Fue un magnífico narrador. La clave se halla en su infancia. Chicho Ibáñez Serrador sufrió una extraña enfermedad bautizada como púrpura hemorrágica que le obligó a pasar la niñez refugiado entre libros mientras sus compañeros jugaban en el patio. La lectura hizo volar su imaginación, lo demás ya es Historia. El maestro de maestros ha muerto a los 83 años de edad.
Nacido en Montevideo en 1935, hijo de los actores Pepita Serrador y Narciso Ibáñez Menta, el pequeño Chicho creció entre cajas y bambalinas. Recuperado de la enfermedad infantil, con 16 años huyó a Egipto, se enroló un mercante turco con el que recorrió medio mundo haciendo realidad sus sueños pueriles. Hizo de todo, fue camarero, fotógrafo, contador de chistes en cabarets, vendedor de material pornográfico, incluso, llegó a ser contrabandista.
El espectáculo corría por su venas y al terminar aquella aventura por el mundo decidió volver al universo donde se crió. A los 17 años escribió su primera comedia, Aprobado en castidad, y con 19 dirigió junto a su madre la adaptación de El zoo de cristal, de Tennesse Williams. Parecía que su futuro estaba en el teatro, pero en la década de los 50 se topó con la televisión, un medio recién nacido que le atrapó para toda la vida.
En 1963 Chicho Ibáñez Serrador aterrizó en una novata Televisión Española. Sólo tenía 28 años, pero ya contaba con una larga experiencia en la televisión argentina. Llegó como un huracán, revolucionó las entrañas de la televisión y renovó el lenguaje audiovisual de aquella apocada, pudorosa y censurada televisión tardofranquista. Los directivos de la época, Adolfo Suárez y Juan José Rosón, confiaron en él para liderar la operación premios, aquella con la que TVE se dio a conocer en los festivales de televisión de toda Europa.
Admirador del humor negro y de la literatura de Edgar Allan Poe y Ray Bradbury; por no hablar de la fórmula de Alfred Hitchcock, Ibáñez Serrador se empeñó en demostrar que el género fantástico y de terror podía seducir al público. Historias para no dormir, cuyos guiones firmaba con el pseudónimo de Luis Peñafiel, fue su consagración en España. Ya lo había hecho en Argentina con Obras maestras del terror. Capítulos como El cumpleaños, La pesadilla o El televisor han envejecido con honor, tanto como El asfalto, un corto donde su propio padre moría sepultado y con el que ganó el premio Ninfa de Oro del Festival de Televisión de Montecarlo en 1967.
Historias para no dormir fue uno de los programas más populares de los años 60 y 70 y el antecesor de Mañana puede ser verdad, serie también basada en relatos de ciencia ficción codirigida con su padre Narciso Ibáñez Menta.
Tras el reconocimiento de sus éxitos y un Premio Ondas como Mejor Autor en 1969, Televisión Española le encargo el mítico Un, dos, tres, programa que permaneció en emisión durante tres décadas. A pesar del éxito y de la audiencia millonaria impensable en la televisión del siglo XXI, Chicho no abandonó el género fantástico. Compaginó el concurso con nuevas adaptaciones de relatos de terror para Televisión Española y Radio Nacional de España. Cruzó la línea para dirigir ¿Quién puede matar a un niño? (1976) y La residencia, una película claustrofóbica y de corte clásico que relata la historia de un asesino en una residencia de señoritas, una joya rodada en una época donde el cine de género casi no tenía presencia en las pantallas españolas.
El legado de Narciso Ibáñez Serrador marcó a generaciones de directores de cine como Alex de la Iglesia o Juan Antonio Bayona, entre otros. Además, fue reconocido con premios como el del Festival de Televisión de Montecarlo, el Festival de Buenos Aires, y con numerosos homenajes por su contribución al género.
Su última aparición en televisión fue 26 de septiembre de 2016 en Late Motiv. Andreu Buenafuente invitó al maestro para darle una sorpresa a Jota Bayona que se encontraba en el plató promocionando Un monstruo viene a verme. El autor de Lo imposible pensó que se trataba de algún actor, y alucinó cuando se dio cuenta de que se encontraba ante el verdadero Chicho. “¡Es el de verdad!”, le dijo a Buenafuente. “Además de haber sido un gran director, ha tenido la generosidad de educarnos viendo películas. Le debemos muchísimo a este hombre: Paco Plaza, Jaume Balagueró, Rodrigo Cortés, Juan Carlos Fresnadillo, Amenábar…”, exclamó citando a otros directores herederos de la audacia de Chicho Ibáñez Serrador en la dirección.
Como repasamos en este vídeo, Chicho llenó la tele de artefactos visuales que sólo se usaban en las películas –con permiso de los Estudio 1–, porque el Un, Dos, Tres… era una película semanal y una obra de 'music hall'. | Vídeo: M.V.
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