Hace justo 20 años, un cineasta español de origen chileno subía al escenario del Dolby Theatre de Los Ángeles para recibir un Oscar. Un mes antes, en Madrid, su película, Mar adentro, había hecho historia en la 19ª edición de los Premios Goya. Se había convertido en la película más galardonada de los premios españoles (14 de los 15 a los que estaba nominada). A día de hoy todavía puede fardar de semejante logro.
Alejandro Amenábar no era ningún desconocido. Con su debut, Tesis (1996), se consagró como el niño prodigio del cine español con apenas 24 años. Enseguida llegó la ambiciosa Abre los ojos (1997), adaptada después a mayor gloria de Tom Cruise (Vanilla Sky), y el debut en Hollywood con Los otros (2001), un terrorífico suspense para lucimiento de Nicole Kidman. La cuarta, Mar adentro, fue la película de su consagración, que puso de acuerdo a crítica y público y le valió el anhelado premio de la Academia que había perseguido en años anteriores con el aval de sus valedores norteamericanos.
Protagonizada por un Javier Bardem, miméticamente caracterizado como el enfermo terminal y activista por la eutanasia Ramón Sampedro, la de Mar adentro supuso la decimonovena nominación española a los Oscar y la cuarta película nacional en llevarse una estatuilla.
Hace 20 años, la historia de un exmarino que, tras quedar tetrapléjico, enfrentado a una vida postrado en la cama, lucha para lograr que la ley reconozca su derecho a morir, era trasgresora. Aunque curiosamente la triunfadora de aquella edición de los Oscar, Million Dollar Baby, también traía alguna pincelada sobre un tema tan sensible como la eutanasia.
La elección como presentadora del premio de Gwyneth Paltrow, una actriz muy vinculada a España desde su época de estudiante de intercambio en Talavera de la Reina, era el mejor presagio. Cuando subió al escenario a recoger la estatuilla, un emocionado Amenábar se lo dedicó a Ramón Sampedro, el hombre en torno al que orbita la película y que "a pesar de su deseo de muerte, desprendía mucha vida a su alrededor. Un tercio de este premio le pertenece, allá dónde esté". Su vida, al final, fue de película. Entre el público, Penélope Cruz y Antonio Banderas aplaudían a rabiar.
Un hombre por el derecho a una muerte digna
Era un marino gallego. Un día de temporal, Sampedro saltó al agua desde una roca en una playa de A Coruña. El accidente, casi mortal, le fracturó la séptima vértebra cervical, dejándolo tetrapléjico. Meses después asumiría la imposibilidad de "volver atrás", refugiándose en los cuidados de su familia, languideciendo en una cama en la casa de sus padres. Tenía veinticinco años. Otros veinticinco después iniciaría su lucha por morir dignamente: fue el primer ciudadano español que solicitó formalmente el suicidio asistido.
La eutanasia era un tabú, una ofensa moral que no tenía cabida casi ni como debate. Autoridades españolas y europeas vetaron su deseo. Por ello, Sampedro supo que tendría que hacerlo de manera clandestina. Once personas le ayudaron en su cometido: uno compraría el cianuro, otro lo analizaría, un tercero mediría la cantidad necesaria, el cuarto lo movería de sitio, el quinto lo recogería, el sexto prepararía la mezcla, el séptimo lo vertería en un vaso, el octavo colocaría una pajita, el noveno lo pondría a su alcance, el décimo recogería su carta de despedida y el undécimo lo grabaría. Murió el 12 de enero de 1998 y su muerte apareció en televisión dos meses más tarde.
La policía judicial detuvo a la persona más cercana a Sampedro, Ramona Maneiro, una vecina de la localidad a la que imputaron por posible delito de cooperación al suicidio. Sin embargo, fue puesta en libertad por falta de pruebas. Una vez prescrito el delito, Ramona admitió haberle facilitado el veneno y haber grabado el vídeo con las últimas palabras de Ramón. La familia del fallecido jamás se lo perdonó: ella era "una asesina".
La película que hizo historia
Mar adentro no fue la primera ficción en adaptar la historia de Sampedro a la pantalla: tres años antes se había estrenado Condenado a vivir, un telefilme protagonizado por Ernesto Chao. Sin embargo, Amenábar exprimió la historia del marino, condenando a las autoridades por no cumplir el deseo de un enfermo terminal de acabar con su vida conscientemente con el mayor de los respetos.
Amenábar puso sobre los hombros de Javier Bardem el peso dramático de la película. Su actuación fue tan brillante que muchos consideraron un robo que no estuviera nominada en los premios estadounidenses. Si lo estuvo la labor de maquillaje, que aspiró a la estatuilla dorada. Y es que Bardem estaba casi irreconocible. Alejado del sex symbol machirulo de Jamón, Jamón (1992), en Mar adentro está envejecido, calvo y con un ajustado jersey blanco que resalta su papada. Encogido en el cuerpo de aquel que no puede salir de la cama. Fue tal el trabajo de caracterización que el propio director se dedicó a difundir imágenes de la transformación del actor tres meses antes de su estreno. Quería que la gente se acostumbrara, sólo así prestarían atención a su actuación.
La película barrió en todas las categorías actorales de los Premios Goya, incluida la de una por entonces asociada a la televisión Belén Rueda, que se alzó con el premio a Mejor Actriz Revelación. Años más tarde recordaba que cuando la llamaron para confirmarle que había sido elegida para el papel, colgó el teléfono. Pensaba que la estaban vacilando. Bardem se alzó con el Goya a Mejor Actor y Lola Dueñas con el de Mejor Actriz por su interpretación de Rosa, basada en Ramona Maneiro.
Amenábar, cómo no, se fue a casa como el Mejor Director del cine español. Años antes ya se había hecho con el premio a la dirección novel por Tesis (1996), la cinta de terror que asusta a cualquier veinteañero: entregar un trabajo final en la Complu. Luego revolucionaría las clases de filosofía de los institutos españoles con Ágora (2009) y se acercaría a uno de los episodios más controvertidos de la Guerra Civil en Mientras dure la guerra (2020). Incluso dirigirá un vídeo de Nancys Rubias. Aquel Mar adentro sigue siendo el momento cumbre de su carrera. Y fue clave para introducir el debate de la eutanasia en la sociedad española. En marzo de 2021, una ley orgánica reguló su aplicación.
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