El señor cuida de todos sus huesos”, dice el salmo que se escucha en la basílica del Valle de los Caídos. Es domingo 26 de agosto, medio millar de feligreses sigue la misa cantada de las 11:00 de la mañana. Han hecho cola para llegar a la basílica y asistir a la primera misa del primer domingo después de que el Consejo de Ministros decretara la exhumación de Francisco Franco, enterrado a espaldas del altar mayor, en simetría con la tumba de José Antonio Primo de Rivera, cuya lápida se encuentra delante.
“Veo que España no ha superado esa época”, asegura Koen Greven, corresponsal en España del diario holandés NRC Handelsblad. Está en el monumento intentando explicar a los holandeses la polémica sobre la exhumación. “Hoy es un día extraño, hay gente de Jaén, de Murcia, de Burgos, de Salamanca.. Unos vienen a ver historia y a tomar selfies con Franco y en su honor, hay una misa, prácticamente en su tumba, es una sensación difícil muy extraña y rara”.
El interés por Franco ha durado lo suficiente para que podamos escribir y leer juntas palabras selfie y Franco en la misma frase. Cuando ha concluido la misa de 11, los asistentes se han acercado despacio, pero directos, a la lápida con flores del autoproclamado generalísimo y han empezado a hacer lo que ha sorprendido a este corresponsal e indignado a algún asistente: selfies con la tumba de Franco. Selfies, fotos de familia y saludos fascistas con posado incluido, agradecimientos en voz alta al Caudillo y besos al frío granito con el nombre tallado del hombre que se sublevó contra la República en 1936 y gobernó el país a su criterio durante 40 años.
“Parece un circo”, dice disgustado Javier de la Guerra, de 60 años. “Me parece una falta de respeto, es un templo sagrado”, asegura este funcionario que considera un error la exhumación de Franco. “Esta gente quiere ganar ahora lo que no ganó en la guerra, lo quiere ganar ahora”, concluye.
“Muertos por Dios y por España”
“Santa Misa conventual cantada, 11:00”, dice el horario del templo. Una liturgia muy cuidada en ritos y lecturas. La homilía la ofrece el monje Antonio Maroto, con un palabras tan cuidadas como el rito. “El cielo es la meta a la que estamos todos destinados, buenos y malos, cizaña y trigo. Porque él murió por todos, dio la vida por todos y quiere la paz y la reconciliación”, dice el monje, que habla de Jesucristo.
“Dios acoge en esta basílica los restos de 54 beatos y mártires y de miles de compatriotas nuestros que dieron su vida por Dios y por España, independientemente de las ideas políticas personales. Todos están hermanados bajo la cruz y todos descansan en la paz que sólo Cristo proporciona. Estos son los sentimientos que de verdad nos deben llenar a todos de consuelo para el futuro y de concordia y serenidad de ánimo para el presente”, dice Maroto en otro momento de la homilía.
En las palabras dedicadas a los difuntos, un ruego: “Para que los caídos asociados a la muerte redentora de Cristo descansen eternamente y su recuerdo fomente la paz entre todos los españoles, roguemos al señor".
Parroquianos satisfechos
“Una homilía maravillosa y pacificadora, ha estado en su punto medio, un sermón para todos las ideologías. Ha estado en su perfecta medida”, asegura una mujer jubilada que no quiere decir su nombre pero no duda en defender el legado y la vida del dictador.
“Hemos venido a despedirnos de Franco, que ha sido el personaje principal de todo el siglo XX en España, quiero decir quién ha sido el segundo y no me sale más que Franco. Tuvimos cuarenta años de paz y de tranquilidad”. Es la opinión de una de las miles de personas que desde que se pusiera en el debate público la exhumación de Franco se ha acercado al Valle de los Caídos. Muchos aseguran que lo tenían previsto, pero la mayoría quiere visitar la tumba de Franco en el lugar que se enterró al dictador en 1975 antes de que deje de serlo.
Entre quienes se prestan a contestar a un periodista la mayoría está en contra de que se muevan los restos
Entre quienes se prestan a contestar a un periodista la mayoría está en contra de que se muevan los restos. Carla, que no se llama así, tiene 33 años, ha venido con unos amigos, pero no quiere dar su nombre real. Sus amigos la han convencido de que no lo haga, no explican el motivo. “Estamos a favor de la exhumación, pero hemos venido por una cuestión cultural, para ver el lugar. Cuando estuve en Moscú fui a ver la tumba de Lenin”, asegura. Hay quien no contesta a los periodistas, pero sus cruces gamadas y sus banderas preconstitucionales hablan por ellos.
Otros no están nada contentos con los periodistas españoles y nos lo manifiestan. “Seguid envenenando y mintiendo”, nos increpa un señor que acaba de explayarse un buen rato con Koen Greven. “Cuidado con lo que te dicen estos, seguro que son unos izquierdistas”, le previene el hombre al corresponsal holandés.
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