Fue una de las bengalas del pensamiento del siglo XX. Le decían "el mago secreto". El gran filósofo, el rector de universidad. El autor de un libro capital de la filosofía moderna: 'Ser y tiempo' (1927). También el nazi, el antisemita, el sujeto fascinado por recuperar el orgullo perdido de la raza. El esquiador, el seductor, el snob. El intelectual afiliado al Partido Nacionalista Obrero Alemán, y el convencido del exterminio judío.
Repudiado por sus ideas, tuvo a su gran defensora en una filósofa judía, Hannah Arendt, la autora de 'La banalidad del mal', con quien mantuvo una relación extramatrimonial hasta que ella huyó de Alemania para no acabar rematada en un campo de concentración.
En su país, y en medio mundo, se le venera tanto como se le desprecia desde que en 2013 salieran a la luz sus 'Cuadernos negros', libros de notas personales en los que contaba su adhesión al nazismo. Pasó de intelectual de cabecera a apestado cuando se descubrió que compartió la idea de la aniquilación judía.
Sus obras, desde entonces y aún ahora, son analizadas desde la ideología. Muchos intelectuales se plantean hoy si es coherente aprender de un pensador que quiso terminar con un pueblo, por la influencia que sus ideas pueden tener en sus obras y en los lectores de las mismas. "El más grande de los filósofos y el más pequeño de los hombres", escribió George Steiner sobre el filósofo.
Martin Heidegger (Alemania, 1889-1976) nació cuando Europa todavía era un espacio de convivencia. Su padre era tonelero y sacristán, católico convencido de la salvación a través de la fe. Su madre vivió entregada a la familia. Lector voraz, ávido de conocimientos, el catolicismo fue uno de sus pilares educativos y morales. Tanto, que con veinte años ingresó en el seminario de los jesuitas de Friburgo.
Exactamente tardaron 15 días en invitarle a irse. Cuentan que por su mala salud, aunque los aficionados al chisme dicen que los motivos fueron éticos. Le acogieron en el seminario diocesano de la misma ciudad, algo más laxo, y tiempo después también entró a estudiar teología católica en la universidad.
Fue allí donde conoció al filósofo checo Edmund Husserl, fundador de la fenomenología, que lo aceptó como alumno y le impulsó para que concretase sus primeras ideas.
Su historia va en paralelo a la de su país: es la de una Alemania próspera que acabó devastada. La de un hombre con una mente prodigiosa que ejerció una vida 'social' de lo más convencional, o por lo menos de cara a los demás. Y practicó una vida privada llena de contradicciones, de pequeños excesos de burgués cínico.
La judaización de nuestra cultura y de nuestras universidades es, sin duda, espantosa", escribió
El 21 de marzo de 1917 se casó con Elfride Petri, primero en una ceremonia católica, a los pocos días en una protestante. Heidegger llevaba tiempo despreciando el catolicismo, considerándolo estanco, viejo, algo vacío. Había pasado al protestantismo al considerarlo más abierto, más libre.
Esa nueva espiritualidad guió sus ideas. También la crítica a la población judía asentada en Alemania. En un carta de 1916 a Petri, todavía su prometida, escribió: "La judaización de nuestra cultura y de nuestras universidades es, sin duda, espantosa, y creo que la raza alemana debería procurarse aún otro tanto de fuerza interior para llegar a la cima".
I Guerra Mundial y la Universidad
Tenía todo asentando. Quizá la vida lista para hacer y deshacer con una base. Pero llegó la I Guerra Mundial y Heidegger se ofreció voluntario para ir al frente. Lo descartaron alegando una salud endeble y le adjudicaron el puesto de censor de correspondencia. Puede que aquello incrementase la fortaleza de su pensamiento, que hiciese de su Alemania un Dios más que una patria.
No lo demostró públicamente en un primer momento. Incluso, al terminar el conflicto, de 1919 a 1923, se convirtió en asistente de Husserl, hijo de judío, en la universidad y trabajó como profesor de Filosofía de un alumnado racialmente diverso.
Incluso encontró en otra mujer, una judía, un amor feroz y animal. A principios de los años 20, con Heidegger dando clases en Marburgo, una jovencísima Hannah Arendt, tenía entonces 17 años, hacía aparición. Parece ser que se enamoraron al instante, que pasaron muchas noches juntos pero que el conservadurismo de las ideas del filósofo y el qué dirán le retuvieron en casa con su esposa y sus hijos.
Fue Arendt quien más le apoyó y quien más influyó posteriormente en que la obra del alemán fuese leída y publicada por editores extranjeros. Así lo muestra su correspondencia, que comenzó en 1926 y, aunque con el paréntesis de una década, no palideció hasta la muerte de ella.
Como recoge Emmanuel Faye, en su libro Arendt y Heidegger: el exterminio nazi y la destrucción del pensamiento, "el filósofo nunca habría podido forjarse por sí solo, sin ella, su reputación de mayor pensador del siglo XX". Porque Arendt le defendió durante años, algunos aseguran que incluso siendo consciente de su antisemitismo, ante los más críticos, llegando a asegurar que simplemente había sido un "alemán de su tiempo".
Hitler y el rectorado
En 1927 publicó Ser y Tiempo, el libro que le hizo encumbrarse como una de los intelectuales más relevantes del momento. En este aborda cuestiones como qué significa que una entidad sea o cuál es la razón por la que hay algo en lugar de nada. Es decir, el porqué nos consideramos, el cómo lo hacemos cuando quizá deberíamos no pensarnos. Se lo dedicó a su maestro Husserl, que era hijo de un judío. Un año más tarde, por influencia de este, sería nombrado catedrático de Filosofía de la Universidad de Friburgo.
Y todo mejoró para él con el triunfo del III Reich. Cuando Hitler llegó al poder, Ernst Röhm, cofundador de las SA -una de las terribles milicias nazis-, alentó la promoción de Heidegger a rector de la Universidad de Friburgo, puesto que consiguió con facilidad y en cuyo discurso de toma de posesión dejó clara su postura política: "Sólo el Führer mismo es la realidad y la ley de la Alemania de hoy".
Ese mismo año, el 4 de mayo de 1933, se afilió al Partido Nacionalsocialista (NSDAP) y le escribió a su hermano Fritz esta carta: "Ayer me inscribí por convicción interna y por la creencia de que es la única manera de lograr la purificación y la clarificación de todo el movimiento. Si no estás convencido por ahora, te aconsejaría que te prepares sin preocuparte lo más mínimo de las cosas poco regocijantes que puedan pasar cerca de ti".
Además, la noche del 10 de mayo de 1933, se llevó a cabo la quema de libros antialemanes, que Heidegger tenía capacidad de parar como rector y que, al contrario, alentó. Incluso durante su mandato impuso el saludo nazi dentro del claustro.
A partir de ese momento, en las ediciones posteriores de Ser y Tiempo desapareció la dedicatoria a Husserl, su maestro. Su cabeza había optado por defender al nazismo y lo hizo a ultranza.
¡La formación es indiferente, fíjense sólo en sus hermosas manos!”, dijo de Hitler
Dicen que durante aquellos meses el filósofo y psiquiatra alemán Karl Jaspers le preguntó que si pensaba que alguien con tan poca formación como Hitler podía gobernar el país y que él le contestó: “¡La formación es indiferente, fíjense sólo en sus hermosas manos!”. El filósofo estaba convencido de las virtudes del III Reich, creía que con este llegaría una Alemania mejor, más fuerte.
Un año más tarde dimitió como rector aunque continuó dando clases. Algunos estudiosos de su figura contradicen la versión oficial de una falta de afinidad con el gobierno y sentencian que esa dimisión fue más por confrontaciones con determinados cargos de la universidad que por su oposición a Hitler o al régimen.
Sonó aun más cierto cuando en 1936 se paseó por Roma con la esvástica nazi en la solapa.
La huida de Arendt
Pero volvamos a Arendt. El mismo año que Heidegger ascendió como rector, ella tuvo que escapar y se refugió temporalmente en París, donde ayudó a jóvenes judíos a huir a Palestina. Le habían quitado la nacionalidad alemana y no se le permitió adquirir ninguna otra durante algunos años.
Muchos de los exiliados alemanes buscaron durante aquella época una escapatoria en el país galo, en aquella república libertaria, que más que recibirlos como víctimas los trató como enemigos.
A la filósofa, que pasó casi seis años en la ciudad, la arrestaron en 1939 sin razón racional para hacerlo y la enviaron a un campo de concentración. En 1941 logró escapar y huyó a Estados Unidos. Ella, su marido y su madre.
Algo similar le ocurrió a Elisabeth Blochmann, otra estudiante, de padre judío, con la que el filósofo había mantenido una relación y salió de Alemania antes de que estallara la guerra. Ella ayudada por Heidegger y sin tener que pasar por los trabajos forzosos.
Al terminar la guerra, cuando los aliados entraron en Alemania, las cosas mejoraron para ellas y empeoraron para el filósofo. De poco le valió asegurar que había dejado el rectorado por discrepancias éticas, lo destituyeron como profesor y comenzaron las críticas. Mientras muchos intelectuales se pronunciaron contra el Holocausto, Heidegger se quedó callado y aseguró que no veía la necesidad de pedir disculpas "porque no tenía nada que reprocharse".
En una de las miles de cartas que envió a su hermano, esta en 1945, le dijo que era molesto que los judíos que salían de los campos de concentración fueran acogidos en las casa de los alemanes: "incómodo", aseguró.
Además, en sus conocidos como Cuadernos negros, afirmó que Alemania se había convertido "en un campo de concentración a merced de americanos y rusos" y añadió que los muertos eran de ambos bandos: "En Alemania se ha perdido la sangre joven más valiosa de la nación” .
Cuando le recriminaron el exterminio aseguró: "Y qué: millones de seres humanos perecen de hambre en China"
Algunos de sus discípulos le pidieron que se retractara de su discurso de 1933, que dijese que aquello que pensó ya no era así, que se había dado cuenta del error. Él jamás quiso dar explicaciones. Incluso en 1949 escribió que los judíos habían sido discretamente eliminados en los campos de exterminio. "Y qué: millones de seres humanos perecen hoy de hambre en China", añadió.
Relación con Arendt
Durante todo ese tiempo, desde que Heidegger se había afiliado al partido de Hitler y hasta 1950, Arendt y el filósofo habían perdido el contacto. Ella había acabado con la aventura por supervivencia. Las ideas del alemán iban en contra de su integridad física, de la de su familia.
Pero, sin más razón que la de amar locamente, en los cincuenta Arendt fue de viaje a Alemania y se volvió a encontrar con su maestro, se volvió a encontrar con el hombre al que parece que nunca dejó de querer. A partir de entonces el contacto volvió a ser continuo. Cartas constantes, amor y odio en una relación más teórica que práctica.
Los grandes pensadores tomaron su refugio en tiranos y caudillos"
No fue hasta 1969, en el 80 aniversario del nacimiento de Heidegger, él aún vivía, cuando Arendt explotó. Aseguró, en un homenaje al filósofo en la radio pública Bayerischer Rundfunk: "Nosotros, que queremos homenajear a pensadores aunque nuestra vida esté situada en medio del mundo, no podemos evitar encontrar llamativo, incluso enojoso, que tanto Platón, como Heidegger, en el momento en que se mezclaron en los asuntos humanos, tomaran su refugio en tiranos y caudillos".
Y continúo, citando a Heidegger, que pocas personas tienen la capacidad de "asombrarse de lo sencillo". "Con esos pocos, finalmente es indiferente a dónde les lleven las tormentas de su siglo. Pues la tormenta que recorre el pensamiento de Heidegger –como la que sigue soplando después de milenios desde la obra de Platón- no procede del siglo. Procede de lo antiquísimo, y aquello que lega es algo completo que, como todo lo completo, retorna a lo antiquísimo".
Desveló su pavor hacia su maestro, su desencanto, pero siguió adorándole en secreto. Durante los siguientes años fue ella, con Heidegger ya retirado en su aldea natal, la que buscó editoriales americanas para publicar sus obras. También, la que ya mayor, vieja, cuando ya lo había analizado todo, le escribió en 1971: "Tú eres el primero en saber que no existe nadie como tú".
Arendt murió en 1975 en Nueva York. Heidegger en mayo de 1976. La correspondencia solo acabó cuando lo hizo ella.
Los judíos, dado su acentuado don calculador, viven desde hace mucho según el principio racial"
Y llegó la polémica cuando todo parecía enterrado. En 2013 comenzaron a publicarse en Alemania sus Cuadernos negros, sus apuntes entre 1931 y 1976. A España llegaron en 2015. Frases como “La gran experiencia y el gran motivo de dicha es que el Führer ha despertado una nueva realidad que da a nuestro pensamiento el cauce y la fuerza de choque correctos” o “… los judíos, dado su acentuado don calculador, viven desde hace mucho según el principio racial; de ahí que ahora se opongan con tanto ahínco a su aplicación" causaron una conmoción a nivel internacional.
El filósofo, del que se dijo que había sido tan sólo "un alemán de su tiempo", se destapaba como nazi convencido y como antisemita.
El filósofo alemán Rüdiger Safranski lo sentenció con una lucidez certera, incómoda quizá, pero intelectualmente exacta:"El nombre de Martin Heidegger evoca el capítulo más excitante de la historia del espíritu alemán en este siglo. Hay que narrarlo, tanto en lo bueno como en lo malo, y más allá del bien y del mal".
Fue una de las bengalas del pensamiento del siglo XX. Le decían "el mago secreto". El gran filósofo, el rector de universidad. El autor de un libro capital de la filosofía moderna: 'Ser y tiempo' (1927). También el nazi, el antisemita, el sujeto fascinado por recuperar el orgullo perdido de la raza. El esquiador, el seductor, el snob. El intelectual afiliado al Partido Nacionalista Obrero Alemán, y el convencido del exterminio judío.
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