Érase una vez una familia. Un padre, una madre y dos hijas. Viven en Rusia, pero se han visto forzados a huir a Suecia tras el patriarca de la misma, que trabaja como docente en una escuela, ser atacado con un arma blanca por permitir y alentar el debate entre sus alumnos sobre unos textos que promueven el pluralismo, la democracia y la libertad de expresión. Para más inri, ha publicado un artículo sobre libros prohibidos en el país de Vladímir Putin. En Suecia esperan encontrar el asilo prometido, pero lo que encuentran es una distopía maquillada de realidad. Funcionarios robóticos que les despachan como ganado y les niegan sus derechos básicos. Es entonces cuando la más pequeña de las hijas cae en un coma profundo.
Este es el argumento de Vida en pausa, la nueva película del director griego Alexandros Avranas (Miss Violence, Crímenes oscuros) que trata, por primera vez en una ficción, el Síndrome de Resignación Infantil, que generó mucho desconcierto en los años 2000, cuando cientos de niños de familias procedentes de países en conflicto, especialmente en el bloque del Este, entraron en coma al serles denegados el asilo en los lugares de acogida. No fue hasta el año 2014 que la Agencia Sueca de Salud y Bienestar reconoció la posibilidad del diagnóstico de esta condición, que no es más que un mecanismo de autoprotección del infante ante situaciones de inseguridad.
Su director define la película en una conversación con El Independiente como "una especie de cuento de hadas moderno", en el que la única manera que tienen estas princesas de despertar es con la seguridad de poder optar a una vida digna. Pero, ¿cómo pueden los padres brindar esta estabilidad prometida cuando la realidad es de todo menos optimista? Vida en pausa se estrena en cines españoles el próximo viernes 4 de abril.
Cuando la esperanza se duerme
El Síndrome de la Resignación Infantil "parece ciencia ficción", asegura Avranas, pero nada más lejos de la realidad: en el año 2005, más de 400 niños habían caído en un letargo tras habérsele denegado la protección de asilo a sus familias en Suecia. Hubo un repunte años después, entre 2015 y 2016, cuando la Junta Nacional de Salud sueca notificó 169 casos nuevos. Fue entonces cuando se empezó a tomar constancia de la realidad de esta enfermedad. En la revista médica Acta Pædiatrica, el director de la unidad pediátrica del Hospital Universitario Karolinska (Estocolmo), Göran Bodegård, describió al paciente típico como "totalmente pasivo, inmóvil, falto de tono, retraído, mudo, incapaz de comer y beber, incontinente y sin reaccionar a los estímulos físicos o al dolor", que presenta un índice de recuperación total del 78% pero cuyas secuelas, amnesias retrógradas y cuadros ansiosos o depresivos, pueden durar toda la vida.
Por su parte, la especialista en Neurología, Suzanne O'Sullivan, alegó en 2021 para The Guardian que prefiere referirse al síndrome bajo el título de "enfermedad sociogénica masiva", al sugerir que se trata "de un trastorno social más que de un problema psicológico o biológico". Para O'Sullivan, hay momentos en los que los médicos están tan ocupados "analizando la mente de las personas que olvidan los factores sociales que provocan la enfermedad".
En vista de los conflictos recientes (la guerra entre Rusia y Ucrania o el conflicto israelí-palestino), se espera que los casos de este síndrome aumenten exponencialmente. La actriz Chulpan Khamatova (Good Bye, Lenin!) se pone en la piel de Natalia, la madre que, con resignación, ha de ver cómo su hija cae en un sueño profundo, sin poder hacer nada para impedirlo. Una mujer que, junto a su familia, es obligada a abandonar el país que le ha visto crecer, algo que la actriz ha vivido en sus propias carnes, tras verse forzada a vivir en el exilio por manifestarse públicamente en contra de la invasión rusa en Ucrania en 2022. Khamatova asegura que no ha tenido que "investigar para entender a este personaje", pues "lo llevo en la sangre, en mi ADN. Todas las pérdidas personales que he sufrido se reflejaron en mi interpretación de Natalia".
"Todos seremos refugiados algún día"
Alexandros Avranas se recuesta, cómodo, en un pequeño sofá del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Lleva cuatro horas respondiendo preguntas y teme que todavía le queda mucho para terminar. Sin embargo, es consciente del privilegio que tiene de estar en España promocionando Vida en pausa, tras conocer que en Grecia, su país de origen, no estrenarán la película (algo que ya ocurrió con su anterior filme, No me ames). "Dicen que no lo hacen porque 'no sucede en Grecia', pero no sé...", lamenta el director de Miss Violence (por la que ganó el León de Plata a 'Mejor Director' en el Festival de Venecia de 2013), mientras exhala el humo del cigarrillo electrónico que se está fumando. Huele a frutas.

PREGUNTA.- ¿Cómo describe Vida en pausa?
RESPUESTA.- Siento que es una especie de cuento de hadas moderno. Es como La bella durmiente pero con un desenlace no tan positivo. Eso sí, es profundamente honesta.
P.- ¿En qué momento descubre sobre el Síndrome de la Resignación Infantil y decide hacer una película sobre ello?
R.- Supe de ello por primera vez en 2018, a través de un artículo publicado en New Yorker. Cuando lo leí, no sabía si creerlo o no, parecía ciencia ficción, casi distópico. Me pareció una interesante alegoría de lo que es la sociedad hoy en día. En la película recreo este país modelo [Suecia] y los seres humanos que lo conforman, que no hacen otra cosa que no sea intentar convencernos de que son gente honrada y abierta. Entonces, te das cuenta de que esta gente de primera son, en realidad, de segunda.
P.- Pero incide en que entre ciudadanos ninguno es mejor que otro.
R.- Claro, lo que hay son personas, seres humanos. En cierto sentido podría considerarse un mensaje un poco anarquista, pero no con el significado clásico. Estas personas terminaron por encontrar el amor, la ternura, la esperanza y la humanidad fuera de un sistema que nos dice cómo debemos ser.
P.- Otras películas suyas, como Miss Violence, tratan también temas oscuros y complejos, pero en Vida en pausa, lo enfoca como si de una distopía se tratara. ¿Por qué?
R.- Mira, creo que todo lo que rodea a este síndrome es muy distópico. Quiero decir, vivimos en una sociedad en la que tecnología nos permite tenerlo todo, en la que estamos a punto de encontrar una cura para el cáncer y, sin embargo, hay síndromes (o enfermedades raras) como este que no tiene ni siquiera un medicamento. Lo único con lo que cuentas es con la esperanza de que algún día estos niños se despierten. Y eso es algo que sólo podrán hacer una vez que se sientan seguros. Plasmo este sentimiento distópico en todas las partes de la película, pero busco también un equilibrio. Al final, el mensaje de la película es que todos seremos refugiados algún día, y estaremos frente a estas personas pidiendo ayuda y apoyo.
P.- Hay un personaje, la instructora de emociones, que se asemeja a un robot. Un cíborg que presiona a los padres a ser felices en medio de toda esta tragedia.
R.- Sí, bueno, Vida en pausa es bastante oscura, pero también es honesta. No pretende mostrar nada que no sea cierto, todo sucede. El personaje de la instructora [interpretado por Alicia Eriksson (El triángulo de la tristeza, 2022)] es una licencia creativa que nos hemos tomado, porque no pudimos visitar mucho estas clínicas suecas debido a la pandemia de la Covid-19. Lo que sí es cierto es que, cuando estos niños caen en coma, no solo se pone a disposición de las familias un tubo de alimentación y una enfermera que compruebe el estado del menor cada 10 días, sino que también se envía a un psiquiatra para tratar de apoyar a los padres. El personaje es también una manera de mostrar que en el país no todo es maldad o locura, a veces es correcto. Estas personas se han olvidado lo que significa ser padres. Se han olvidado de sonreír, de reír, de formar parte de la vida misma. Vivir dos años en un limbo incierto esperando a que tu vida vuelva a empezar puede hacer que olvides todo. Son escenas en las que no sabes si reír o llorar, porque desde ambos lados es aterrador.
P.- Y, aun así, Vida en pausa muestra un mundo frío, mercantilizado y cada vez más deshumanizado.
R.- (Risas). Hablábamos antes de Miss Violence, una alegoría de cómo es el sistema político en Grecia. En ella, la familia era el sistema; pero en Vida en pausa es la familia la que se tiene que enfrentar al sistema. Es más tierna, no juzga tanto. Mientras que en la primera pensaba en tabúes y jugaba con la mente del público, en esta prefiero mostrarlo todo sin tapujos y que el espectador decida si estos personajes merecen pasar por todo lo que están pasando. Para mí, lo más importante del cine es ese acercamiento con el público.

P.- ¿Cómo cree que las políticas migratorias europeas, cada vez más restrictivas, afectan a los refugiados y a su bienestar psicológico?
R.- [Estas políticas] no son más que un intento de poner a estas personas al margen de la sociedad. Hay un libro fantástico, Masa y poder, del Nobel de Literatura Elias Canetti, que explica cómo funciona el poder y cómo se maneja a las masas. En él, Canetti explica que, en occidente, construimos los cementerios lo más lejos posible de las ciudades, porque no queremos que se nos recuerde constantemente que vamos a morir. Siento que estas políticas migratorias europeas son algo parecido: cuando sentimos que algo nos molesta, lo mandamos a otro sitio, y cuanto más lejos esté, mejor. Aun así, no podemos culparlas, porque el número de refugiados es interminable. Sin embargo, no debemos olvidar que no es que estas personas se quieran ir de sus países, sino que tienen que hacerlo. Es una cuestión de vida o muerte. Estas políticas los hacen parecer unos villanos que debieran estar en prisión, alejados de la sociedad.
P.- ¿Cree que hay cierta nota xenófoba en estas medidas?
R.- La Iglesia Católica está siempre detrás de todos estos países europeos, propagando el miedo por volvernos musulmanes, y controlando a cuántos musulmanes se les permite entrar en cada país. Hablamos de terrorismo, pero nos olvidamos de que las guerras que nosotros mismos creamos son las que hacen que estos terroristas se radicalicen. Encontrar la solución será como la incógnita del huevo y la gallina, ¿qué fue primero? Es también una pregunta que se hace la película: todo el mundo culpa a todo el mundo, pero ¿qué hay de nosotros?
P.- ¿Qué papel espera que tenga Vida en pausa como modelo de cambio?
R.- Espero que, con la película, se empiecen a considerar dos cosas: la primera es que todos podemos ser refugiados algún día, ya sea por el cambio climático, por razones económicas o por lo que sea; y, lo segundo, que hay que empezar a ver a estas personas. Ya no basta sólo con mirarlas. Ningún ser humano es ilegal en ningún sitio. Eso es algo súper extraño. ¿Qué significa, de todos modos, "ser ilegal"? ¿Qué hace a una persona ser “más legal” que otra? ¿Haber nacido en Suecia o en Alemania? No debemos olvidarnos de la humanidad, de la ternura, del amor. De eso trata la película.
Te puede interesar
Lo más visto
- 1 Madrid acoge más menores inmigrantes que Cataluña
- 2 El creador de Adolescencia, serie de Netflix, desmonta su mentira
- 3 Quién es Peter Navarro, el gurú arancelario de Trump
- 4 Avance de Valle Salvaje en Netflix y RTVE la próxima semana
- 5 La UCO confirma ante la jueza que el hermano de Sánchez se interesó por un piso de Airbnb en Badajoz antes de adjudicarse su plaza en la Diputación
- 6 Así logró la Policía acabar con un 'narcopoli' inserto en sus filas
- 7 El juez Hurtado dice que la filtración del correo del novio de Ayuso llegó a Moncloa "presumiblemente" desde Fiscalía
- 8 Últimas noticias de Política Internacional | El Independiente
- 9 La deuda podría llegar al 181% del PIB en 2070
Comentarios
Normas ›Para comentar necesitas registrarte a El Independiente. El registro es gratuito y te permitirá comentar en los artículos de El Independiente y recibir por email el boletin diario con las noticias más detacadas.
Regístrate para comentar Ya me he registrado