Cuando en enero de este mismo año Demi Moore se alzó con el Globo de Oro a Mejor Actriz por su papel en La Sustancia, la intérprete de Ghost puso de manifiesto el desdén que siempre ha recibido por parte de la industria: "Hace treinta años, un productor me dijo que yo era una 'actriz de palomitas', y pensé que eso significaba que esto [ganar un premio] no era algo que se me permitiera tener. Que podía hacer películas que dieran mucho dinero, pero que jamás sería reconocida. Y me lo creí". Ahora, el productor debe estar tirándose de los pelos tras presenciar como este último año, la actriz está pasando por un renacer actoral y, pese a no haber ganado finalmente un Oscar que parecía llevar su nombre de antemano, goza del respeto de una industria que tanto ha tardado en validarla. Pero Moore no ha sido la primera, ni probablemente será la última.

Algo parecido le ha ocurrido al eterno vampiro adolescente del cine estadounidense, Robert Pattinson. Aquel cuyo rostro forraba las carpetas de miles de adolescentes hormonadas que veneraban Crepúsculo (2008) como si de una religión se tratase, protagoniza ahora Mickey 17, la película de ciencia ficción dirigida por el surcoreano Bong Joon-ho, director de Parásitos (2019).

De vampiro inmortal a obrero perpetuo

Pattinson lleva siendo objeto de deseo de Hollywood desde que, en 2017, protagonizara el filme Good Time, llevándose consigo la totalidad de los aplausos en el festival de Cannes de ese mismo año. Desde entonces, ha sido testigo de la locura de Robert Eggers en El Faro (2019), del conflicto espacio-temporal de Cristopher Nolan en Tenet (2020) o de la dualidad heroica-asesina de Matt Reeves y su The Batman (2022). Quién iba a decir que el actor que, en palabras de Manohla Dargis (principal crítica cinematográfica de The New York Times), "nunca fue tratado con amabilidad por aquellos críticos que no supieron ver más allá de su belleza" se codearía ahora con los más grandes.

La cinta de Joohn-ho pone al antiguo vampiro en primer plano. Una y otra vez. Pattinson encarna a Mickey Barnes, el prescindible empleado de una futura empresa espacial al que mandan a morir con cada misión para luego regenerar su cuerpo y mandarle de nuevo a enfrentarse a los peligros interplanetarios. Es, una vez más, una sátira política de humor absurdo sobre un explotado y un explotador. La marca del surcoreano está presente en Mickey 17.

Y, así, de Edward Cullen a Bella Swan. La coprotagonista (y exnovia) de Pattinson en Crepúsculo, Kristen Stewart, se llevó todas las malas reseñas del filme adolescente. Que si era muy tonta o que si estaba muy desorientada. Su actuación, simplemente, no convencía. Pero Stewart no desistió y, a día de hoy, puede fardar de ser una actriz nominada al Oscar por su papel como la princesa Diana de Gales en Spencer (2021). En 2015, el medio estadounidense The Washington Post titulaba con una certeza: "Es hora de admitir que Kristen Stewart es una buena actriz".

El romance como sinónimo de fracaso

Frente a este hecho asoma una tímida verdad: el romance es considerado un género inferior. Ya sea por la debilidad moral intrínseca a despojarse de cualquier acto individual para compartirlo con alguien, o por ser considerado una categoría "para chicas". No hay más que ver la cantidad de actores y actrices que empezaron en comedias románticas y arrastraron una etiqueta que prometía desprecio eterno hacia sus cualidades actorales. A Mark Ruffalo, nominado hasta en cuatro ocasiones a la estatuilla dorada de la Academia de Cine, le espetaron en mitad de una audición "¿Qué vas a hacer cuando te des cuenta de que nunca lo lograrás como actor?". Ruffalo, por aquel entonces, era la cara bonita por excelencia de las chick-flick de comienzos del 2000.

Heath Ledger "no llegaría a nada" tras protagonizar Diez razones para odiarte (1999), pero ganaría un Oscar póstumo en 2008 por su papel en El caballero oscuro; Matthew McConaughey sería siempre el guaperas de Kate Hudson y no lograría ningún éxito tras un comienzo romanticón y en películas de bajo presupuesto, pero estaría presente en todas las superproducciones de comienzos de la década del 2010 y ganaría una estatuilla en 2014; Sandra Bullock reventaría taquillas por sus comedias femeninas pero no sería tomada en serio hasta que en 2010 se alzó con el Oscar a Mejor Actriz por The Blind Side...

Chico latino te quiero... o simplemente deseo

Pero no todo es Hollywood. Por Ricardo Darín nadie habría dado un duro al verlo actuar en televisión como el eterno galán de telenovelas latinas que encarnaba en la década de los ochenta. Ahora es considerado uno de los mejores actores argentinos de la historia. Y, si en España valoramos a Antonio Banderas casi que desde sus inicios con Almodóvar, pero en Estados Unidos lo veían como un semental de sangre caliente, carne de peliculitas de acción pero poco más.

Así, las redenciones inesperadas saltan de la pantalla para llegar al mundo real. Lo que un día parece ser un encasillamiento en franquicias juveniles de dudosa calidad (y quizá de una aún más dudosa moralidad), al día siguiente puede celebrarse como una de las actuaciones del año. Lo cierto es que, al final, lo único que estos actores quieren es trabajar, y por ello la mayoría recuerda con cariño aquellos papeles que les abrieron la puerta a unos más grandes. Pattinson siempre ha renegado Crepúsculo pero, ahora, parece ser consciente de que, de no haber sido un vampiro que brillaba en la oscuridad, jamás habría podido decir que protagoniza una película de Bong Joon-ho. "Me encanta que la gente siga diciéndome: 'Crepúsculo arruinó el género de vampiros'. ¿A día de hoy sigues con esa mierda? ¿Cómo puedes estar triste por algo que pasó hace casi 20 años? Es una locura".