Hace unos meses saltaba la polémica. El aeropuerto internacional de Chile iba a cambiar de nombre, querían rendir homenaje a Pablo Neruda y quitárselo a Arturo Merino Benítez, un prestigioso militar. Pero en cuanto anunciaron el nombre, los chilenos, sobre todo las asociaciones feministas, gritaron el de Gabriela Mistral. Premio Nobel antes que Neruda, su maestra, bajo el foco por un posible lesbianismo, pedagoga, filantrópica... y mujer. Querían que el reconocimiento fuese para ella, para todas cuyos nombres habían perdido fuerza bajo el de un nombre. En un Chile cada vez más concienciado, con una ley de matrimonio homosexual bastante reciente, con las mujeres saliendo a las calles, Gabriela Mistral se convertía en un símbolo.
Este 7 de abril se cumplen 130 años de su nacimiento. Se llamaba Lucida Godoy Alcayaga y llevaba en sus venas sangre diaguita, de los habitantes originarios de Chile, y vasca. Su padre, un profesor, se largó de casa cuando ella tenía 3 años, su madre, Petronila, la trasladó a la localidad de Montegrande, donde fue educada por su hermana mayor.
Allí vivió seis años, allí es a donde volvía siempre y fue Montegrande la base de muchos de sus poemas, el lugar donde ahora descansa. También sería en aquella casa donde en uno de los libros antiguos que aún conservaba de su padre, encontraría unos versos escritos por él y que la llevarían a interesarse por la poesía. "Esos versos de mi padre, los primeros que leí, despertaron mi pasión poética", aseguraría años más tarde.
Esos versos de mi padre, los primeros que leí, despertaron mi pasión poética"
En aquella época es cuando toma conciencia de clase, conciencia de género y, sobre todo, intuye la importancia de la educación. En Montegrande unos se enseñaban a otros y así acabó Mistral como maestra en alguna que otra escuela. Comenzó en 1904, el mismo año que se publicó su primer artículo en el diario El Coquimbo, periódico donde por primera vez firmó como Gabriela Mistral con el poema Del pasado en 1908.
Estuvo impartiendo clases a niños pequeños hasta 1910, cuando consiguió el título de maestra, gracias a una convalidación "de conocimientos" y se fue a Traiguén, a su Liceo de niñas, a dar clases en secundaria. Esto supone un salto, más grande de lo esperado para una mujer educada sobre todo en casa. También duras críticas por parte de sus compañeros, que habían tenido que cursar el programa para poder acceder a ese puesto y veían ventajista la situación de la chilena.
Tardó en hacer amigos y puede que aquella soledad provocase que de aquella misma época daten sus primeros artículos abogando por la educación primaria obligatoria, criticando como los políticos se lavaban las manos y no legislaban a favor de los niños, dándole fuerte a lo preconcebido como correcto. También son de aquel año los poemas Tristeza y Rimas donde habla de una relación infructuosa con Romelio Ureta y de cómo este se había suicidado.
Fueron ese amor y esa pena sus compañeros durante años, y las temáticas que acogió, primero, para depurarse y que acabó explotándolas, como si se tratará de un poso que no podía ni quería quitarse. De esa rabia, de aquella angustia, nació el conjunto poemas, Sonetos de la muerte, por el que le concedieron el Premio Nacional de Poesía de Chile en 1914.
Sería en Araucanía donde conocería y daría clase a un joven Neftalí Reyes, al que hoy conocemos como Pablo Neruda
Fue un reconocimiento absoluto y temprano, apenas llevaba varios años publicando. Ella, con sangre del corazón de Chile, mujer, educadora, se hacía con el galardón más importante. Además, continuaba con su labor pedagógica, pasó por varias escuelas, dirigió alguna de ellas y en la localidad de Araucanía conoció y dio clase a un joven Neftalí Reyes, al que hoy conocemos como Pablo Neruda, y que nunca dejó de mencionar la gran influencia que aquella mujer había tenido en su obra. "Ella me hizo leer los primeros grandes nombres de la literatura rusa que tanta influencia tuvieron sobre mí", dijo tras su muerte.
Sistema educativo mexicano, Madrid y Premio Nobel
En 1922 José Vasconcelos, pensador,escritor y político mexicano, la llamó a filas. Quería que Mistral se trasladase a México y le ayudará con la reforma educativa. Así lo hizo, mientras escribía Lectura para mujeres y preparaba su antología Las mejores poesías, ambas obras se publicaron en 1923.
De México a Ginebra, como secretaria del Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones, de Ginebra a representar a Chile y Educador en el Congreso de la Federación internacional Universitaria de Madrid. Mistral como referente educativo a nivel internacional, como defensora de la enseñanza para todos los niños a la vez que escribía fuerte y segura desde su extrema timidez.
Luego llegaron los viajes. Su trabajo como cónsul que la devolvió a Madrid, y a viajar por Guatemala, Francia, Brasil, Estados Unidos, México e Italia. Quizá fue aquella estancia en nuestro país la que provocó en ella la necesidad de ayudar. En 1938, en plena Guerra Civil, escribe Tala, un libro para recaudar fondos para los niños españoles, para hacerles la vida algo más fácil.
Por una venturanza que me sobrepasa, soy en este momento la voz directa de los poetas de mi raza"
Siguió viajando, representado a su país por medio mundo, y cuando estaba en Brasil, en 1945, en la ciudad de Petrópolis, le llegó la llamada de su vida. Le concedían el Premio Nobel de Literatura. Se convertía en la segunda persona de todo latinoamericana en conseguirlo, en la primera mujer de aquel continente. "Por una venturanza que me sobrepasa, soy en este momento la voz directa de los poetas de mi raza y la indirecta de las muy nobles lenguas española y portuguesa. Ambas se alegran de haber sido invitadas al convivió de la vida nórdica, toda ella asistida por su folclore y su poesía milenarias", dijo durante su discurso.
La vida le sonreía como nunca, ahora cada palabra era medida y asumida con más notoriedad que nunca, su influencia en la educación, en la literatura, crecía en cada entrevista. Y apareció Doris Dana. Se trataba de una escritora estadounidense a la que agarró la mano en 1946 y a la que no volvió a soltar. Aunque la gente la llamaba "la secretaria de Mistral", se hablaba de algo más personal, de una pajera que se quería muchísimo y a la que le daba miedo el rechazo de los demás.
Incluso se llegó a decir que nunca vivieron en Chile porque los rumores empezaron a hacer daño a Mistral. Doris lo llevó mejor, cuentan. Además, hizo de su compañera su trabajo Dedicó todos los años que pasó con ella, la mayoría viviendo en Estados Unidos, a recoger cada una de sus frases, a guardar las cartas, a recopilar a Mistral. Hasta que el 10 de enero de 1967 el cuerpo le falló a la chilena, el cáncer de páncreas la estaba devorando y se apagó en el Hospital de Hempstead en Nueva York. A su lado, de la mano, Doris Dana, que desde ese momento se hizo cargo de su legado, de cuidarlo y que se llevó su posible secreto mutuo a la tumba.
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