El Premio Nadal nació en 1944, el mismo año en que mi madre, la joven escritora Carmen Laforet, terminó su primera novela, Nada.
Yo no asistí al nacimiento del Premio Nadal porque llegué a la vida unos años más tarde, pero, incluso antes de tener uso de razón, el premio formó parte de mi vida. Recuerdo que en mi primera infancia me sentía muy orgullosa y presumía ante otros niños del Premio Nadal otorgado a mi madre, que yo entonces creía que era un premio a su condición de excelente nadadora. Una de las vivencias más gratas para mí en aquella época era la de nadar junto a mis hermanos detrás de nuestra madre en la Charca Verde de Arenas de San Pedro. Ella nos trasladó a todos, a edades muy tempranas, el gozo del agua y el placer de la natación y, por tanto, el Premio Nadal (no sé si entonces yo lo pronunciaba Nadar), solo podía referirse a esa habilidad.
el Premio Nadal ha estado presente en mi vida y la ha marcado de forma profunda
De una forma u otra, el Premio Nadal ha estado presente en mi vida y la ha marcado de forma profunda. La primera razón fue que mi madre llevó el manuscrito a un joven editor conocido de su amiga Linka Babecka (a quien dedica la novela). El editor, Manuel Cerezales, lee el libro y se entusiasma, pero no puede publicarlo en su pequeña editorial Pace, que solo se dedica a biografías de personajes históricos. La anima, sin embargo, a enviarla al concurso del Premio Nadal, que acaba de convocar Editorial Destino en su primera edición. Gracias a este intercambio se conocieron Manuel Cerezales y Carmen Laforet, y se casaron un año más tarde. De esta unión nacieron cinco hijos, entre los que soy la segunda.
No tengo recogidas frases de mi madre a la hora de recibir el premio, pero sé la revolución que supuso en su vida, y que afectó también a la de sus hijos, que con ella disfrutamos y sufrimos las consecuencias de la fama que le aportó. El premio otorgado a una mujer de veintitrés años, totalmente desconocida en el panorama literario, causó gran revuelo a nivel nacional e internacional. Carmen Laforet recibió el homenaje de escritores a los que ella admiraba mucho, algunos exiliados como Juan Ramón Jiménez, Ramón J. Sender o Francisco Ayala, ofreciendo su colaboración para la traducción y publicación de la novela en América, y otros, residentes en territorio nacional, como Azorín o Pío Baroja.
Este estreno clamoroso del Nadal ayudó, sin duda, a ambas partes. El premio adquirió con esta adjudicación gran prestigio, y la autora fue consagrada en el panorama nacional e internacional. La repercusión que tuvo animó a otras jóvenes con vocación y talento literario a decidirse a escribir y publicar. He recibido el testimonio directo de Carmen Martín Gaite y Ana María Matute, posteriormente ganadoras a su vez del Premio Nadal, y lo mismo manifestaron otras escritoras de esa generación y de la posterior que se sintieron estimuladas por la novela de Carmen Laforet y el reconocimiento que le otorgaba la concesión del Premio Nadal.
El gran orgullo que sentí a una edad temprana por el premio Nadar, concedido a una excelente nadadora, pronto lo trasladé al Premio Nadal concedido a una excelente escritora que también supo inculcarme el gozo de la lectura y el placer de la escritura.
Este texto de Cristina Cerezales Laforet, está extraído de El Premio Nadal en la literatura española. 1944-2019, de Germán Gullón (Destino)
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