Despertó tanta adoración como odio. Para muchos fue la mujer que cuidaba de los menos favorecidos. Para otros, representaba la hipocresía. De poco valía que construyese hospitales si los inauguraba con vestidos y joyas carísimas. Pese a esto, sus acciones provocaron que el pueblo le tomase cariño, la llamara 'Evita', y la consideraba uno de ellos.
Eva Duarte nació hace exactamente 100 años, el 7 de mayo de 1919 en Los Toldos. Pertenecía a una familia humilde, los Duarte, y siendo muy joven metió todas su pertenencias en una maleta y se fue a buscarse la vida como actriz a la gran ciudad de Buenos Aires.
El destino le hizo conocer a Juan Domingo Perón, en aquel momento coronel que manejaba la secretaria de Trabajo y previsión. Se enamoraron locamente durante un acto por las víctimas de un terremoto en San Juan y se casaron en 1945. Un año más tarde, él se convirtió en el presidente de Argentina, ella, con tan sólo 26 años, en la primera dama. Tan interesante es la historia de su vida como la de su muerte, o quizá esta segunda lo sea aún más.
Tardaron un año en embalsamar su cadáver, en 1955 lo secuestraron"
Cuando tenía 33 años un cáncer la fulminó. Tan joven, tan guapa, Perón casi enloquece y pidió a un médico español, el doctor Pedro Ara que le entregase a su mujer en perfecto estado para poder tenerla con él. Ara tardó más de un año en embalsamar el cadáver, en quitarse ese rictus de dolor que el tumor le había dejado en la cara. Su cuerpo se colocó en la segunda planta de la sede sindical. Era Evita, el símbolo, como había sido antes de que llegase la enfermedad.
Pero tan sólo un año más tarde, un golpe le quita el poder a Perón, que sale huyendo olvidándose el cuerpo de la que había sido su mujer. Cuando sus militares antiperonistas entraron y la encontraron no supieron que hacer con ella. Pensaron en enterrarla, pero no querían que la adorasen. Prometieron entregarla a su familia pero jamás lo hicieron. Cuentan que le cortaron un trozo de la oreja izquierda y un dedo para asegurar su identidad.
El presidente Aramburu, que había sucedido a Perón, dio la orden de hacer desaparecer a Evita. Le quitaron el rosario, le cambiaron el nombre por el de María Maggi de Magistris, una viuda italiana y la llevaron rumbo a Milán. Poco se sabe que ocurrió exactamente con su cadáver durante los años siguientes, dicen que se enterró bajo su nuevo nombre por orden de la Iglesia y con ayuda del Vaticano, aunque es una certeza que después de muchas suplicas se lo entregaron a Perón, que se encontraba exiliado en Madrid, en 1971. Casi 14 años después de su "secuestro".
Él ya estaba casado con María Estela, más conocida como Isabelita, y las malas lenguas hablan de una tremenda celopatía a todo lo que Evita inspiraba, provocaba, suscitaba todavía en Argentina y en el propio Perón. Cuentan que junto a la mano derecha del entonces expresidente, José López Rega, realizaron con el cadáver sesiones esotéricas, quería conseguir su carisma.
Por fin, en 1976, la Junta Militar Argentina tomó la decisión de entregarle el cuerpo a la familia Duarte, que llevaba ya 19 años suplicando por él. El cuerpo que se encontraron estaba muy dañado, le faltaba un dedo, las plantas de los pies estaban desgastadas, la nariz no se encontraba entera. La enterraron rodeados de intensas medidas de seguridad, en un hoyo de 8 metros de profundidad en el cementerio de La Recoleta. La dejaban descansar por fin.
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