Gene Hackman era uno de los grandes. En la década de los 70, Hollywood podía fardar de tener a un buen actor alejado de los estereotipos: no era alto, pero tampoco bajito; no jugaba a ser un sex symbol y, sin embargo, tampoco era feo; no era un barrigón, pero tampoco estaba delgado in extremis... Era pacifista, un buenazo. Sin embargo, ante la cámara, Gene Hackman no vacilaba a la hora de interpretar a un pérfido alguacil sin escrúpulos, a un egocéntrico dandi millonario, a un miembro del Ku Klux Klan o a un serio policía pistola en mano. Fuera, aprovechaba cada entrevista para difundir su mensaje: "Debería haber algún tipo de control sobre cómo la gente adquiere armas y demás. Hay demasiadas por ahí".

El actor, ganador de dos premios Oscar (estuvo nominado en hasta cinco ocasiones), ha sido encontrado muerto junto a su mujer, Betsy Arakawa, esta madrugada en su casa en Santa Fe, Nuevo México. Él tenía 95 años, ella 64. Por el momento, las autoridades han confirmado que no sospechan que detrás de estas trágicas muertes haya un crimen premeditado.

Aquel de la vocación tardía

Cuando era joven, Hackman jamás pensó en ser actor, pero lo fue de todos modos. De hecho, cuando tenía 16 años, mintió sobre su edad para alistarse en los Marines. Lo dejó para vivir en Nueva York, estudiar periodismo, trabajar en la radio... Tocó todos los palos. Su vocación fue tardía: tenía 30 años cuando ingresó en la Pasadena Playhouse, una famosa escuela de interpretación en Los Ángeles. Durante su primer año allí, tanto Hackman como un compañero de clase fueron señalados como "aquellos con menos oportunidades para triunfar". El compi era Dustin Hoffman.

Un papelillo por aquí, otro por allá... A Hackman le vino Dios a ver cuando un amigo suyo lo recomendó para el papel del hermano del protagonista en una película romántico-agresiva que se estaba rodando en el suroeste de Estados Unidos. Cuando se estrenó Bonnie y Clyde (1967) todo el mundo se echó las manos a la cabeza. Era violenta, sangrienta y morbosa, suavizada con las notas de un alegre banjo que aportaba comicidad a las huidas de la dupla de gánsteres. Bonnie y Clyde retrataba la historia real de un país que al que no le gusta recordar que puede albergar la muerte. Fue nominada a 10 premios Oscar, entre ellos, el de Mejor Actor de Reparto para Gene Hackman. Chúpate esa, Pasadena Playhouse.

Tras esto, el teléfono no dejó de sonar. ¿Quién era Gene Hackman? ¿De dónde venía? ¿Hacia dónde se dirigía? El actor prefería mantener su vida personal justo ahí, en lo personal. Respuestas simples y sencillas, siempre sobre su trabajo. En 1970 volvió a estar nominado por su papel dramático en la cinta paterno-filial Nunca canté para mi padre, pero se lo llevaría dos años después, por su protagonista en French Connection. En esta última se enfundaría los trajes de policía para, pipa en mano, encarnar a un machista bebedor pero muy humano.

Trabajó para Francis Ford Coppola en La conversación (1974), junto a Al Pacino en El espantapájaros (1973), sería nominado, de nuevo, por Arde Mississippi (1988), había sido el primer Lex Luthor en las películas clásicas de Superman... Gene Hackman estaba hasta arriba de trabajo. Sin embargo, sabía cuándo y dónde poner límites.

El actor de un eterno "no"

Warner Bros tuvo que ir detrás de él para lograr que interpretara a la antítesis del icónico superhéroe de DC: a Hackman no le hacía especial gracia tener que raparse un bigotillo que tanto le había costado crecer y lucir un impoluto rostro en Superman (1978). Para convencerle, el director, Richard Donner, le prometió que, si él lo hacía, Donner lo haría también. Hackman cayó en la trampa, el de Donner era falso, de quita y pon. La ira inicial del actor fue apaciguada al darse cuenta de una absoluta certeza: no podía odiar al que se la había colado.

Gene Hackman en 'La Conversación' (1974)
Gene Hackman en 'La Conversación' (1974)

Su siguiente Oscar le vino en 1992, al dar vida al perverso alguacil convertido en vaquero Little Bill en Sin perdón, el wéstern crepuscular dirigido por Clint Eastwood. Hackman estaba cansado de tanta violencia, no quería ser partícipe de un producto que la ensalzaba y, frente a la oferta, sentenció su monosílabo favorito: "No". A Eastwood le costó convencerle, tuvo que asegurarle que la película "no va sobre el heroísmo de los pistoleros, sino sobre el lado ignominioso y oscuro del Salvaje Oeste. La brutalidad de esa época y ese lugar". Bueno, pensó, si era una peli-denuncia no estaría mal, pero hasta aquí. Y fue firme con esta decisión.

Rechazó el papel principal como Hannibal Lecter en El silencio de los corderos, la única película de terror en alzarse con el Oscar a Mejor Película. Quería enfocar sus últimos trabajos en películas que no fuesen tan gráficas en términos de violencia en la pantalla. Su carrera estaba manchada de sangre y quería hacer algo al respecto.

Sus noes eran tan conocidos como su carrera en Hollywood: había rechazado los protagonistas en Tiburón (1975), Encuentros en la tercera fase (1977) y En busca del arca perdida (1981). Había rechazado también trabajar con directores ultra-violentos como Sam Peckinpah, alegando que "la vida es demasiado corta como para malgastar dos meses" con el director. Pero, su último y profundo "no" fue en 2004: tras Bienvenido a Mooseport, dejaría la actuación. Y cumplió.

Había sido uno de los actores más populares del cine norteamericano, protagonizando dos películas al año en la década de los setenta y participando en hasta seis películas sólo en 2001; había interpretado el cargo de presidente de los Estados Unidos en hasta tres ocasiones, se había codeado con los grandes (de hecho, él mismo había sido "uno de los grandes")... Tenía 74 años y estaba cansado. Se advertía la fatiga en sus últimos trabajos: con Wes Anderson, para quien trabajó en Los Tenenbaums, no se entendía y con los directores de blockbusters, menos. Supo cuando parar. Se dedicó a escribir, publicar y descansar. En el televisor, de tanto en cuando, una de sus películas de fondo. Las armas de fuego serían de plástico.