Se conocieron cuando ella lo había perdido todo y él estaba en lo más alto. Elizabeth Lee Miller llamó a la puerta parisina de Man Ray en 1929. Acababa de llegar de Nueva York donde, tras dos años como "la mujer más bella de Estados Unidos", su mundo había quebrado al protagonizar un anuncio de tampones. Él había conseguido gran parte de su fama en 1922 gracias a sus retratos para revistas de moda, su experimentación fotográfica y por haber inmortalizado a Marcel Proust a los pocos segundos de morir.
Pero Lee Miller no se puso en contacto con el surrelista para convertirse en una de sus musas, lo hizo porque quería ser su ayudante. Quería ser fotógrafa. Ray tenía como norma no trabajar con nadie pero no pudo oponerse a la estadounidense. Desde aquel día se hicieron inseparables, ella aprendía rápido y él decidió hacer un tándem: Miller se encargaría de las fotos y así él podía dedicar todo su tiempo a la pintura y la escultura.
Tres años después de su primer encuentro, ella le abandonaba. Se largaba del sitio donde habían inventado juntos la solorización, donde ella se había convertido en otra de las surrealistas, donde habían dormido abrazados cada noche y donde Ray se había enamorado.
Una de las últimas fotografías que le hizo, en 1932, es ahora parte de la muestra que la Fundación Canal dedica al artista y que a través de 107 obras recorre sus retratos, autorretratos, sus objetos de ensueño y su relación con Marcel Duchamp, el dadaísta que le dio el primer empujón. Man Ray, objetos de ensueño, cuenta la vida del hombre que elevó la fotografía al arte a través de sus amigos, de Lee Miller, de sus inventos, de Dalí, de Picasso, de París y de Nueva York.
De Radnitzky a Man
Se puede decir que Man Ray aparece cuando muere Emmanuel Radnitzky. El estadounidense se cambió de nombre y huyó el resto de su vida de su origen humilde, de sus padres sastres. También de la comodidad. Al terminar el colegio rechazó una beca para estudiar Aquitectura porque le iba a quitar tiempo para su pintura, disponiendo así su destino más al talento que a la racionalidad.
Aprendió en el Francisco Ferrer Center y durante su juventud acudió constantemente a la galería 291, del promotor de las vanguardias artísticas, Alfred Stieglitz. En 1913 presentó su primera obra abstracta, Tapestry, y también comenzó su trabajo como fotógrafo. En un momento en el que la cámara tenía una función documental, Ray buscó inmortalizar sus cuadros con cierta eficacia para poder venderlos.
Pero lo que empezó como algo instrumental, que le serviría para hacer ver su arte, se convirtió en un arte por sí mismo. Fue él el primero en experimentar con la fotografía y el que asumió está disciplina como artística. "Pinto lo que no puede ser fotografiado. Fotografío lo que no quiero pintar. Pinto lo invisible. Fotografío lo visible", aseguró. Aunque a medida que iba cogiendo técnica iba quitando realidad a las imágenes. En ellas fue capaz de mostrar su mundo cuando éste tan sólo estaba en su cabeza.
Quizá fue esa visión onírica, ese concepto abstracto el que le llevaría a obsesionarse con Marcel Duchamp, al que después de años de admiración conoció a finales de 1910. Juntos fundan la Society of Independen Artist y, en 1921, alegando que "el dadá no puede vivir en Nueva York", se largaron a París. La ciudad los acoge, sus artistas los veneran. Ray comienza a exponer con asiduidad, incluso en 1928 rodaría la película de L'Etolie de mer, basada en un poema de Robert Desnos e ilustraría Nadja de André Bretón. "Se convirtió en el fotógrafo predilecto de los surrealistas, ya que su sencillez gráfica era capaz de envolver con un halo de misterio las cosas más banales", aseguran desde la Fundación.
Y serían ellos, los surrealistas, los que más le respetarían. "El ojo existe en estado salvaje", aseguró Bretón sobre Ray, y Dalí igualó su fotografía a la "pura creación del espíritu". Ray había pasado del dadaísmo al surrealismo y lo reflejó no sólo en la técnica sino en la temática. Pablo Picasso, Dora Maar, André Breton, Mina Loy, Gertrude Stein, André Derain, Lee Miller, Jean Cocteau o Paul y Nus Éluard son parte de esta exposición que se podrá visitar hasta el 21 de abril. También él, con sus autorretratos. El más famoso, en el que aparece con su invito Emak Bakia, nombre vasco que significa Dejáme en paz y que también lo utilizó para titular una de sus películas, se encuentra en esta muestra.
Durante esa época parisina Lee Miller y después Adrienne Fidelin, Les Mystères du Chateau de Dés, los diez rayogrammes de Electricité, la exposición en la Julien Levy Gallery y en el Palais des Beauz Arts de Bruselas. Un verano en Cadaqués y el exilio de su país de acogida.
En 1940 tiene que volver a Estados Unidos. Los alemanes ya habían entrado en París y Ray era artista y judío. Se instalaría durante diez años en Hollywood. Allí fue protagonista de una boda doble, Max Ernst y él, se casaron a la vez con Dorothea Tanning y Juliet Browner, respectivamente. Fue con ella, con Juliet, con la que volvía a París en 1951 y de donde ya no se fue excepto para algún viaje excepcional. Durante 25 años se dedicó a realizar varias series (Mythologies modernes, Natural Paintings) y la muestra por los 50 años del arte Dadá.
Al cumplir 85 años, Roland Penrose, entonces marido de Lee Miller, Mario Amaya y él organizan una exposición homenaje a su figura en el New York Cultural Center. Man Ray Inventor, Painter, Poet; fue el título de la muestra, enseñando toda la figura. Por su cumpleaños, el mismo Andy Warhol le dedicó una serie de pinturas y fotografías. Era uno de sus referentes, era el referente de casi todos. Murió en París, un 18 de noviembre, "despreocupado, pero no indiferente", como dice en su epitafio del Cementerio de Montparnasse.
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