No es la versión definitiva de la historia, porque la historia está lejos de haber terminado. Pero la película que estrena HBO sobre las tripas de la campaña del Brexit en plena cuenta atrás para la salida de Reino Unido de la UE tiene más de spoiler del futuro que de flashback. Es un retrato de la política que viene y cómo llegó sin que nos diéramos cuenta.
Brexit. La Guerra Incivil ayuda mejor que muchos telediarios a explicar, con las ventajas de que a la ficción sí que se le puede dar un sentido, cómo Reino Unido ha llegado a la situación de caos político y división visceral en la que se encuentra. Y la respuesta es más emocional que racional. Como la política de hoy. ¿Qué motivó a una mayoría de los británicos a votar a favor de un cambio radical e incierto para su país? La ira de mucha gente enfadada. Muy enfadada. Y la mayor audacia de la campaña a favor del Brexit fue saber aprovecharlo sin dejar que la realidad se interpusiera en su camino.
Brexit es una película histórica que tiene más de spoiler de futuro que de flashback, es un retrato de la política que viene
Benedict Cumberbatch solo accedió a participar en la película después de que le aseguraran que el relato no sería un simple alegato anti-Brexit. El actor que da vida al emblemático Sherlock de la BBC protagoniza ahora la historia de la campaña del Brexit en el papel de Dominic Cummings, el estratega de la campaña del Leave (pro Brexit). Un asesor político excéntrico y heterodoxo, poco conocido por los votantes, pero crucial para entender qué pasó en el referéndum. Aunque en 2016 el propio Cumberbatch se implicó en la campaña del Remain, y militó a favor de permanecer en la UE, el actor británico quería aspirar a cierta neutralidad.
La ficción escrita por James Graham se basa sobre todo, además de en entrevistas con políticos, lobistas y periodistas que vivieron los hechos de primera mano, en dos libros: Unleashing Demons: The Inside Story of Brexit, escrito por Craig Oliver (el que fuera spin doctor del ex primer ministro David Cameron y uno de los personajes centrales de la película que hace de antagonista de Cummings) y All Out War: The Full Story of How Brexit Sank Britain’s Political Class, de Tim Shipman, un periodista del Sunday Times.
La estupidez de las élites
Brexit no está narrada desde la condescendencia de quien se cree en el lado correcto de la historia, esa con la que a menudo escribimos los periódicos. Brexit no juzga por encima del hombro a esa mitad del país(el 51,9%) que votó Leave, sobre todo gente mayor y trabajadores de las zonas deprimidas con apenas estudios que jamás aspirarían a una beca Erasmus; ni se ensaña con su credulidad por creerse las promesas del Brexit que ya se han demostrado falsas (como que los británicos destinaban 350 millones de libras a la semana a la UE que tras el Brexit volverían a su sistema sanitario). La película no desprecia tanto las fake news y a quienes se las creen, como a quienes subestimaron su poder.
Brexit no es tanto una historia sobre lo que los británicos votaron en 2016 como sobre lo que nos espera. Ojalá fuera una distopía, pero es historia.
Brexit tiene más trasfondo de mea culpa de la elite liberal cosmopolita. Ahonda en cómo la política tradicional fue lo bastante ingenua, por no decir estúpida, para convocar un referéndum en el que la gran mayoría de los británicos no tenían idea de qué votaban exactamente y, encima, no darse cuenta de que las reglas habían cambiado. Había mucha gente harta del sistema a la que, por primera vez, era posible movilizar para que votaran gracias al insospechado poder del big data en las campañas a en redes sociales.
Por eso esta película histórica, escrita casi en tiempo real, tiene algo de futurista. Como si hubiera algo de Black Mirror en Brexit, resulta inquietante asomarse al potencial de las redes sociales para influir en la voluntad humana. El referéndum del Brexit, al fin y al cabo, fue el campo de pruebas de controvertidas tecnologías como la de la consultora Cambridge Analityca que luego utilizó Donald Trump en la campaña que lo llevó a la Casa Blanca y, un año después, cerraría tras meter en problemas al Facebook de Mark Zuckerberg al conocerse el escándalo. Y por más que nos estemos acostumbrando a hablar del poder del big data, seguimos sin conocer a fondo hasta qué punto esta tecnología está cambiando las reglas del juego de la democracia. Nos estamos acostumbrando a que los partidos políticos y los grupos de presión, igual que las empresas y anunciantes, puedan tener acceso a información detallada de los votantes/consumidores, con perfiles psicológicos de nuestros miedos y nuestros anhelos, conociéndonos mejor que si escucharan nuestras conversaciones telefónicas.
¿Hasta qué punto influyen las campañas que usan big data en redes sociales en lo que votamos? ¿Y en lo que pensamos? ¿Están los votantes preparados para diferenciar las noticias falsas de la información? ¿Están alimentando las redes el caldo de cultivo para los nuevos populismos? Todas esas preguntas están de algún modo contenidas en Brexit, que no es tanto una historia sobre lo que los británicos votaron en 2016 como sobre lo que nos espera. Ojalá fuera una distopía, pero es historia.
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