Todo empezó en Málaga, en la calle Tomás Heredia. Emilio Prados y Manuel Altolaguirre montaron allí una pequeña imprenta en 1925. "Con muy pocas máquinas, con muchos sillones, con más conversación que trabajo, casi siempre desinteresado, artístico", como la definió Prados años después, consiguieron en muy poco tiempo hacer historia. Sus primeros años se centraron en la revista Litoral, en sus 9 número (7 entregas ya que a Góngora le dedicaron un especial de 3 números) y en dar a conocer, con los pequeños libros que se entregan con la publicación, a jóvenes poetas y escritores del momento.
"Publican los libros por bondad. Con lo que ganaban de uno publicaban el siguiente, era un pacto entre amigos", asegura Eva Díaz, escritora y periodista cultural, y co-comisaria de una exposición sobre las revistas que aglutinaron a la Generación del 27 justo en el edificio donde ahora se encuentra la ya conocidísima Imprenta del Sur. La palabra pintada. Minervas de la vanguardia 1919-1929, que se podrá visitar hasta el 1 de marzo en el Centro Cultual María Victoria Atencia, reúne todas las publicaciones de aquella época, las que le dieron paso y además añade obra plástica y musical para contextualizar el comienzo de aquella generación. En total más de 200.
Empiezan con aquellas revistas pioneras, las publicaciones del ultraísmo que en España se pueden resumir con la revista Grecia. "De Isaac Del Vando y Adriano del Valle, fue una plataforma clave para mostrarlas las vanguardias salvajes que se cocían en Europa. Mostraron a Apollinaire, Marinetti, Tzara, Cocteau o Huidobro y publicaron el primer poema de Borges", asegura Díaz.
Su belleza tipográfica, su alma, sirvió de inspiración para todas las que vendrían después. También Juan Ramón Jiménez fue clave para llevar esa modernidad a revistas que él mismo impulsó y que servirían de escaparate para los del 27. Desde Ley a Sucesión o Unidad, y que marcarían "la estética de los años veinte y treinta".
Así, en otoño de 1926 aparece la revista Litoral. "Fundada por Prados y Altolaguirre se convierte en plataforma clave de la nueva estética. Lideró la revolución tipográfica mas moderna fruto de la experiencia de sus impresores y fue la que más se identificó con el homenaje a Góngora. Se trata de una única revista que sigue viva después de una etapa en el exilio que impulsaron los poetas del destierro".
También estaban Mediodía, que nace durante los preparativos e la Exposición Iberoamérica, y Gallo, la revista de Lorca, de la que sólo aparecieron dos números. "No tenían una gran tirada, era difícil mantenerlas por sus apuestas tan arriesgadas. Pero revolucionaron el ambiente artístico y supusieron el mejor escaparate para todos aquellos escritores, poetas, músicos y artistas que eran desconocidos".
Esa mezcla de poesía, pintura y música que se reflejaba en las revistas se muestra también en esta exposición. En la segunda planta las artes plásticas, los lienzos de los del 27 son los protagonistas. Maruja Mallo, Juan Gris, Salvador Dalí... todos aparecían en las páginas ilustrando poemas o siendo los creadores de las portadas. "La fiebre de las revistas coincide con la eclosión de la vanguardia que impregna las artes plásticas desde el neocubismo al surrealismo plasmado en movimientos como la Escuela de Vallecas o los nuevos aires que traen los pintores españoles de la Escuela de París", explica la comisaria.
De la misma manera que la música. El rescate, gracias a Federico García Lorca y Manuel de Falla, "del flamenco como fenómeno cultural incorporado a la nueva estética", la colaboración de este último para el especial de Litoral sobre Góngora con la partitura Soneto a Córdoba o "la nueva sensibilidad musical en torno al Grupo de los Ocho", son algunos de los temas que se tocan en La palabra pintada. Por entonces, tal y como recuerda Eva Díaz, “se empieza a bailar el jazz y el charlestón en una Andalucía aún costumbrista y pintoresca”.
También el cine y el teatro se ven influencias por todos estos movimientos. Todo influía en todo y nace un cine mudo poético, "un mundo reflejado en las revista con homenajes al cine cómico norteamericano -Keaton, Lloyd o Chaplin-, al cine surrealista y al cine ruso de la revolución". En el teatro, serían Salvador Dalí o Maruja Mallo los que sorprenderían con escenografías tremendamente sugerentes. Era el comienzo de sus carreras, el de un momento "luminoso para nuestra historia".
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