Cervantes, un "bastardo" y Churchill, un "racista". La muerte del afroamericano estadounidense George Floyd el pasado 25 de mayo a manos del ex agente Derek Chauvin tras arrodillarse sobre su cuello durante ocho minutos, desató una oleada de manifestaciones contra el racismo en Estados Unidos, que muy pronto se convertiría en una expresión global. El movimiento Black Lives Matter ha seguido vivo más de un mes después de la muerte de Floyd, pero los altercados violentos que en un principio coparon portadas y abrieron informativos de todo el mundo han mutado a otro tipo de violencia: el derribo y ataque a figuras históricas no sólo en Estados Unidos, sino en otros países como Reino Unido, Francia y también en España.
La muerte de un hombre negro a manos de un policía blanco ha reabierto la herida racial y el debate por los símbolos de la América confederada. En un primer momento, en Estados Unidos este tipo de vandalismo tuvo como objetivo concreto las figuras de líderes y soldados confederados de la Guerra Civil de 1860, que entonces protegieron la máxima de que la raza negra era inferior a la blanca y, por tanto, podían utilizarlos como esclavos, como la del general Williams Carter Wickham, derribada en Richmond (Virginia) a principios de junio; o la retirada de símbolos del racismo y de la opresión contra homosexuales, como el ex alcalde de Filadelfia, Frank Rizzo; o el general Robert E. Lee. Europa se contagió del movimiento, y grupos radicales se movilizaron en primera instancia contra personajes históricos relacionados con el colonialismo y la esclavitud, como Edward Colston en Bristol o el rey Leopoldo II en Bélgica.
Pero poco a poco, lo que nació como una "expresión natural de justicia social" por lo ocurrido con Floyd discurrió por otros derroteros, y grupos radicales han repartido su odio y puesto en cuestión la labor de otras figuras históricas del nivel de Cristobal Colón, Winston Churchill, Miguel de Cervantes e, incluso, Alexander Fleming.
El movimiento se ha marcado como objetivo "derribar el pasado" e "imponer su presente", a través de un vandalismo perpetrado por "una generación que no reconoce deuda, que creen que el mundo en que ellos viven es así por naturaleza y que desconocen el gigantesco esfuerzo que han hecho generaciones y generaciones de antepasados por llegar hasta aquí", detalla la escritora y autora del ensayo Imperiofobia y leyenda negra, Elvira Roca, en conversación con El Independiente.
Ninguno de los expertos consultados por este medio descarta las implicaciones ideológicas de esta nueva expresión de violencia. "Se ha aprovechado la barbaridad que le ocurrió a un pobre chico -Floyd- para capitalizar el descontento social y escorarlo hacia la izquierda radical y esta, a su vez, intentar imponer su modelo de sociedad", lamenta el historiador José Manuel Azcona. Recuerdan además que el Black Lives Matter lleva en su ADN no sólo la lucha contra el racismo, sino también contra cuestiones como el patriarcado o el capitalismo.
"Si a estas personas les importara realmente el racismo y la homofobia, atacarían igual las figuras del Ché Guevara o de Fidel Castro", afirma Jorge Vilches, politólogo y profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). "No se está revisando la historia, se está destruyendo", defiende, al tiempo que insiste en que el interés detrás de este movimiento está ligado a la intención de la "izquierda radical" de "imponer una única manera de pensar, cómo tenemos que sentir y con quién nos tenemos que relacionar. No se está abriendo un debate sobre qué hizo este personaje o aquel, sino que se derriba y se impone un leninismo cultural", defiende.
"Es una barbaridad", corrobora Azcona. "La historia no se juzga, se interpreta. Están tratando acontecimientos que ocurrieron hace 500 años bajo la perspectiva de hoy. Es absurdo, y un error muy peligroso", continúa. "Lo justifican diciendo que eran esclavistas, pero es que la esclavitud existe desde el neolítico", argumenta.
Al igual que Vilches, Azcona relaciona también los altercados con manifestaciones de corte leninista y comunista "sumidos en una incultura tremenda". Preocupa especialmente al historiador lo ocurrido con la estatua de Miguel de Cervantes en un parque de San Francisco, o el derribo de varias figuras del misionero español Fray Junípero Serra, beatificado por el Papa Juan Pablo II y canonizado por el Pontífice Francisco. "Es una barbaridad sin límites", lamenta.
"No tienen ninguna noción de lo que les deben a sus antepasados. Pecan de una ignorancia gigantesca y también de un aburrimiento épico", opina Elvira Roca, quien descarta además que este movimiento de "incultos" pueda llegar a tener su exponente en España, más que de forma residual y por 'copiar' a los americanos, donde la tensión racial es un problema estructural. "Si lo que allí vandalizaran fueran establecimientos de Starbucks o de McDonalds, aquí también se haría", afirma.
En España, concretamente en Palma de Mallorca y justo después de que se hiciese lo mismo en San Francisco, apareció vandalizada con la palabra "racista" la estatua de Junípero Serra, después de que la concejal local de Podemos, Sonia Vivas, animase a derribarla también en la isla. "Las ciudades hablan mediante los nombres de sus calles, monumentos y estatuas. Cuentan una historia política de élites y oligarquías. Los habitantes toman la palabra en San Francisco y tiran la estatua de Junípero Serra. En Palma, pacíficamente, debería ser igual", escribió en Twitter.
La polarización, en aumento
Lo que temen además los expertos consultados es que esta expresión vandálica relacionada con la izquierda radical y que deja intactas figuras relacionadas con el comunismo podría encender la mecha para actos violentos desde el otro extremo político, en concreto desde la ultraderecha.
"Si esto continúa, no tardarán en saltar de un lado a otro", advierte Azcona. "Y si se enfrentan abiertamente estos dos grupos sociales, puede convertirse en algo muy peligroso y absurdo", dada la crispación política que provoca una polarización en aumento entre izquierdas y derechas. "La extrema derecha reaccionará sin demasiada dificultad. Es fácil que lo haga", corrobora Roca.
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