya, los Feroz, los Forqué y los Platino para competir como una más entre los grandes del cine español.

La materia prima de la cinta se encuentra entre los 25.000 metros de negativo de descarte del rodaje realizado en 1983 que dio como resultado la película Sahara, estrenada en 1985. En su momento, esta se distribuyó a través de Warner, tuvo su recorrido a través de distintos festivales, se exportó a más de 25 países y tuvo el honor de ser la primera película española vendida a China. En 1992, su autor, Antonio R. Cabal, que no había quedado del todo contento con el resultado, decidió retirar la película del mercado. Nunca se digitalizó, tampoco se editó en DVD ni se distribuyó en plataformas, simplemente desapareció.

Negativo 35mm de la película Fin de Viaje, Sahara.

Sin embargo, en estos más de treinta años que lleva fuera del radar, Cabal se propuso darle una nueva vida remasterizando, restaurando, editando y reordenando el material original, tanto la imagen como el sonido, dando lugar a una nueva película titulada Fin de Viaje, Sahara. Este filme es una rara avis dentro del cine español, no ya tanto por su historia y la forma en la que se ha reinventado, sino porque se trata de una gran historia de aventuras, género que no suele abundar en nuestro cine. Además, es prácticamente la única en la filmografía de Antonio R. Cabal como director y guionista, que cierra de esta forma más que la creación de una película, el fin de una obsesión.

Más allá de su extraordinaria historia, Fin de Viaje, Sahara, es una película épico en su naturaleza y su contenido. Rodada en 1983 en una ruta por el Sáhara argelino, a través de 123 escenarios inéditos recorriendo kilómetros y kilómetros de tierra, roca y arena. Contada a través de los diarios del protagonista, la historia sigue las vivencias de dos jóvenes madrileños (Javier y Rafa) que, en el año 1973, se presentan en el desierto con su Land Rover dispuestos a cruzar 7.200 kilómetros de inerte desolación. Una aventura hacia lo desconocido que comienza como una crónica de viajes que, a medida que se adentra en el desierto, se va convirtiendo en una gran epopeya.

Los actores Enrique Simón (izquierda) y Antonio Junco (derecha) en una escena de la película Fin de Viaje, Sahara.

Javier (Antonio Junco) y Rafa (Enrique Simón) son dos chicos que, como tantos otros jóvenes europeos, se lanzaron entre los 70 y los 80 con sus coches y todoterrenos a las pistas transaharianas en busca de acción, una historia que contar, una experiencia inolvidable o incluso un sentido para sus vidas. Sin apenas preparación, cargados con la imprudencia y la osadía propias de la juventud, ponían a prueba su mal calculada inmortalidad encontrando en ocasiones un prematuro final del camino. Este fue precisamente el germen del rally más famoso del mundo, cuando en 1978, el piloto francés Thierry Sabine consideró la experiencia de perderse durante días en el desierto de Teneré, al norte de África, algo digno de ser reproducido en una competición internacional.

Mientras Javier, con una clara predisposición hacia lo trascendental, persigue imágenes con su cámara y registra el relato en sus diarios, Rafa es mucho más mundano e impulsivo en sus ambiciones y deseos. Ambos se complementan en su antagonismo pactado, compartiendo los arrebatos y roces de una pubertad tardía en proceso de madurez. En el camino se cruzan con un grupo de franceses al que se terminan uniendo y conocen así a la bella Florence (Maru Valdivielso), la tercera en discordia que termina por romper la equilibrada dualidad entre los dos protagonistas masculinos, haciendo aflorar entre ellos celos, amor y también auténtica fraternidad.

La actriz Maru Valdivieso en Fin de Viaje, Sahara.

En su largo recorrido hacia el oeste, este trío de aventureros vive todas las experiencias imaginables cuando uno piensa en cruzar el desierto. Quedarse sin agua o sin combustible, enfermar, perderse, ser asaltados por temibles piratas del desierto y a su vez socorridos por los hospitalarios Tuareg. El instinto de supervivencia y la necesidad de seguir siempre hacia delante marca el devenir de una película de aventuras enmarcada en un paraje mágicamente hipnótico.

"Un extraño sentimiento de libertad y soledad", escribe Javier mientras cruzan la belleza desoladora que esconden esos océanos de arena dorada. A su paso, dejan atrás vehículos abandonados por sus dueños, recordatorios de un peligro real pero invisible, el rastro de la devastación que va mermando su espíritu. Pero sin duda uno de los platos fuertes de la película es el encuentro con un pequeño poblado targuí, donde los Tuareg comparten su cultura y la historia adquiere una dimensión mágica gracias a la leyenda de una misteriosa niña princesa.

Negativo 35mm de la película Fin de Viaje, Sahara.

Por otro lado, esta road movie ochentera restaurada con técnicas modernas también funciona como una especie de cápsula del tiempo cinematográfica. Una película única que basa gran parte de su atractivo en la fotografía monumental del gran desierto donde los atardeceres son explosivos, las noches se convierten en oscuros telares estelados y los días se tiñen de rojo, ocre y dorado.

Antonio R. Cabal durante el rodaje de Fin de viaje, Sahara.

Si el metraje de la Sahara de 1985 rondaba los cien minutos, el de esta nueva cinta alcanza los 128, añadiendo más de una hora de nuevo material, incluyendo nuevas tramas que no estaban en la original y un final alternativo. Cuatro décadas después de ser filmada, aquella ópera prima desaparecida y enterrada por los años revive convirtiéndose en una película única en la historia de nuestro cine. Ahora que su estreno se acerca, con distribución en cines nacionales e internacionales, falta por ver qué acogida tiene esta vez entre el público y qué papel puede jugar como una suerte de "infiltrada" en los grandes premios del cine español.