El director de fotografía, restaurador e investigador de cine Juan Mariné ha fallecido este lunes en Madrid, a los 104 años de edad, tal y como lo ha anunciado esta mañana la Academia de Cine en un comunicado. Mariné, primer director de fotografía que ingresó en la Academia, recibió el año pasado el Goya de Honor, un premio honorífico a toda su trayectoria y aportes a la historia del cine español.

La Junta Directiva de la Academia de Cine decidió otorgarle este premio "por su entera dedicación al cine durante más de 80 años de trayectoria que transitan por la historia del cine español, por sus esfuerzos en el trabajo de la conservación y la restauración fílmica, y por representar vivamente, a través de su oficio, la importancia de la luz en la historia" del cine.

Mariné se adentró en el mundo del cine a la edad de 13 años cuando, sigiloso, llegó al rodaje de El octavo mandamiento para entregar unas cámaras nuevas procedentes de Francia que sólo él sabía cómo hacer funcionar.

"Hoy nos despedimos de una figura clave en la historia del cine español. Además de inspirar a otros directores de fotografía con su trabajo como José Luis Alcaine o Rita Noriega, nos deja un legado enorme de cine. No solo por aquellas películas que realizó como director de fotografía, también por todas a las que dedicó su tiempo, paciencia e ingenio para que pudieran ser restauradas y no cayeran en el olvido. Mariné entendía la importancia de recuperar al máximo nuestro patrimonio cinematográfico y, gracias a eso, las personas podrán descubrir el cine del pasado y dejarse inspirar con él", subraya la institución.

Una vida de película

Nacido en Barcelona en 1920, Mariné, eterno enamorado del séptimo arte, no tardó en pedirle a su madre que le inscribiera en la escuela para aprender a leer los carteles de las películas mudas de Charles Chaplin que tanto le habían fascinado. Tenía cuatro años.

El cineclub de Arenys del Mar se convirtió en su templo. Allí, el proyector solía estropearse con regularidad y Mariné, ya adolescente, acudía con frecuencia a arreglarlo, para poder seguir viendo aquellas películas que tanto le hacían disfrutar. Fueron este ingenio y curiosidad los que, unidos a su amor por el cine, le permitieron, un año más tarde, poner a funcionar esas novedosas cámaras implementadas en El octavo mandamiento.

La Academia recalca ahora que "hablar de Mariné es hablar de la historia del cine, pero también de la historia de España". Afiliado al sindicato CNT, grabó el entierro de Buenaventura Durruti en 1936; fue fotógrafo de guerra de Enrique Líster; estuvo internado en los campos de concentración de Francia y en el campo de prisioneros de La Rinconada en Sevilla; y fue fotógrafo del Estado Mayor de Cataluña. El cine, sin embargo, jamás abandonó su latente corazón.

Su debut como director de fotografía llegó en 1947, en la película Cuatro mujeres, de Antonio del Amo. Fue la primera de las 150 cintas en las que participó, hasta su retiro en 1990. Trabajó con Pedro Lazaga, José María Forqué o Pedro Masó. Su nombre aparece en los créditos de las populares El crimen perfecto, de Fernando Fernán Gómez; María de la O, de Ramón Torrado; o El astronauta, de Javier Aguirre.

Su trabajo llamó la atención del cineasta americano Orson Welles, que llegó a invitarle a su casa para participar en unas conferencias en la Universidad de California. Mariné rechazó la invitación. Hollywood, con sus estrellas de usar y tirar siendo constantemente pisoteadas a lo largo de una ancha avenida, no le atraía.

Restaurando el olvido

Tras su última película en 1990 (La grieta, de Juan Piquer Simón), Mariné dedicó su vida a una carrera frente al olvido, con la importantísima labor de restauración de películas clásicas, logrando rescatar numerosos filmes españoles que ya se daban por perdidos. "Imposible es algo que se tarda un poco más en conseguir", era su máxima. "Vivo para mejorar el cine, lo llevo dentro", confesó en un homenaje que se le rindió en 2018 en el Instituto Cervantes.

Mariné destacó también como inventor de nuevas técnicas fotográficas, como el Formato Mariné, así como en la creación de artefactos con los que facilitar las tareas de restauración, como una copiadora óptica o una máquina de lavar negativos. Esta labor la realizaba, día a día, en la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM), en un sótano apartado que, a su vez, hacía de despacho. Los alumnos de la escuela apodaban a esta sala como el Sub-Mariné.

Sin Mariné, el cine español jamás habría gozado de la dicha y el respeto del que presume hoy en día. El cineasta fue reconocido con el Premio Nacional de Cinematografía, El Premio Nacional de Fotografía, la Medalla de Oro de la Academia, la Espiga de Honor de la Seminci de Valladolid, la Medalla de Oro de las Bellas Artes y el Premio de Investigación Juan de la Cierva, entre otros; y su figura ha sido homenajeada en muchas ocasiones.

Sus restos mortales serán velados en el Tanatorio de la M30 de Madrid este martes a partir de las 15 horas.