Cuando él escribía los periódicos pasaban de mano en mano hasta perder la tinta, hasta acabar arrugados y rotos. Su firma era buscada con ansia por los soldados soviéticos que luchaban en la II Guerra Mundial, también por sus familiares, por su país, que con Stalin al frente convirtió a Vasili Grossman en su corresponsal de guerra de cabecera.
Sus crónicas aparecían en La estrella roja, el diario del Ejército rojo, e incluso sus libros se publicaban en este mismo periódico por entregas. Convencido de que no había otra manera de acabar con el fascismo, fue un ferviente defensor del régimen y sus primeras obras siempre respetaron las directrices oficiales.
Pero al acabar la guerra, el antisemitismo alemán que Grossman había denunciado, muchas veces con soldados ucranianos como cómplices, comenzó a hacer daño al gobierno de Stalin. Pronto pasó de héroe a villano y sus crónicas, sus libros, incluso el 'Libro Negro', que narra la exterminación de judíos por parte de los alemanes en los territorios de la URSS y que había escrito junto a Ilyá Ehrenburg, se censuraron, se quemaron y fueron condenados.
Ni la muerte de Stalin le ayudó a continuar publicando y jamás vio cómo su mejor obra 'Vida y destino' era considerada, como ocurriría años más tarde, la 'Guerra y Paz' del siglo XX. Su historia es la de muchos escritores, la de la literatura luchando contra la censura política. La de gobiernos que pierden en cultura para ganar en tiempo.
Vasili Grossman (Ucrania, 1905- Rusia, 1964) nació en Polonia dentro de una familia judía que había perdido la fe y las costumbres. Su padre, ingeniero químico. Su madre, profesora de francés. Se habían divorciado al poco de tenerle. Ambos fueron bundistas, miembros de la Unión de trabajadores judíos en Rusia, un colectivo que sufrió una terrible represión durante el mandato de Stalin.
La separación de sus padres le llevó a Ginebra un par de años y a estudiar la secundaria en Kiev. Aunque era un apasionado de la escritura optó por seguir los pasos familiares y cuando tuvo edad suficiente se matriculó en Ingenieria Química en la Universidad Estatal de Moscú.
Terminó en 1929 con una idea clara: «Los estudios me tienen harto y lo que me atrae es la literatura». Ya casado y con una hija, le trasladaron un año después de acabar la carrera a una mina en la cuenca del Donbass. Aquí decidió su futuro, miró, escuchó y se dio cuenta de que su función no era dirigir a los mineros sino narrar sus historias.
Fue a Olga Guber a quien más quiso, por quién peor lo pasó y por quien más luchó
Como borracho de emoción, como si hubiese visto un oasis en mitad del desierto, en 1934 lo dejó todo. Se separó de su mujer, le dijo adiós a su profesión y comenzó a publicar. Primero el relato En la ciudad de Berrinche y meses más tarde el cuento Buena suerte. Aunque había empezado tarde, entró rápidamente a formar parte del grupo de escritores de Pereval, encabezado por el crítico literario Aleksandr Boronski, y con una ideología de izquierda revolucionaria.
Fue allí donde conoció a Olga Guber, mujer del también escritor Borís Guber. La conexión parece que fue inmediata y aunque Borís intentó que Olga no se fuera, al poco tiempo Grossman y ella comenzarían una relación que acabaría a los pocos meses en boda.
Fue ella a quien más quiso y por quien peor lo pasó. En 1937 ejecutaron a Borís Guber por complot contrarrevolucionario y detuvieron a Olga por haber sido su mujer, por no haberle denunciado. Grossman se llevó a los hijos de los Guber a su casa y, ya como reconocido escritor, comenzó a suplicar por la vida de su mujer. Acabó adoptando a aquellos niños y salvándola a ella, que fue desterrada a Astraján, cerca del mar Caspio.
Operación Barbarroja
Un par de años más tarde, exactamente el 22 de junio de 1941, la vida de Grossman volvió a dar un giro. Los ejércitos alemanes comenzaron la llamada Operación Barbarroja, con la que querían conquistar la URSS. Desde el gobierno soviético envían al ucraniano a cubrir la guerra: se va al frente a escribir crónicas, a narrar a su pueblo todo lo que ocurría.
Antes de ser enviado había vivido al más puro estilo comunista. Fedro Guber, el hijo pequeño de Olga, contaría años más tarde que carecían de cuarto de baño y que compartían una cocina con hornillos de petróleo y queroseno. "Recuerdo a Grossman leyendo los volúmenes de Tolstói, encuadernados en negro, y los de Dostoyevski, encuadernados en rojo, pero su escritor ruso preferido y a quién más cercano se sentía era Chéjov", aseguraría el ya entonces hijo adoptivo del escritor.
Por eso, Grossman fue al frente leído y convencido. Sus artículos, que se publicaban en La estrella roja, llenaban páginas en las que los soldados soviéticos eran descritos como auténticos héroes, como hombres valientes, buenos y leales.
Al escritor le llamaba poderosamente la atención la falta de miedo, cómo eran capaces de luchar por su país sin tener en cuenta que podían perder la vida. "Unos dicen que la valentía es el olvido de sí mismo, y que esto sobreviene con el combate. Otros cuentan que al realizar hazañas heroicas sintieron un miedo inenarrable y que solamente la fuerza de voluntad y su capacidad para saber dominarse les conminó a levantar la cabeza e ir al encuentro de la muerte. Otros sostienen: ‘Soy valiente porque tengo la convicción de que no me matarán’. (…) Otros dicen que son valientes porque creen que en el combate les están observando sus amigos, sus parientes, sus novias…», escribió.
De patria a enemigo
Obvió que el soldado que retrocedía un solo paso era fusilado de inmediato, que era mayor el miedo a Stalin que a los alemanes y que fue un concepto erróneo de patria lo que les quitaba el sentido común.
Durante su estancia en el frente, Mijaíl, el hijo mayor de Olga murió por la explosión de un proyectil. La guerra hizo que Grossman perdiera al que ya legalmente era su hijo y a decenas de amigos. También había perdido a su madre en un campo de trabajo.
Acabó el conflicto y todas sus crónicas fueron agrupadas en Años de guerra. Además, se reeditaron algunos de sus antiguos libros. Era uno de los grandes escritores de aquellos años cuando comenzó el declive.
El conocido como el código ideológico del zhdanovismo se cebó con Grossman"
El régimen soviético decidió que la libertad de expresión debía acabar tras la guerra. La primera obra de Grossman que fue censurada es de teatro, Si tuviéramos que creer a los pitagóricos. Luego le tocó a el Libro Negro, primero con cambios en el texto y en 1948, cuando se disuelve el Comité Judío Anti-Fascista, la publicación del libro fue cancelada. El conocido como el código ideológico del zhdanovismo, impuesto por el político Andréi Zhdánov, pisó de lleno al ucraniano que comenzó a darse cuenta de las similitudes antisemitas de los nazis y del gobierno soviético.
A principios de los cincuenta publicó Por una causa justa por entregas en la revista Novy Mir. Se trataba de una novela leal al régimen y que dentro de este asumieron como propia, aunque cuando la presentó al premio Stalin de novela, uno de los hombres de confianza del dictador la censuró, denunciando que hablaba de un complot organizado por médicos judíos.
Censura y muerte de Stalin
A Grossman le obligaron a escribir una carta de disculpas. La escribió por temor a ser arrestado pero se juró no volver a pasar por aquello. Esta situación le llevó a ponerse a escribir otro libro. Comienza con Vida y destino, una novela en la que muestra su opinión a través de las conversaciones entre los dos personajes principales, Liss y Mostovói, que se encuentran en un campo de concentración alemán.
Cuando apenas llevaba unas páginas, al final la novela suma más de mil, Stalin muere. La represión parece relajarse. Incluso volvieron a publicar Por una causa justa. Dos años más tarde le propusieron afiliarse al Partido Comunista de la Unión Soviética. Lo hizo el mariscal Kliment Voroshílov y Grossman, harto de régimen comunista, de su ceguera y sus oídos sordos ante el exterminio judío, le dijo que no.
Mientras seguía con Vida y destino, también comenzó con Todo fluye, un libro que hablaba de un hombre que acababa de ser liberado tras décadas encerrado en un gulag. Narraba el hambre, el terror. La obra, contextualizada en la hambruna ucraniana de 1932, pasó desapercibida para la censura. Pero llegó su gran novela.
En 1960 Grossman se atrevió a intentar publicar Vida y destino. Le requisaron el manuscrito. «Le comunico, para su información, que el escritor Vasili Grossman ha entregado a la revista Znamia su nueva novela, titulada Vida y destino, que ocupa más de mil folios mecanografiados, con vistas a su publicación (...) Dedicada aparentemente a narrar la batalla de Stalingrado y los acontecimientos asociados a ella, la novela constituye una rabiosa crítica del sistema socialista soviético. Al narrar los hechos relacionados con la batalla de Stalingrado, Grossman identifica los Estados socialista y fascista, difama al orden social soviético adjudicándole rasgos totalitarios, presenta a la sociedad soviética como una sociedad que aplasta cruelmente al individuo, a la vez que coarta su libertad», le escribió la KGB a Nikita Jruschov el 22 de noviembre de ese año.
Vasili Grossman se sintió impotente. No entendió como un gobierno que se decía en proceso de apertura no le dejaba publicar su novela. Escribió a Jruschov, furioso, herido. "¿Por qué este libro, que no contiene mentiras ni calumnias, sino sólo verdad, dolor, amor a los seres humanos, me ha sido arrancado por medio de la violencia administrativa, por qué lo han secuestrado como si se tratara de un criminal, de un asesino?¿Cómo es posible que en nuestros tiempos se registre la casa de un escritor y se le confisque el manuscrito de su libro, tal vez lleno de imperfecciones, pero escrito con la sangre de su corazón, en nombre de la verdad y del amor a los seres humanos, y que le amenacen con meterle en la cárcel si se atreve a hablar de su desgracia? Le ruego que le devuelva la libertad a mi libro. Mi situación actual, mi libertad física no tiene sentido, no es más que una falacia, puesto que el libro al que he consagrado mi vida está prisionero. Le pido libertad para mi libro!".
El daño que causaría Vida y destino sería infinitamente mayor que El doctor Zhivago
No lo consiguió. Mijaíl Súslov, encargado de las cuestiones ideológicas del régimen, le llamó a su despacho. Grossman transcribió aquella conversación. "Usted dice que su libro está escrito con sinceridad, pero la sinceridad no es el único requisito para la creación de una obra literaria en nuestros días. Su novela es hostil al pueblo soviético; su publicación perjudicaría no sólo a nuestro pueblo y al Estado soviético, sino a todos los que luchan por el comunismo fuera de la Unión Soviética. La novela beneficiaría a nuestros enemigos", comenzó Y continuó: "Todos los que han leído el suyo coinciden en observar que el daño que causaría Vida y destino sería infinitamente mayor que El doctor Zhivago. Tengo en mucha estima sus libros Stepán Kolguchin, El pueblo es inmortal y Por una causa justa. Lo invito a volver a las posiciones que mantenía cuando escribió esos libros".
Grossman murió en septiembre de 1964. Acabó con él un cáncer de estómago. Se fue y no volvió a la posición que le pidió Súslov, con las ideas claras y con Vida y destino sin publicar.
No fue hasta 1980 cuando por fin la obra de Grossman vio la luz. Un grupo de disidentes soviéticos había sacado unas fotos a las páginas del borrador, que estaban en posesión de Semión Lipkin, y gracias a eso pudieron publicarla en Suiza.
Ocho años más tarde, con Mijaíl Gorbachov, la novela se publicó en territorio ruso. A los pocos meses ya hablaban de Grossman como del Tolstói del siglo XX.
Cuando él escribía los periódicos pasaban de mano en mano hasta perder la tinta, hasta acabar arrugados y rotos. Su firma era buscada con ansia por los soldados soviéticos que luchaban en la II Guerra Mundial, también por sus familiares, por su país, que con Stalin al frente convirtió a Vasili Grossman en su corresponsal de guerra de cabecera.
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