La vida de Amy Winehouse fue un constante intento de salir de los infiernos y parece que, por lo menos, lo consiguió una vez. Hubo dos personas que la conocieron mejor que nadie, cada uno en un estado de ánimo. Una cuando Amy era la estrella que quería vivir rápido, la otra cuando lo hacía bien y lento. Fueron sus dos Blake. Con el más conocido, Blake Fielder-Civil, se casó, se divorció, vivió en la más absoluta de las tristezas, se enganchó a las drogas duras y le amó locamente. El segundo, Blake Wood, fue quien mejor la quiso. Quien la amó sobria, relajada, feliz y el que se convirtió en protagonista de una de sus mejores etapas.
Hasta ahora habíamos visto a Winehouse sin habla en conciertos, fumando crack, tan delgada que parecía que la mantenía en pie el aire. Pero ahora, cuando se cumplen siete años de su muerte, la editorial Taschen recupera uno de sus momentos más desconocidos. Lo hace gracias a las fotografías de Blake "el bueno", como lo llamaron los tabloides británicos. Gracias a todas las imágenes que este inmortalizó cuando se fueron de viaje al Caribe, a Santa Lucía, cuando estuvieron en París o durante un concierto en Londres.
Fue en 2009, después del éxito de Black to black, su segundo y último disco. Ella decía que las palmeras la revivían y él la mantuvo sobria en una isla caribeña. Durante algunos días Blake la fotografío como nadie lo había hecho hasta el momento. En la playa, morena, el pelo suelto y rizado, con el rostro del que descansa porque tiene la conciencia tranquila. En las fotografías ella mira a la cámara con la seguridad del que se siente en confianza.
"Esta no es la típica historia trágica que termina con la muerte de la protagonista. Hubo momentos increíblemente brillantes en medio de todo el caos y eso es lo que veo en estas imágenes", asegura Wood, que mantuvo con ella una estrecha relación durante varios años, cuando él era un aspirante a director y ella una de las mayores estrellas de Reino Unido. Cómo indican desde Tachen, "esta colección de 85 fotografías en blanco y negro y color es el testimonio de ese tiempo e incluye momentos privados en Londres, París y Santa Lucía. Las imágenes desvelan una faceta relajada, poco conocida, de este icono musical tan añorado; un homenaje íntimo a Winehouse, tal como ella quería ser vista".
Amy murió a la edad a la que mueren los malditos. Con la misma juventud que Janis Joplin, Jimmy Hendrix o Jim Morrison. Tenía tan sólo 27 años cuando varias botellas de vodka acabaron con ella en su casa de Camden. Su historia, su breve historia, se ha contado durante estos siete años pero esta es una de las pocas veces que en la que las drogas, la depresión, el alcohol y la figura paterna se desvanecen y se muestra a la Amy que había detrás de la música y del producto.
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