El 30 de noviembre de 1803 el navío María Pita salió desde el puerto de La Coruña hacia el Nuevo Mundo. Dentro, 22 niños de tres orfanatos distintos, 22 huérfanos con Isabel Zendal Gómez, la rectora de la Casa de Expósitos de la ciudad, encargándose de ellos y llevando a su hijo hacia una vida mejor. En aquel barco, también se encontraba Francisco Javier Balmis, reconocido cirujano, con dos asistentes y tres enfermeras.
Zarparon de España para cruzar el Atlántico con el beneplácito moral y económico de Carlos IV, que acababa de perder a su hija, la infanta María Teresa. Llevaban la vacuna contra la viruela, la enfermedad que había acabado con ella y que estaba masacrando a la población de América Latina que había sido contagiada por los colonos, aunque no como todos nos imaginamos que se traslada una vacuna.
La vacuna se trasladó en dentro del cuerpo de los niños, pasando de unos a otros las pústulas
Balmis no pensó que el medicamento, que había sido descubierto por el inglés Edward Jenner en 1796, iba a aguantar el trayecto e ideó un plan: llevar a niños para pasar la vacuna de uno a otro cada cierto tiempo a través del contacto del fluido de las pústulas. Es decir, vacunarlos y pasar la pústula de aquella vacuna a otro y así sucesivamente. Lo consiguieron
El viaje duró 3 años y se considera la primera expedición sanitaria internacional de la Historia. Pasaron por Santa Cruz de Tenerife, de allí a Puerto Rico y después llegaron Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Nueva España... Terminaron en 1806, salvando miles de vidas. También las suyas. Aquellos huérfanos jamás volvieron a La Coruña.
Balmis cumplió con la promesa de conseguir un futuro mejor para los 22 huérfanos
Habían subido al María Pita tras una promesa: la de una vida mejor. En cuanto terminaron su misión, Balmis cumplió su palabra. Esos 22 niños, también el hijo de Isabel Zendal, que los había cuidado a todos durante aquellos años, fueron mantenidos y educados hasta que consiguieron una buena ocupación. La intención era devolverlos a sus pueblos pero ellos no quisieron cruzar el Atlántico en dirección a casa.
A cada uno se le dio dos pares de zapatos, un sombrero, tres pantalones, algunas camisas y utensilios de aseo. Fueron héroes para todas aquellas localidades que veían cómo sus niños se morían y como ellos no podían hacer nada. Fueron nombrados por el Rey hijos beneméritos de la patria. Balmis, del que Jenner, descubridor de la vacuna, escribió: "No puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este"; ha sido el protagonista de novelas y películas y su misión se estudia todavía como la primera campaña de vacunación.
Además, desde hace años, sus rostros forman parte de un monumento en su honor en el puerto de La Coruña y sus nombres, los 22, se encuentran desde 2003 en un conjunto escultórico de la misma ciudad llamado el Balcón de la expedición de Balmis.
Ahora, el nombre de la expedición, que continuó sin ellos hasta 1914 y que salvó la vida de miles de personas, ha sido tomado por el Ejército español para su lucha contra el coronavirus.
La Operación Balmis, puesta en marcha por el ministerio de Defensa, ha desplegado a más de 1.000 efectivos por casi veinte ciudades españolas. Tienen la misión de desinfectar las zonas donde las aglomeraciones son comunes, como estaciones de tren, autobús o metros, también la de inspeccionar infraestructuras críticas y la de controlar el aislamiento de los ciudadanos.
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