Lo contó el propio Pablo Picasso en 1945. Años antes, cuando los nazis ocuparon París, uno de sus generales fue a visitarle a su casa. El pintor era para ellos un artista degenerado. Un comunista, uno de los culpables de la desintegración cultural de Europa. Se paseó por su estudio y se apoyo en su mesa, había una fotografía del Guernica. "¿Esto lo has hecho tú?", le preguntó. "No, esto lo han hecho ustedes", le respondió el pintor.
La relación del arte con el nazismo es esencial para explicar lo que ocurrió durante aquellos años. No sólo asesinaron a sangre fría a millones de personas, también expropiaron casi medio millón de obras. Unas para colgarlas en las paredes de sus casas, a modo de trofeo, otras para retirarlas del mercado: no entraban dentro de sus ideales clásicos, de sus principios, de su ideología.
El documental Hitler vs Picasso, producido por A contracorriente films, que acaba de proyectarse en salas de cine y que volverá en diciembre a algunas ciudades, muestra la importancia que le daba Hitler, y todo su batallón, al arte. Dirigido por Claudio Poli y con el actor Toni Servillo como voz en off, reúnen un conjunto de historias que nos sitúan en una época y sobre todo nos cuentan cómo grandes coleccionistas judíos no vieron sólo cómo sus familias se demolían sino cómo sus bienes eran incautados para pasar a formar parte de la riqueza de Führer y su segundo de a bordo.
Querían coleccionar todo aquello que reflejaba el poder de los que lo tenían por sangre
El documental comienza en 1933, cuando el poder de Hitler empieza a ser desmesurado. Los nazis, con la nobleza alemana del siglo pasado como ejemplo, consideran que necesitan el arte como instrumento. No sólo propagandístico, sino de imagen. Se ponen a coleccionar pinturas relacionadas con la caza, la guerra, la imagen de la fertilidad. Todo aquello que reflejaba el poder de los que lo tenían por sangre.
Pero no se hacen con estas pinturas por sus recursos económicos. Aprovechan que envían a los judíos a los campos de concentración para invadir sus hogares y robarles sus obras de arte. Sería las familias Rothschild o la Rosenberg, las más afectadas, por ser los grandes coleccionistas judíos de la época.
Una de las partes más interesantes del documental es la que presenta al personaje de Hermann Wilhelm Göring, uno de los pesos fuertes del gobierno nazi y uno de los íntimos amigos de Hitler. Fue él el que inculcaría la importancia del arte para acceder a un cierto estatus. También fue él su gran amigo hasta que tuvieron que repartirse los cuadros. Cómo hemos comentado antes, el régimen estaba totalmente en contra del arte surrealista, del modernismo... por eso, cuando en 1937 comenzaron con sus exposiciones nacionales los únicos cuadros que entraron en sus salas eran los que reflejan la grandeza de la raza, la maternidad, el físico ario. El clasicismo como referente.
Se calcula que unas 400.000 obras fueras expropiadas. Más de 100.000 siguen en paradero desconocido
Entre los dos, o por orden de ellos dos, se comenzaron a requisar todo tipo de obras de arte. Las familias judías que eran coleccionistas o tenían galerías de arte fueron las primeras en ser investigadas. Muchas, dieron parte de sus cuadros a cambio de un visado sin saber que no habría visado y que se quedarían con todos ellos. En total se calcula que unas 400.000 obras fueron expropiadas. A día de hoy, más de 100.000 siguen en paradero desconocido. Las escondían en minas de sal, en refugios, se trataba de una colección de arte de un valor incalculable.
Estas obras tenían dueño, todas ellas, pero la mayoría acabaron en campos de concentración o refugiados en Estados Unidos sin poder llevarse consigo las pruebas de que estos les pertenecían. O por lo menos algunos. En el mejor de los casos se encontraron cuadernos a modo de inventario, fueron las familias que más suerte tuvieron ya que sus descendientes pudieron, gracias a ellos, recuperar algunas de sus pertenencias.
La casa de Gurlitt
Muchos de ellos, de los descendientes, se conforman con una pequeña compensación. A veces, incluso, daban por hecho que el visado que habían obtenido a cambio de sus obras era más que suficiente, había salvado la vida de sus padres o abuelos. Pero, comenzaron los juicios, las demandas. La venta de esos bienes se había visto coaccionada por el miedo y esas obras tenían que ser devueltas.
Los propietarios se encontraron con un gran problema. Muchas de ellas habían acabado en museos. "Las instituciones donde se encuentran estas obras de arte ponen muchas trabas. Ellas consideran que no hay mejor lugar para estas pinturas que los museos, pero no se dan cuenta de que ellos no solo son el hogar del arte sino de la civilización, y en nuestra civilización no se roba y esos bienes fueron robados", asegura una de las especialistas en el expolio nazi de este documental.
Pero algunos de ellos tuvieron más suerte, o por lo menos al final. En el año 2012 se descubre una de las colecciones de arte expropiadas más grandes a nivel particular. Se trataba de la de Gurlitt. La policía entró en su casa y se encontró con más de 1.200 obras que habían sido robadas a los judíos durante la contienda. Lo mejor del hallazgo fue descubrir que muchos de los cuadros que habían guardado con recelo pertenecían al "arte degenerado", eran de los artistas a los que habían desprestigiado.
Fue en ese momento cuando la familia Rosenberg recuperó su Matisse. Mujer sentada en una silla, valorado en más de 20 millones de euros. El descubrimiento de estas obras apareció en todos los periódicos. Si Gurlitt había conseguido mantenerlas durante tanto tiempo escondidas, otros podrían haber hecho lo mismo. Y, sobre todo, aunque Hitler odie a Picasso, a Kandinsky y a todos aquellos pintores que se salían de su amado clasicismo, muchas obras de ellos habían sido requisadas y ahora se descubría que seguramente no habían sido destruidas.
Los nazis no querían que el pueblo las viese pero ellos las colgaban de sus paredes. A día de hoy, todavía hay varios litigios abiertos. Familiares de aquellos que perdieron la vida en los campos de concentración y que todavía luchan por recuperar lo que les robaron.
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