Dicen que salvó a Felipe III de la muerte. Que multiplicó la comida. Que durante una época de sequía, que iba a dejar a Madrid sin cosechas, abrió el suelo con su azada y brotó el agua. La historia de San Isidro, el patrón de Madrid, se cuenta por milagros, por más de 400.
Nació en la época de la reconquista, en un momento en el que las fronteras eran convulsas, las guerras constantes y en la que Alfonso VI premiaba a sus más leales soldados con tierras después de cada batalla ganada. Isidro fue uno de los muchos que repoblaron la taifa de Toledo cuando en 1085 esta pasó a manos del rey católico. Fue uno de los muchos que se puso a trabajar para una de las familias premiadas por el rey y que tuvo que moverse varias veces por miedo al fuego enemigo.
Hijo de labradores, tomó de ellos el oficio. En Torrelaguna se pone a trabajar para los Vargas, se casa con María Toribia, ahora conocida como santa María de la Cabeza, y entrega gran parte de su tiempo a la oración. Va a misa diariamente, por lo que tiende a llegar tarde a trabajar y el resto de agricultores empiezan a quejarse y a tildarle de vago.
Ambos se pusieron a rezar y el agua ascendió trayendo al pequeño Illán
Es aquí cuando empiezan los milagros. Las quejas llegan hasta los Vargas, que van a comprobar el trabajo de Isidro. Aunque estaba en la iglesia, sus tierras estaban aradas y es que dicen que al ver que iba a ser castigado un par de ángeles acudieron a cumplir con su labor. El siguiente, y quizás el más conocido, es el milagro del pozo. Cuentan que al volver de labrar se encontró a su mujer desesperada, llorando al lado del pozo que tenían en su casa. Su hijo, Illán, se había caído y eran incapaces de sacarlo. Ambos se pusieron a rezar y el agua ascendió trayendo al pequeño Illán.
Los rumores empezaron a correr, un hombre que conseguía que bajaran los ángeles, que había salvado a su hijo. Y dejando de ser rumores cuando en una de las sequías más duras de Madrid, Isidro clavó su azada en el suelo y comenzó a brotar agua.
En cuanto vio el cadáver de Isidro, aseguró que se trataba del pastor que les había ayudado
Cuando murió con 90 años, algo casi imposible en aquella época, su fama ya llegaba a toda la comarca. Y ésta fue más aún cuando en 1172 desenterraron su cuerpo y lo llevaron ante el rey Alfonso VIII. El rey volvía victorioso de la batalla de las Navas de Tolosa y hablaba de un pastor que les había mostrado un camino secreto en Sierra Morena para poder sorprender a los musulmanes. En cuanto vio el cadáver de Isidro, que pese al tiempo que llevaba enterrado permanecía intacto, aseguró que se trataba del pastor que les había ayudado.
Pero no sería hasta 1619 cuando Isidro consigue ser San Isidro. Meses antes el rey Felipe III estaba gravemente enfermo. Pidió que le llevaran hasta su tumba y no tardó en recuperase. Fue él el que inició los tramites de su beatificación, que se la otorgó el papa Gregorio XV.
Actualmente se le atribuyen más de 400 milagros, como la olla de San Isidro, por la que dio de comer a la gente más necesitaba y se multiplicaba como los panes y los peces de Jesucristo, o el saco de trigo que se volvió a rellenar después de que le diera la mitad a unos animales hambrientos.
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