Creó a Frankenstein. Dio vida al personaje, al medio hombre, y decidió que no lo firmaba. La gente asumió que el nombre que acompañaba al prólogo, el de Percy Bysshe Shelley, era también el del creador de la obra. Nadie pudo concebir que esta novela gótica llevaba la imaginación y el talento de una joven de 20 años que había asumido la vida como una aventura.
La idea surgió en un verano en Ginebra y primero lo concibió como un cuento corto. Rodeada de Lord Byron y su amante, y del poeta Percy Shelly, con el que ya había tenido varios hijos de manera extramatrimonial, surgió la magia. Entre conversación y conversación, su cabeza intuyó lo que se convertiría en una de las novelas góticas más reconocidas.
No fue hasta que su novela tuvo cierto eco cuando se reconoció a Mary Shelley como autora. Se mostró como una gran escritora ante un público que la despreció por no haber seguido los convencionalismos sociales de la época. Por ser amante, libre, brusca. A día de hoy, todavía hay muchos que no relacionan 'Frankenstein' con su nombre.
La historia de Mary Shelley (Londres, 1797-1851) empieza mucho antes de su nacimiento. Su madre fue Mary Wollstonecraft (Londres, 1759-1797), que nació a mediados del siglo XVIII y actuó como si la época no fuera contexto. De padres tiranos y conservadores, se autoeducó buscando en la filosofía la mejor salida a la represión que sufría su sexo. Estudió. Se formó. E hizo de ella una fortificación generando obras como Vindicación de los derechos de la mujer, un texto clave y revolucionario que la colocó en lo alto del pensamiento filosófico de la época.
Fue madre soltera y luego conoció a William Godwin, un escritor y radical de izquierdas que no creía en ningún tipo de gobierno. Se casó y se volvió a quedar embarazada. Dio a luz a una niña débil. Pequeña, delgada, enfermiza. El doctor que ayudó a salir a su hija del vientre se olvidó de lavarse las manos y transmitió a Wollstonecraft una enfermedad que acabó con su vida en diez días.
La niña, nuestra protagonista, sobrevivió para sorpresa de todos. Su padre se encargó de las dos hijas de la que había sido su mujer, incluso llegó a escribir un libro a modo de homenaje, aunque la verdad sobre Wollstonecraft, con una hija ilegítima y una vida amorosa peculiar, supuso el desgaste de su nombre.
A los tres años del nacimiento de Mary Shelley, su padre se casó con otra mujer. Dicen que no podía con todo y que en Mary Jane Clairmont, viuda con dos hijos, encontró la tranquilidad que él pensaba necesitar. A medida que Mary se hacía mayor, la relación con su madrastra fue de mal en peor, ella vio como la nueva mujer de su padre tiraba más por sus hijos que por ellas y nunca fue capaz de perdonarlo.
El nuevo matrimonio montó una especie de editorial, que además de vender libros para niños y adultos ganaba algo de dinero con papelería y mapas. Pero el negocio no les duró mucho. Se arruinaron y comenzó el calvario que acompañaría a Godwin el resto de su vida: las deudas. Pidió dinero a sus amigos, luego a los amigos de sus amigos y al final ya le daba igual poner cara o no a su prestamista.
Visitas constantes de intelectuales que llegaban a aquella casa para charlar con Godwin y acababan haciendo con Mary
Pero los problemas los dejó fuera de casa e intentó que sus hijas vivieran lo mejor posible. Les dio los libros de su madre, que hicieron que las dos niñas crearan alrededor de ella un mito. Las educó a la antigua, con ejemplares de otros siglos, con su biblioteca abierta para ellas. También, con visitas constantes de intelectuales que llegaban a aquella casa para charlar con Godwin y acababan haciéndolo con Mary.
"Singularmente valiente, impetuosa y de mente abierta. Sus ansias son enormes y su perseverancia en todo la hace casi invencible", aseguraría sobre su hija cuando esta cumplió los 15 años. Pero parece que en 1812 los problemas económicos se volvieron violentos. Godwin tuvo miedo y envió a Mary con William Baxter, un radical que vivía en Escocia y al que pidió que la educase como filósofa "o incluso como escéptica".
Deudas y relación extramatrimonial
Pasó allí varios meses y volvió aun más tiempo en el verano de 1813. Creó una firme personalidad en aquel lugar. Más fuerte, más independiente, más dura. Fue entre viaje y viaje cuando apareció Percy Bysshe Shelley. Huyendo de un matrimonio fracasado, era muy amigo del padre de Mary e incluso uno de sus prestamistas. Venía de una familia aristócrata y rica y su relación con ellos era difícil, no compartía su modo de vida. Sus padres, como venganza, decidieron cortarle el grifo del dinero, acabar con la vida bohemia que llevaba su costa.
Fue durante aquella época cuando surgió el amor entre Mary, que no tenía más de 16 años, y Percy. Justo cuando el poeta le dijo a su padre que no tenía dinero para pagar su deudas, no tenía donde caerse muerto, comenzaron a verse en secreto. Quedaban en la tumba de Mary Wollstonecraft casi a diario.
Cuando Godwin se enteró, enloqueció. Lo consideró un traidor y desaprobó cualquier relación. Ellos se largaron ante tanta presión y aparecieron en Francia el 28 de julio de 1814. Junto a ellos, Claire Clairmont, la hermanastra de Mary que también buscaba una salida. Pero la aventura no duró mucho. A los pocos meses su familia ya se había dado por vencida y, además, Mary se dio cuenta de que estaba embarazada. Las deudas en aquel momento también les azotaban a ellos y, sin poder pedir ayuda a ninguna de las dos familias, acabaron en una casucha de Somers Town donde la humedad les llegaba a los huesos.
Mary, siempre enferma y ahora con el vientre en expansión, tuvo que aguantar aquella situación y, además, ver como Percy tenía un hijo con su primera mujer. Cómo se iba por las noches y coqueteaba con su hermana. Él le hablaba de amor libre y ella enloquecía.
Mi querido Hogg: Mi bebé está muerto. Por el momento ya he dejado de ser madre"
Pero encontró algo de consuelo en un amigo, en Thomas Hogg, biógrafo inglés. Fue él el que supo el primero la peor de las noticias. La niña que esperaba Mary había nacido prematura y a las pocas semanas le llegó esta carta. "Mi querido Hogg: Mi bebé está muerto. Ven a verme tan pronto como puedas, deseo verte. Estaba perfectamente bien cuando me fui a dormir; desperté en la noche para alimentarla y parecía estar «durmiendo» tan profundamente que no quise despertarla. Entonces ya había muerto, pero no me di cuenta de ello hasta la mañana siguiente. Por su apariencia seguramente murió de convulsiones. Ven, eres una criatura tan buena, y Shelley tiene miedo de que el bebé haya sufrido fiebre por la leche. Por el momento ya he dejado de ser madre".
La depresión la cubrió por completo. Pasó meses en una nube negra, viviendo a base de intentar no pensar, no sentir. Pero volvió a quedarse embarazada, volvió a sonreír y en 1816 dio a luz a William, su segundo hijo. Ese mismo año, la esposa de Shelley se suicidó. La familia de él le dijo que se casase rápido con Mary, para evitar más ruido, más rumores, que su nuevo hijo no fuese ilegítimo. Así lo hicieron y, de esta manera, cuando murió el abuelo de Percy recibieron una herencia que les ayudó a continuar.
Con ese dinero empezaron a viajar los tres y Claire, la hermanastra de Mary, con ellos. Aparecieron en Ginebra, en la casa de Lord Byron, que comenzó una relación con Claire (de la que poco después aparecía Aba, la hija de ambos). En aquella Villa Diodati pasaron días y días, escribieron, navegaron, charlaron sin parar y jugaron con su hijo. También supieron que a los pocos meses tendrían otro. Clara Shelley nació después de aquel verano.
Frankenstein en sueños
Fue en una de esas conversaciones en las que salió el nombre de Erasmus Darwin. Era un filósofo del siglo XVIII que había "animado" materia muerta. A Mary la historia se le quedó enganchada en el cerebro y comenzó a escribir. Según ella, fue un sueño el que le descubrió a Frankenstein y lo que empezó como una historia corta acabó siendo una novela tan solo un año más tarde. Se publicó a principios de 1818 sin nombre.
Todo el mundo pensó que la firma del prólogo, la del poeta Percy Shelley, era la misma que la del libro. Se lo adueñó sin querer. Y a Mary tampoco le importó. «Imaginé este libro allí. Fue bajo los árboles que rodean la casa, o en las desiertas laderas de las montañas cercanas, donde tuvieron lugar mis primeras ideas genuinas y los primeros vuelos de mi imaginación», aseguró sobre su estancia en Escocia. Porque esta novela fue la consecuencia de hacer del mundo un lugar distinto en su cabeza.
Al poco tiempo de publicar la obra, que no fue un éxito de ventas aunque sí que permitió que Mary diese de comer a su familia, se fueron a Italia huyendo de las deudas que Percy todavía tenía en Londres. Se llevaron a Claire y a su hija con ellos y en marzo de 1818 aparecieron en Italia, muy cerca de Lord Byron, que se encontraba en Venecia. Fue Claire la que le pidió al poeta que si hiciera cargo de su hija y fue Byron en el que aceptó sin rechistar.
Allí Mary decidió centrarse en escribir. Ya había publicado una especie de cuaderno de viaje después de Frankenstein y quiso continuar con su trabajo. Pero al poco de llegar a Venecia murió Clara, su hija, y el mundo se le volvió a derrumbar. Se fueron a Roma, ya buscando algo de paz y es allí donde tan solo un año más tarde falleció William.
Hundida, casi sin poder hablar, Mary se alejó de su marido y se encerró a escribir a modo de terapia. Así pasó meses y meses, viajando por Italia, viendo a su marido lo justo y con las manos manchadas de tinta. La vida volvió a ser algo más agradable cuando descubrió que volvía a estar embarazada, cuando dio a luz a Percy Florence Shelley, a finales de 1919 en Florencia.
Fue Italia para la creadora de Frankenstein un lugar triste y feliz. Ella lo recordaría más tarde como un paraíso y un infierno. También un país que le dio alas a la imaginación. Allí escribió la novela autobiográfica Mathilda, la histórica Valperga y las obras de teatro Prosperine y Midas.
Percy se ahogó en el mar después de que una tormenta destruyese su barco. Es la propia Mary la que le incineró en la playa donde apareció su cuerpo
Los años siguientes fueron más o menos felices. Vivieron viajando. Escribiendo. Charlando. Mary, su hermana, Percy, su pequeño hijo. Pero en 1922 la tragedia, que parecía enganchada a la autora de Frankenstein, volvió de manera cruel. Percy se ahogó en el mar después de que una tormenta destruyese su barco. Es la propia Mary la que le incineró en la playa donde apareció su cuerpo.
Ya sola con su hijo, volvió a Inglaterra. A partir de este momento, y con la herencia que recibe unos años más tarde por parte de su suegro, solo se dedicó a su pequeño Percy y a leer y escribir. Vio crecer a su hijo, le vio educarse, como había pedido su marido, en una escuela pública, le vio casarse, le vio ser feliz. Y en 1851 murió después de dos años sufriendo unos dolores intensísimos. Un tumor cerebral llevaba ya tiempo consumiéndola.
Murió siendo reconocida. Como autora de 'Frankenstein', su nombre había aparecido en las siguiente ediciones. Como una gran escritora. También como la mujer que tuvo que cargar con el peso de la muerte de su madre hasta que tuvo que hacerlo con el de la muerte de sus hijos. Su nombre se perdió al poco tiempo, pasando a ser la esposa de Percy Shelley o la hija de Godwin. Ahora, su gran novela gótica es reconocida en todo el mundo. Su nombre, todavía hoy, un misterio para muchos.
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