El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza acogerá, del 19 de febrero al 26 de mayo, una exposición monográfica con cerca de 45 obras del artista Balthasar Klossowski de Rola (1908-2001) conocido como Balthus, uno de los pintores del movimiento surrealista "más escandaloso" con un arte que ha ido arrastrando polémica por "la crudez de la representación del tema sexual" y su fijación por pintar a niñas en "posturas sugerentes".
La muestra está abierta al público actualmente en el Museo de la Fundación Beyeler en Basilea (Suiza) y alberga obras como Thérèse soñando (1938), el cuadro que hace un año fue acusado de apología a la pedofilia y que provocó una petición para retirarlo del Met de Nueva York. Precisamente, la modelo de este cuadro -y de otros muchos- era Thérèse Blanchard, la vecina del pintor, que con cerca de 11-12 años se convirtió en una de sus musas recurrentes y a la que pintó en diversas "posturas sugerentes".
Si estas obras no tuvieran contenido pseudoerótico igual no nos interesarían tanto"
Así lo ha explicado el comisario de la muestra, Juan Ángel López-Manzanares en un encuentro con la prensa en las salas de la citada Fundación Beyeler. "Hay cierta dualidad en su pintura. Si estas obras no tuvieran contenido pseudoerótico igual no nos interesarían tanto. Al mismo tiempo incorpora una técnica muy depurada", ha explicado.
Balthus nació en febrero de 1908 en París, hijo de un historiador alemán y polaco y de una artista alemana pero con raíces judías, tuvo que dejar Francia en 1914 como ciudadano alemán con motivo de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en 1916, se traslada a Suiza junto con su hermano y su madre. Su primera exposición monográfica fue en 1934 en París y supuso el punto de inflexión con el que se dio a conocer. Una muestra "impactante" en la que Balthus recreo el tema de la violencia y el sexo y que no dejó indiferente con cuadros como Lección de guitarra (1934) -que no estará incluido en esta exposición-.
Años después, en 1962, Balthus conoce a Setsuko Idets en un viaje a Japón, quien se convierte en su mujer y su modelo. En aquel momento él tenía 54 años y ella 20, y tuvieron a su única hija juntos, Harumi, en 1973. Fue en 1977 cuando se trasladaron al emblemático Grand Chalet en Rossinière (Alpes Suizos) donde continuará pintando hasta su muerte en 2001.
Setsuko y el Grand Chalet
Setsuko tiene a día de hoy 75 años, sigue viviendo en el Grand Chalet y recuerda cómo el pintor, cuando estaba hospitalizado y a punto de morir, pidió volver a su casa pasar los últimos minutos de su vida pintando.
"Yo entendí su petición, y le cuidé aquí. Su aire está aquí, y en este lugar es donde respiro la esencia de su ser", expresa Setsuko ante los medios mientras recorre con la mirada cada esquina de estudio del que fue su marido y que sigue "tal y como él lo dejó": su mítica butaca desde donde estudiaba sus obras, el cenicero con los restos de las colillas o los diferentes pigmentos que utilizaba bajo un gran ventanal desde donde entra la luz natural de los Alpes.
En mi cultura el sexo es algo maravilloso y aquí parece que es un problema"
Setsuko explica que la gran pasión de Balthus era no parar de trabajar y que "nunca se le podía molestar mientras estaba en ello". Tenía algunas manías. Balthus sólo pintaba a la luz del día, escuchaba a Mozart -pero sólo en la casa- y algunas veces cantaba a Don Giovanni cuando se dedicaba a pintar escenografías. En cuanto a la controversia generada en torno a sus cuadros, ella considera que el problema es "de la cultura cristiana". "En mi cultura el sexo es algo maravilloso y aquí parece que es un problema", expresa. En cualquier caso, para ella se trata de arte y "como tal hay que mirarlo".
Balthus se nutría de arte del Quattrocento y del Cinquecento y tenía cierta influencia de artistas españoles como Goya o Zurbarán. Fue capaz de desarrollar un estilo "independiente" aunque cercando al surrealismo. Según explica López Manzanares, se nutría de pintores del pasado pero introducía a su vez elementos de las vanguardias. Fue un artista "lento y paciente" que pintó cerca de 350 obras en toda su vida.
Así, este recorrido que visitará Madrid el próximo año ofrecerá cuadros como La partida de cartas (1948) o El passage du commerce (1952-1954) con los que recuerda escenarios de teatros y en los que los personajes aparecen estáticos ofreciendo la sensación de que "el tiempo se ha parado", según explica el comisario de la exposición de la Beyeler, Raphael Bouvier.
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