No son simples edificios. Tampoco la plasmación de conceptos, estructuras o planos. La arquitectura no es mera construcción sino más bien la suma y la consecuencia de avances, evoluciones y revoluciones. Y ella, en sí misma, es el inicio de nuevos procesos, nuevos cambios y nuevas transformaciones. La arquitectura como receptora e impulsora de ‘efectos’ que cambiaron sociedades y generaciones. Ocurrió con el Museo Guggenheim de Bilbao, nacido de mentes innovadoras, herramientas pioneras y tecnología capaz de ir un paso más allá. El propio edificio de Frank Gehry se convirtió en el motor de un efecto transformador, el ‘efecto Bilbao’, generador a su vez de cambios sociales, económicos y urbanísticos incluso más allá de su entorno cercano. Ocurrió en 1997. Su estructura comenzó a tomar forma y se presentó en público un año después con su inauguración.
Aquel ‘efecto Bilbao', efecto Guggenheim, que se acababa de presentar al mundo demostró la capacidad de la arquitectura para absorber y expandir, su poder de transformación.
Aquel ‘efecto Bilbao', efecto Guggenheim, que se acababa de presentar al mundo demostró la capacidad de la arquitectura para absorber y expandir, su poder de transformación. Es lo que la propia pinacoteca bilbaína quiere ahora reivindicar, el valor de la arquitectura como motor de transformación social, económica y tecnológica. Lo hace en la muestra Architecture effects, que mañana inaugura y que permanecerá hasta el 28 de abril. En ella se reivindica y analiza el inicio de la era postdigital en la que el museo se ideó y construyó y cómo aquel inicio, dos décadas después, se puede tomar como referente e inspiración de la innovación y la tecnología que hoy nos define.
La muestra parte del año 1997, año de diseño y construcción del museo y que en realidad fue el punto de partida temporal para muchos de los avances que explican y justifican no sólo la arquitectura actual sino la sociedad de nuestro tiempo. Aquel año fue clave. Muchos hitos del mundo del siglo XXI tienen el origen de en aquel tiempo. La transformación biológica, con la oveja Dolly, también se produjo en 1997. Y el registro de Google como compañía, la primera exploración espacial con una nave posándose en Marte u otros muchos momentos sin los que no se explicaría el mundo de las finanzas, la medicina, la cultura o la música de nuestro tiempo.
¿Mera construcción?
La exposición parte de la idea de responder una pregunta. ¿Qué hace que la arquitectura sea más que mera construcción?”. Fue el Museo Guggenheim el que reavivó hace ya veinte años el interés popular por los “efectos” de la arquitectura. Lo hizo gracias a su innovador uso de las tecnologías digitales para un diseño novedoso, el Guggenheim se convirtió en un protagonista de cambios radicales en el valor social de la arquitectura, el arte contemporáneo y el storytelling.
‘Architecture Effects’ presenta el entorno contemporáneo como un intercambio entre lo material y lo virtual, entre lo antiguo y lo futurista, a través del hilo conductor de la arquitectura. Lo hace en tres espacios relacionados entre sí. El primero de ellos, ‘Airlock’ es la puerta de entrada a la exposición. Lo hace simulando una cúpula sobre la que pivotan todos los grandes hitos y avances que marcaron aquel año 1997 y que en gran medida condicionó el mundo 20 años más tarde.
el Museo Guggenheim fue un punto de inflexión para la arquitectura.
Ese año no sólo el Museo Guggenheim fue un punto de inflexión para la arquitectura. También se produjeron momentos esenciales en otros muchos campos que definirían el desarrollo en el campo tecnológico y cultural y que encontraron en el museo una representación a modo de icono global. Este primer espacio prepara al visitante para la “descompresión” y regresar al año 1997 para comprender la evolución hasta nuestros días.
Es un recorrido por la vertiginosa transformación digital vivida por el mundo en sólo dos décadas. Muestra de todo ello son las imágenes de la primera ocasión en la que la inteligencia artificial venció a un campeón del mundo de ajedrez, Gary Kasparov, o la clonación del primer mamífero, el primer robot que llegó a Marte o la publicación del primer libro de Harry Potter, o el frente científico con el nacimiento del Tamagochi. No faltan tampoco imágenes de la inauguración del Guggenheim.
Un 'jardín' y una 'burbuja'
Tras la descomprensión, el visitante se adentra en la segunda fase de la exposición, titulada ‘Jardín’, donde todas esas transformaciones interactúan. En una exposición dedicada a la arquitectura acostumbran a verse maquetas, planos y dibujos. Aquí no hay nada de eso. Las obras de algunos significados arquitectos de nuestros días son ejemplos de su “modo de pensar”. Lo hacen con obras a escala real y poniendo de relieve sus preocupaciones arquitectónicas más allá del espacio construido, identificable y estandarizado.
Entre las piezas que sobresalen, ‘El Otro’, de Frida Escobedo, que ofrece fragmentos de una fachada acristalada original de un edificio emblemático de la Ciudad de México en un intento por ofrecer una visión arqueológica de las historias urbanas de nuestro tiempo. Junto a ella aparece ‘Una tienda sin señal’, obra de la firma neoyorkina MOS. Se trata de la fusión de diferentes arquitecturas primitivas para crear un espacio para la “contemplación espiritual”. La pieza se presenta como una construcción nómada pero con un aspecto moderno y futurista. Confeccionada con fibras metálicas, la tienda se convierte en una ‘jaula de Faraday’ al convertir a los seres humanos que lo habitan en receptores de señales, a modo de insectos.
El tercer espacio lleva por título, ‘Burbuja’. En realidad es un espacio virtual, una app que da acceso a un amplio abanico de documentación y proyectos sobre las obras expuestas en la muestra. Una forma de profundizar en el contenido de la misma.
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