De la novela al musical y de las tablas de Broadway a Hollywood, previo paso por los mejores teatros de todo el mundo. Desde que Gregory Maguire escribió Wicked: Memorias de una bruja mala (1995) la espiral de éxito a la que se han subido las brujas del mundo de Oz ha sido imparable. Una historia que ha vendido millones de libros, ha exportado su versión musical por todo el mundo y que ahora aspira a convertirse en todo un fenómeno cinematográfico con su adaptación a la gran pantalla.
En nuestro país, sin embargo, esta historia aún no se ha representado en ningún teatro y el primer acercamiento del público español, más allá de la novela, será precisamente a través de la película que protagonizan Ariana Grande y Cynthia Erivo. Pues habrá que esperar a otoño de 2025 para que el musical llegue a Madrid su primera representación en el Nuevo Teatro Alcalá.
Por eso, cabe preguntarse de dónde viene este fenómeno, cuál fue la inspiración de su autor antes de meterse a revisar un clásico y cuáles han sido sus consecuencias en la cultura popular.
'Wicked' y 'Mago de Oz', una revisión del clásico
El origen más evidente de Wicked se encuentra en la novela infantil El maravilloso mago de Oz de L. Frank Baum, publicada en 1900 y en la película de 1939 El mago de Oz, dirigida por Victor Fleming y protagonizada por Judy Garland que inmortalizó la historia de Dorothy Gale como una referencia de la cultura popular incuestionablemente grabada en la memoria colectiva de todo el mundo.
Maguire toma el mundo de Oz creado por Baum, con su geografía particular, sus habitantes fantásticos (como los Munchkins, los Winkies y los animales parlantes) y su sistema mágico, como base para su propia historia. La Ciudad Esmeralda, el camino de baldosas amarillas y otros elementos icónicos de Oz se mantienen, aunque Maguire los reinterpreta y les da un nuevo significado.
El autor de Wicked se sirve de todo este universo de fantasía para introducir tramas, relaciones y personajes más redondos y complejos, ampliando el significado del bien y el mal que en el cuento infantil está reducido a un conflicto maniqueo. A la Bruja Mala del Oeste, Maguire le da una historia, una identidad (Elphaba) y motivaciones que permiten al lector comprender su camino hacia la "maldad", desafiando la moralidad simplista de la historia original. Mientras, a la Bruja Buena la llama Glinda, es una privilegiada que aprende a empatizar con su "amiga malvada".
Por otro lado, el mago de Oz pasa de ser una figura misteriosa y poderosa en la obra original, a ser un gobernante autoritario y manipulador que utiliza su posición para oprimir a ciertos grupos, como los animales parlantes. Todo ello ocurre además como una especie de precuela del relato original en la que Dorothy aún no ha llegado a Oz.
La novela explora temas de identidad, rechazo social, poder y la lucha por la justicia social, ofreciendo una perspectiva alternativa a la historia tradicional de El Mago de Oz.
El 'caso James Bulger' y el origen del mal
"Cuando me mudé a Londres a principios de la década de 1990, me sentía bastante solo y aislado. Entonces ocurrió el terrible asesinato de James Bulger, y se descubrió que habían sido niños quienes lo mataron. Todo el mundo se preguntaba: ¿cómo podían ser esos chicos tan malvados? ¿Nacieron malvados o hubo circunstancias que los empujaron a actuar así? Eso me llevó de vuelta a la cuestión del mal que atormenta a cualquiera que haya sido criado en la fe católica" contó Gregory Maguire en una entrevista a The Guardian.
El escritor reconoce que el impacto que tuvo en él la brutalidad del 'caso James Bulger' fue crucial a la hora de escribir su novela. Ocurrido el 12 de febrero de 1993 en Liverpool, el asesinato de James Bugler conmocionó al mundo por lo insólito de sus circunstancias y la corta edad tanto de la víctima como de los asesinos. Dos conflictivos niños de diez años, Jon Venables y Robert Thompson, secuestraron, torturaron y mataron a James de tres, cuyo cuerpo apareció dos días después al lado de las vías del tren.
Thompson y Venables fueron acusados de asesinato el 20 de febrero de 1993 y declarados culpables el 24 de noviembre del mismo año, convirtiéndose en los asesinos convictos más jóvenes del siglo XX. Ante la imposibilidad para dar respuesta a un horror de tales magnitudes, Maguire se cuestionó si la maldad es innata o adquirida, si nacemos malos o nos volvemos malos a lo largo de nuestras vidas.
Wicked: Memorias de una bruja mala surge precisamente de su profundo interés por la naturaleza del mal. Su autor se pregunta si etiquetar a alguien como "malvado" podía convertirse en una profecía autocumplida, capaz de influir su destino y acciones. Gregory Maguire se fija para ello en la dicotomía que en la historia de Baum distingue a las brujas malas de las buenas como punto de partida para sumergirse en una búsqueda moral que fuese capaz de explicar el origen de la maldad. En Wicked, la línea entre el bien y el mal se difumina, mostrando que las acciones de los personajes pueden ser interpretadas de diferentes maneras dependiendo del punto de vista.
'Wicked' y la humanización de los villanos
El éxito de la novela y el musical Wicked han tenido un impacto significativo en la cultura popular, contribuyendo a una revalorización de los villanos y a un mayor interés por explorar sus motivaciones y complejidades. La biografía que Maguire le dio a Elphaba consiguió dar un relato alternativo a "la mala de la película". Su objetivo era humanizar a este personaje tradicionalmente villano, dándole una historia y motivaciones que permitieran al lector comprender su camino hacia la "maldad".
Esta forma de retratar a "los malos clásicos" y su éxito arrollador marcó un antes y un después en la cultura popular, convirtiéndose en un ejemplo que han seguido otras ficciones como Maléfica (2014) o Cruella (2021), e incluso algunas de culto como el Joker (2019), que le valió el Oscar a mejor actor a Joaquín Phoenix, o la trilogía precuela de Star Wars, que narra la transición de Anakin Skywalker en Darth Vader.
Una tendencia cada vez más asentada que recoge la tradición de clásicos de la literatura universal como Macbeth (Shakespeare), Crimen y castigo (Dostoievsky) o A sangre fría (Truman Capote), entre tantos otros. Un género que bebe directamente de la necesidad de profundizar en la humanidad del horror y estudiar las posibles influencias de las circunstancias sociales y personales de cada uno. Una búsqueda moral eternamente irresoluble que aún no ha conseguido dar con la clave de si es el hombre "un buen salvaje" o "un lobo para sí mismo".
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