Su historia es la historia de un país. La de sus reyes, sus guerras, su sociedad y sus artistas. La de cómo Isabel II supuso un cambio, de cómo la Ilustración mejoró el acceso a la cultura e incluso de cómo la guerra nos dejó vacíos durante un tiempo. El Museo del Prado cumple 200 años. O empieza a cumplirlos el próximo 19 de noviembre. Y ha querido reflexionar sobre su vida. Lo hace con una exposición que podría ser decenas, El Museo del Prado. 1819-2919. Un lugar de memoria, que reúne 168 obras originales, 34 procedentes de distintas instituciones nacionales e internacionales, con la intención de contar qué ha ocurrido en él para saber mejor qué ha pasado en el país.
Desde 1819 hasta hoy, desde que bajo el reinado de Fernando VII se convirtió en el museo real, pasando por cómo hubo que trasladar sus obras a Valencia durante la guerra o por la importancia que tenía el lugar para los exiliados, hasta este aniversario en el que presume de ser unos de los mejores museos del mundo. Lo han querido contar todo, a modo de "diálogo entre el Museo y la sociedad", a través de ocho secciones que nos llevan desde la primera muestra hasta la última Ley de Patrimonio en 1985.
Cuando desde lejos se piensa en el Prado, no se representa nunca como un museo sino como una especie de patria"
"El Prado tiene un papel absolutamente central en la historia y en el imaginario de los españoles, sin él la cultura sería diferente", ha asegurado durante la presentación el director, Miguel Falomir, que acompañado de Javier Portús, comisario de la muestra y jefe de conservación de pintura española hasta 1700 del museo, ha contado cómo llevan un año y medio revolviendo la pinacoteca y sus cabezas para poder montar esta exposición.
Para ellos un viaje por la historia en el que las obras han tenido que realizar "un sobreesfuerzo". "Les hemos pedido que diesen más, que nos hablasen más y nuestra colección, junto con obras de otras instituciones, se ven de forma distinta", ha añadido Portús.
Porque gran parte de la importancia que Falomir y Portús dan a este museo es por la influencia que ha tenido en muchos grandes artistas. "Es el museo de los pintores", aseguran. Sobre todo de aquellos que se tuvieron que ir durante la dictadura y se sintieron algo huérfanos. Como dijo el pintor Ramón Gaya, en el exilio en 1953, "cuando desde lejos se piensa en el Prado, no se representa nunca como un museo sino como una especie de patria".
Apareció el llamado 'museo circulante' que acercó el Prado a numerosos lugares del país, muchos recónditos"
Y lo es desde 1868, cuando se nacionalizó la institución. "El paso de museo real a museo nacional se visualiza en esta exposición a través de la política de depósitos que se inició entonces. Cientos de obras propiedad del museo pasaron a ser custodiadas en numerosas instituciones oficiales. El Prado asentó así su condición de punta de referencia en el contexto de las instituciones culturales españolas", explican. También fue muy importante para delimitar el carácter del museo que en 1898 dejará de contar con pintura contemporánea y se convirtiera en una pinacoteca exclusivamente de antigua. Se limitó y consiguió expandirse.
Quizá, uno de sus momentos más bonitos, en el que más contacto tuvieron con la sociedad fue en los años posteriores, cuando el concepto de "patrimonio colectivo" se hizo un poco más real. "Apareció el llamado museo circulante que acercó el Prado a numerosos lugares del país, muchos recónditos, a través de las copias de algunas de sus obras señeras", recuerdan.
Pero al poco tiempo llegó su etapa más crítica, que también fue una de las peores de nuestro país, la Guerra Civil. Tuvieron que coger todas las obras y mandarlas a Valencia. Lo hicieron tan rápido que ni pensaron en las condiciones en las que iban a trasladar las obras. De Valencia, muchas de ellas pasaron a Ginebra donde en 1939 se juntaron en una exposición.
"Ha sido uno de los momentos más dramáticos del Prado y de los que mejor muestran hasta qué punto los destinos de la nación y los de su principal museo han ido de la mano", señalan. En la muestra del bicentenario se puede ver una de las bombas que cayó sobre el museo la noche del 6 de noviembre de 1936, también fotografías de cómo se lo encontraron al ser liberado Madrid.
Después llegó el franquismo y los exilios. Durante las décadas centrales del siglo XIX el Prado ya era uno de los lugares más importantes para la cultura occidental. Y, sobre todo, el lugar donde intelectuales, artistas y escritores reflexionaban. "Muchos artistas contemporáneos utilizaron obras del museo para enfrentarse a su propia tradición". Por eso, cuando estaban fueran el Prado se convirtió en una referencia para ellos. Sobre todo, la figura de Velázquez.
"Algunos de ellos se sintieron especialmente atraídos por Las meninas. Hamilton, Oteiz, Arikha, pensadores como Foucault e incluso Picasso, cuya famosa serie de 1957 está basada en el recuerdo personal que tenía de la obra". Por eso, parte de esta exposición incluye obras que reflejan la tremenda influencia del Prado en estos pintores. "Tenemos fotografías en las que se ven personajes importantes de la vida artística, intelectual, cultural y social de la época", explican.
Después, durante la transición y los años de democracia el Prado adquirió aun más relevancia. "El último capítulo de la exposición habla sobre el periodo tan singular y fuerte que han sido sus últimas décadas, en las que se ha producido un debate sobre la composición de sus colecciones", añaden. Ahora, toda su historia se puede ver, leer y sentir en la muestra que abre sus puertas este lunes y que pretende acercar, aun más, el Prado a la sociedad.
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