C. Tangana siempre ha pensado en 'salir' de España. No está harto de nada, ni tiene pegas de la parroquia que le ha acompañado a la cima de la música urbana. En mayo, en una entrevista con El Mundo, deslizaba su intención: "Quiero que mi mercado crezca, única y exclusivamente, para poder trabajar mi música a nivel internacional. Para que me respeten en Los Ángeles y poder sentarme con los productores que a mí me gustan". En California le espera otro reto: una España, nebulosa y como de exilio autoimpuesto, que quiere florecer a 9.400 kilómetros de Madrid y del San Viator.
Su sorprendente actuación del miércoles en la gala de Operación Triunfo, donde apareció por sorpresa para estrenar un bolero junto al Niño de Elche, es parte de ese plan. Un veneno. Troleo, sí, pero algo más. Un pedacito de historia de la nueva emigración española. ¿Intrigado? Siga leyendo.
Tangana se subió al escenario con un whisky en la mano ante la mirada excitada de los triunfitos, a los que forman durante 15 horas diarias para que la industria consiga exprimir de ellos un cuarto del zumo que le da el ¿trapero? madrileño. Y se fue sin decir ni adiós, después de lanzarles un par de golpes: "Me pregunta la prensa: ¿Puchito, cuál es la maña, sin cantar ni afinar, pa' que me escuche toda España?". Lo hizo cantando y afinando, por cierto, sin autotune.
La canción había nacido en septiembre, cuando Tangana viajó a Los Ángeles para grabar Booty junto a Becky G. Dólares de dibujo animado en los ojos de los productores, y dólares de dibujo animado en los ojos de los artistas. No era el primer viaje a California del cantante en los últimos meses: lleva un tiempo obsesionado con la ciudad y cada vez que acude la comunidad de expatriados españoles le hace de anfitriona. Entre ellos Álvaro Santos, director de publicidad afincado en Los Ángeles que ha dirigido el videoclip del bolero, estrenado en YouTube al mismo tiempo que a Puchito le enfocaban las cámaras de Televisión Española. Casi un millón de reproducciones en 24 horas, sus guarismos habituales.
En aquel encuentro, Tangana compartió con Santos una oportunidad. Operación Triunfo le había vuelto a invitar al programa -el año anterior rechazó acudir- y ahora sí le apetecía. Pensaba en llevar algo sorprendente. Y escuchaba ideas porque había aceptado a ciegas, con apenas mes y medio para generar un producto. Sumó al proyecto al Niño de Elche y al productor Raúl Refree y entre los cuatro comenzaron a intercambiar letras, melodías y listas de reproducción. El tema estuvo listo alrededor del 10 de noviembre, poco antes de la gala de los Grammy Latino. Sería un bolero para alegría de Santos, fanático de la música cubana.
Tangana aceptó ir a OT cuando el bolero aún no existía. Surgió de la colaboración con El Niño de Elche y Álvaro Santos, un director madrileño que había conocido en Las Vegas un año antes
Tangana estaba tan satisfecho que sintió la necesidad de acompañar el lanzamiento con un videoclip. Santos movilizó a la colonia con la que se rodea en Hollywood (María Estrada, Inés Coca, Gonzalo Hergueta, Carlos Calvo, Mariano Schoendorff) y el producto estuvo listo en dos días. Localizaciones míticas: una suite del Chateau Marmont y El Floridita, el garito más auténtico de la escena cubana de Los Ángeles, compañera de viaje habitual para la minoritaria comunidad española.
Al macroevento de Las Vegas, el día 15, se fue ya con todo en orden. Había sido justo allí donde había conocido a Santos un año antes. Desde entonces, el director le había comido la oreja con la comunidad española que saca la cabeza en LA. Un puñado de millennials bien formados, que habían soltado amarras en España y recorrido medio mundo para meterse en el corazón de la industria. Que estaban triunfando, pero echaban de menos la tierra. Que vivían a lo americano pero quedaban para hacer paellas, alargaban la tarde, la empalmaban con la cena y después con lo que sigue. Un grupo numeroso se había mudado a West Hollywood, a una manzana de inspiración colonial española en la que los apartamentos llevan nombres como 'The Andalusia', 'El Colonial', 'Patio del Moro', 'El Greco' o 'Ronda Apartments'.
Un proyecto de barrio nacido del desarraigo
"Hablábamos entre borracheras de crear un Little Spain, igual que en la zona hay un Koreatown, un Little Armenia o un Little Etiopía", dice Santos en conversación con El Independiente. Delirios alcohólicos. "Algo etéreo, todo basado en la nostalgia hacia España que se siente cuando te vas fuera", confiesa él, que cuando se marchó de España se lanzó a las redes con un #SeVieneConmigo. Tenía nostalgia antes de hacer el check-in en Barajas.
Tangana planea asaltar definitivamente el mercado norteamericano: pero no desde Miami sino desde Los Ángeles, apoyándose en la comunidad española que le ha introducido en la ciudad
A Tangana, sin embargo, la idea de hacer patria en las antípodas no le pareció ninguna imbecilidad. Ni por feeling personal ni por negocio. El momento es ideal, justo cuando planea entrar definitivamente en el mercado norteamericano. Pero también esto debe hacerlo a su manera. Es decir: en lugar de aterrizar en Miami como el 100% de los artistas españoles -y latinos-, lo hará en Los Ángeles. Y por el camino ayudará a la comunidad que le ha acogido a dejar de soñar y empezar a vivir. Como si fueran coreanos. O armenios. O etíopes.
"Little Spain había sido un delirio hasta que llegó él. Pucho es de la gente que te empuja a hacer, porque lo ve todo con ojos muy nuevos. Le explicas algo y te dice: 'Hagámoslo'. Desde el principio la idea le pareció la hostia y dijo que había que hacer bandera", explica el director de su último videoclip.
La cinta, tras los créditos, termina precisamente con ese sello. LITTLE SPAIN, como un aviso: "Queríamos aprovechar todo esto para dejarlo entrever y que se vaya gestando. Él quiere ser el padrino". El propio videoclip está pensado como una presentación: "El madrileño que aterriza en Hollywood". Un chulo sin camiseta, a medio camino entre Usera e intro de Narcos. Continuará la saga: varios de sus próximos trabajos también están rodados en California.
La idea de un Little Spain, pese a la transgresión de Tangana, no es nueva en Estados Unidos. Ya existió en Nueva York en el siglo XIX, cuando la emigración gallega y asturiana se arremolinó -hasta 15.000 vecinos- en la Calle 14, entre Chelsea y el Lower Manhattan. La Gran Depresión dispersó a la diáspora, que mataba la pena bebiendo sidra, comiendo chorizo como un manjar y bailando en tablaos. De aquello, hoy sólo quedan en pie una iglesia -Nuestra Señora de Guadalupe-, una organización social -La Nacional- y el eco de alguna conversación en español castizo que desciende heroica por las escaleras exteriores de algún bloque de edificios.
La nueva vida de Russian Red
La moraleja de aquella intentona, interiorizada para cualquier español que viva lejos de casa, es bastante simple. Hay barrio donde hay bares. Y ruina donde no. Por eso Tangana puede ser la cara, pero sólo eso de momento. La música está bien, pero debe escucharse en algún sitio que no sea el salón o el patio de una casa unifamiliar, para evitar ese tono un poco como de reunión de tunos o fraternidad de poca monta.
Es en este punto de la historia donde emerge el nombre de otra artista que hace unos años decidió seguir siéndolo, pero cambiando de vida. Lourdes Hernández, Russian Red, debutó y triunfó en España como una niña de aspecto inocente, en voz y estética, que en las entrevistas, sin querer, se llegó a confesar más de derechas que de izquierdas. Harta del tema, carnaza para la prensa que aún se lo recuerda ocho años después -aquí un ejemplo-, se cansó de matizarlo. Hace tiempo que se mudó a Los Ángeles para cumplir un proyecto y un sueño de niñez. Con éxito: se enamoró -también de la ciudad-, se tiñó de rubia y evolucionó en estrella internacional. Hasta posaba con vestidos de noche dorados empuñando un AK47. Una noche, a mitad de concierto en Seattle, decidió que ya había tenido suficiente. Dejó de cantar, devolvió al público el dinero de sus entradas y se centró en ser ella.
Con más éxito todavía. Sigue en Los Ángeles y le va bien. Compró junto a su pareja una antigua iglesia reformada que ahora alquilan para eventos y bodas y con el dinero ahorrado se mudaron a una casa en Los Feliz, cerca de El Floridita y del barrio de Santos y compañía. Ella, artista, es el nexo de unión de otros muchos en la ciudad. Y en parte también de sus compatriotas, con los que organiza comidas en su deslumbrante negocio, un paraíso para las revistas de arquitectura e interiorismo que lo visitan cada poco tiempo. "Ella es un motor de todo esto", admite el director. Tanto, tanto, que después de tanto tiempo fuera de España está decidida a dar un paso de gigante para hacer patria: abrir un bar.
La emoción que ha generado en la comunidad se expresa así: "Esto es clave porque es pasar a lo físico en una ciudad muy dispersa". Una ciudad que no es ciudad: "Para ver a alguien o hacer cualquier plan dependes del coche, la vida social es muy planificada y no hay espacio para la improvisación". Salvo que haya un bar, se entiende.
Mientras el embrión coge forma -es decir, mientras Tangana se decide al traslado y Russian Red aprende a tirar cañas-, Little Spain sigue siendo de momento una red creativa, que aprovecha el legado colonial de su ciudad de acogida, ya sin Cristobal Colón en forma de estatua por decisión de un concejal revisionista, para mezclarlo con todos los tópicos culturales que se trajeron de España como caspa y ahora encumbran como arte nostálgico.
El legado
De ahí la vuelta a las esencias de los hijos de la emigración voluntaria. El flamenco de Rosalía -que también rodó en Los Ángeles su primer disco, titulado como la ciudad- o el bolero macarra de Tangana, que corre más riesgo de cruzarse con triunfitos en California -véase a Aitana- que en el propio plató de OT. "Todo lo hacemos tomando elementos de nuestra culturilla. Aprendes a valorar tu legado, las cosas que te parecían cutres cuando estás en España aquí las converges con este otro mundo en el que hay muchos menos estigmas creativos", explica Santos, comprometido con la causa.
A mediados de diciembre volverá a Madrid para presentar un proyecto concebido junto a Roger González (a.k.a. Rogelio), otro de los directores habituales de los videoclips de C.Tangana. González se ha inspirado en esas ideas de la nostalgia artística para parir un proyecto sobre las patrias que se construyen lejos de casa. Pretenden que sea un paso más en la construcción de esa Pequeña España que planean, con la figura de Puchito sobrevolandolo todo y la intención de que les apadrine una marca de sabor añejo.
De momento, el barrio español de Los Ángeles es una idea artística, que pronto será también un bar y después ya se verá. Tangana, cuando finalizaba el tema y veía a productores caribeños en la sala, de fiesta y alucinando con El Pescaílla, vio el potencial: "Esto es Little Spain".
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