El cine ha sido siempre una extensión de la comedia. Ya en 1895, los hermanos Lumière utilizaron el cinematógrafo, aquel armatoste con el que documentaban la vida durante esos años, para filmar la primera película argumental de la historia, El regador regado, en el que la burla y el enredo estaban aseguradas. Según evolucionó el cine, también lo hizo el subgénero de la comedia. Con su patoso andar y un bastón que parecía tener vida propia, Charles Chaplin causaba furor durante una época en la que las risas eran lo único que se escuchaba en las salas de cine. La screwball comedy, que puso a Katharine Hepburn y a Cary Grant a perseguir a un leopardo amaestrado en La Fiera de mi Niña durante el (todavía temprano) cine sonoro, dio paso al género cómico por antonomasia: la comedia romántica. El humor estuvo meciéndose en la cuna del romance hasta mediados de los años noventa, cuando la dulce camita fue sustituida de manera abrupta por un váter de dudosa calidad higiénica: el humor escatológico había llegado para quedarse.
El 16 de diciembre de 1994 los hermanos Peter y Bobby Farrelly estrenaron su ópera prima y la película llamada a inaugurar este nuevo subgénero cómico: Dos tontos muy tontos. En ella, dos amigos se embarcan en un viaje por carretera para devolver un maletín lleno de dinero que pensaban alguien había perdido por accidente, sin saber que en realidad se trata de un rescate. Montados en una furgoneta-perro (que nada tiene que envidiar a la Pussy Wagon de Tarantino), Lloyd (Jim Carrey) y Harry (Jeff Daniels) sorteaban los peligros de la sociedad americana a base de pedos y diarreas.
La película fue la más exitosa durante las navidades de ese mismo año y recaudó casi 250 millones de dólares en todo el mundo. Unos resultados que pusieron en marcha una maquinaria de comedia descerebrada en Hollywood que rendirá pingües beneficios durante la siguiente década. Y en 2014 se estrenó Dos tontos todavía más tontos, la secuela de la historia que intentaba ignorar la fallida precuela del 2003 (Dos tontos muy tontos: cuando Harry conoció a Lloyd). Si bien los hermanos Farrelly no estuvieron involucrados en la creación de la precuela, para la de 2014 sí que volvieron para ponerse a los mandos tanto del guion como de la dirección.
La comedia Farrelly
Harry y Lloyd son tontos, pero no saben que son tontos. Es esa estúpida inocencia lo que funciona en los personajes de comedia, y esa es precisamente la carta con la que jugaban los Farrelly. Una carta que han sabido mantener a lo largo de toda su obra conjunta.
Dos tontos muy tontos, Algo pasa con Mary, Yo, yo mismo e Irene... La comedia general de estos dos hermanos mantiene ese espíritu infantil que resulta tan embarazoso en las figuras adultas. Es una extravagancia hilada muy pérfidamente con una hebra de heces que provocan la risa en el espectador a la vez que se horroriza por aquello que le hace gracia.
Lo absurdo juega con lo escatológico en un tira y afloja por ver cuál de los dos ha de hacerse con el control de los chistes de la trama. Así, cuando parece que los Farrelly permiten a lo escatológico eclipsar por completo a aquel que le precede, y el personaje de Harry logra, en el último momento, huir al baño en una amalgama de gruñidos y gemidos tras inconscientemente beber una bebida llena de laxantes; el absurdo se hace presente: el inodoro está roto.
Al unísono todo en los hermanos es comedia pero, en solitario, la ficción es más tímida. Cuando Peter, el mayor de los hermanos Farrelly, se desligó de su camarada en 2018, la comedia se junto con el drama y nació Green Book, una historia sobre la situación racial estadounidense en los años 60 que se hizo con el Premio Oscar a Mejor Película. Pero no todo es rechazo por el pasado, pues estos hermanos siguen honrando al género y a la película que les catapultó a la fama.
¿Tres tontos muy tontos?
Recientemente, los hermanos han aunado fuerzas de nuevo para una película muy festiva y muy poco correcta: Dear Santa, en la que Jack Black encarna al mismísimo Satán haciendo de Santa Claus tras un niño confundir sus nombres en sus plegarias navideñas. Así, durante la promoción de la película, los directores han hablado de su ópera prima, revelando que tienen apuntadas "varias bromas" que funcionarían muy bien en una hipotética tercera entrega de la franquicia. "Ya hicimos una secuela para el 20 aniversario de Dos tontos muy tontos, y este año celebramos el 30 aniversario. Así que, quizá en 10 años...", dejaba caer Bobby Farrelly al medio estadounidense Variety.
La precuela del 2003 que Hollywood no hace más que intentar borrar de la mente de aquellos que la vieron demostró lo que ya se sabía: sin Jeff Daniels ni Jim Carrey no existen Harry y Lloyd. En 1994, Carrey acababa de saltar al estrellato Con Ace Ventura y La máscara, y buena parte del presupuesto de Dos tontos muy tontos –17 millones de dólares– se fue en su sueldo –siete millones–. Y aunque todavía es pronto para confirmar una tercera entrega, Daniels no ha dudado en afirmar que "si Jim Carrey y los hermanos Farrelly quieren hacer otra, estoy dentro".
De momento, sólo queda imaginar qué ha sido de la vida de Harry y Lloyd durante estos años, tras conocer en la secuela que el primero de ellos había sido padre. ¿Serán ya los miembros de este esperpéntico dúo abuelos? Si es así, que Dios nos pille confesados.
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