Es una historia de miedos, de palabras no dichas, de culpas y de condicionantes sociales, familiares y culturales. La autora lo define como el desván de las personas, ese rincón casi oculto que sólo asoma cuando la marea baja, cuando lo que la abundancia de la pleamar deja al descubierto nuestro lado oscuro, las “palabras de plomo”. Son 208 páginas dedicadas a los “hombres nuevos”, a aquellos que han sabido cambiar, reconocerse en el error. En ‘La casa del padre’, la autora vitoriana Karmele Jaio explora el mundo de la masculinidad, el modo en el que se construye y se trasmite, su peso como rol, como corsé para la libertad. Lo hace a la par de una reflexión sobre el papel de las mujeres y sus condicionantes de género que también a ellas comprimen.
Una novela sobre la feminidad y la masculinidad esperada que secuestra la libertad, sobre los “mandatos de género” que esculpen a unos y otros. En ‘La casa del padre’, Jaio se apoya en las relaciones de un escritor bloqueado, una esposa que recupera su fuerza en la escritura, la convivencia entre hermanos, entre esposos o entre padres e hijos para describir la intimidad y una misma realidad vista desde ojos distintos pero en el fondo iguales. Vínculos en los que el imperio de lo masculino o de lo que se espera de un hombre y de una mujer moldean vidas y relaciones.
Jaio reconoce que comenzó su aventura por ‘La casa del padre’ sin saber muy bien por dónde le llevaría, los lugares que visitaría o la meta que alcanzaría. Fue, como en ocasiones anteriores, un camino creativo paso a paso que comenzó por la curiosidad de “entrar en la mente de un hombre en un momento tan cambiante como el actual en la relación entre hombres y mujeres”.
En ‘La casa del padre’ los roles sociales que a hombres y mujeres tradicionalmente se han impuesto pulen cada personaje. “Todos somos de algún modo un producto sociocultural, tanto hombres como mujeres”, asegura Jaio. Sobre cada uno hay una expectativa, “se espera algo de nosotros” de acuerdo a los valores y circunstancias que nos han inculcado y condicionado. Antes de comenzar a escribir sabía que abordar en el contexto actual aspectos como la masculinidad o el papel de hombres y mujeres era adentrarse en un suelo “resbaladizo”: “Por eso he procurado huir de generalidades, de caricaturas, he procurado tratarlo con cuidado”. Terminada su obra, apunta que en ella se pueden encontrar “más preguntas que respuestas” y junto a ellas “muchas de las contradicciones que todos tenemos”.
'Mandatos de género'
No cree que ‘La casa del padre’ se pueda describirse como una novela sobre feminismo o machismo, “diría que es una reflexión intima de cada persona en torno a las decisiones que ha ido adoptando a lo largo de su vida. Las decisiones no las tomamos desde una posición neutral, siempre están condicionadas por esos ‘mandatos de género’.
La novela gira en torno a varios personajes, el principal Ismael, un escritor incapaz de avanzar en su última obra, bloqueado por sus miedos y sentimientos de culpa. Su mujer, Jasone, aparcó su amor por la escritura que cultivó en su época universitaria y que la maternidad o el cuidado de los mayores le forzó a abandonar. Libe, la hermana de Ismael, también ha sido moldeada por otros corsés, el del conservadurismo que le llevó a huir a Berlín, el feminismo militante, el lesbianismo o el compromiso político en la Euskadi violenta. Y entre los roles, los de los progenitores, el padre de familia que siempre ordenó y mandó a su antojo y vio cómo su palabra era ley. Un cabeza de familia que jamás colaboró en las tareas domésticas y que con su mujer enferma se vio superado por su ocultar vulnerabilidad. Tampoco la madre de familia supo vivir sin aceptar la ayuda de los demás. Cocinar, fregar y los hijos fueron su mundo y en él no cupieron los lamentos.
Roles sociales que desarrolla a lo largo de la novela y con los que pretende mostrar la falta de libertad que, de algún modo, han sufrido hombres y mujeres por los que una sociedad machista ha impuesto a todos. Jaio se felicita de que al menos ahora se empiecen a dar pasos, que las mujeres hayan alzado la voz y se hayan dotado de herramientas para reconducir la situación, “hemos reflexionado más de este tema por pura necesidad”: “Muchos hombres también lo han hecho o están en ello pero aún queda mucho por hacer, mucha toma de conciencia y sobre todo, actuar en consecuencia”.
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