«Hacer una serie sobre antidisturbios genera polémica», admite el laureado director a El Independiente. Ganador del Goya por mejor guion y dirección con El Reino, y representante nacional en la gala de los Óscar con su corto Madre, Rodrigo Sorogoyen se adentra en un mundo en donde la palabra controversia reside alojada.
Antidisturbios, que debuta en Movistar+, presenta a un grupo de seis policías -Raúl Arévalo, Roberto Álamo, Hovik Keuchkerian, Álex García, Raúl Prieto y Patrick Criado- y una inspectora de Asuntos Interiores -Vicky Luengo- que se enfrentan a una compleja trama en la que la corrupción y las cloacas del Estado vuelven a darse la mano en pantalla.
Para Sorogoyen ha sido importante mostrar todos los vértices que componen el triángulo de esta Unidad de Intervención Policial, pues «ves a un señor dando porrazos, pero no la labor tan dura que tienen».
Con dos eventos reales que han inspirado la serie -la muerte de un mantero en Lavapiés en 2018 y un comisario à la Villarejo-, el cineasta madrileño se aleja de retratos cogidos con pinzas y muestra un ángulo diverso, a la vez que realista, de una de las esferas policiales con mayor bagaje en nuestro país.
P.- ¿Qué inspira Antidisturbios?
R.- Isabel Peña -guionista- y yo estábamos viendo qué película hacer y nos pilló en pleno 15M. Queríamos que el protagonista fuera un antidisturbios. Eso no salió, pero nos quedamos con la espina de interesarnos por estos policías que se dedican al control de masas y que están legitimados para actuar con violencia. En esas cargas y operaciones siempre se ve lo más violento, la punta del iceberg. Nos interesamos por todo lo demás: cómo esa gente vuelve a sus casas, vive con sus familias y valora o juzga su trabajo.
En las cargas policiales siempre se ve lo más violento, pero eso es la punta del iceberg
P.- ¿Cómo consigue dibujar el imaginario visual de la serie?
R.- Queríamos que fuera muy realista y acercar la figura del antidisturbios al espectador. Cuando visitamos sus instalaciones y sus furgonetas, eran tal y como aparecen en la serie. Nos chocó mucho ver todo tipo de banderas: desde la izquierda más radical y abertzale, hasta las nazis. No es su ideología, sino los recuerdos de las operaciones que han tenido.
P.- Dice que crea personas, no personajes.
No busco que el espectador tenga empatía por ellos, no es una cuestión de hacer justicia
R.- Para nosotros -Isabel Peña, Eduardo Villanueva- el mayor interés era el guion, pero eso fue extensible a las interpretaciones, la decoración, el vestuario... todo está dirigido a conseguir la mayor veracidad posible. Hay un trabajo muy exhaustivo de intuición y observación. Intentamos que los diálogos fueran muy naturales. Me gusta mucho la improvisación, da igual que no digas la frase exacta siempre que sea real. Hemos intentando hacer un fresco en el que no todos los personajes sean iguales, sino que incluya todo tipo de colores.
P.- ¿Busca que el espectador empatice con ellos?
R.- La verdad es que no, para nada es el objetivo. Todo esto nace de un deseo personal. Me interesaba mucho este mundo al igual que el de los políticos corruptos. No es una cuestión de querer hacer justicia o no, pero sí sabíamos que la tendencia no iba a ser demonizar a un colectivo ya demonizado.
P.- Hay cierta dosis de ideología ultra en la serie.
R.- Queríamos meter esa función de los antidisturbios. La gente que los critica de manera totalmente irracional no tiene en cuenta que viene el Olympique de Marsella y sus ultras se ponen a pegar a gente y a tirar mobiliario urbano. Tiene que haber alguien para pararles y para eso está preparado este cuerpo policial.
P.- ¿Qué fue lo más complejo del rodaje?
No queremos señalar culpables, sino mostrar lo corrompido que está el sistema
R.- Las escenas de acción. Tardamos tres días en rodar toda la parte del desahucio y el episodio de los ultras fue muy duro.
P.- «Al final todo es política», ¿resume esta frase la trama de la serie?
R.- Todo es política. Sin embargo, ni Isabel ni yo queremos señalar culpables, sino mostrar lo corrompido que está el sistema y las esferas que poblamos. Hay veces que te tienes que corromper y otras en las que lo estás haciendo y ni siquiera lo sabes. Eso le pasa tanto al antidisturbios, como al juez, como a un ciudadano. ¿Qué harías tú en ese caso?
P.- ¿Tiene algún hilo conductor con su largometraje El Reino, que también se centra en la corrupción que existe en nuestro país?
R.- No, la verdad que no. Nosotros queríamos hacer algo sobre los antidisturbios pero no encontrábamos la manera de integrar la investigación de Laia Urquijo -Vicky Luengo- en seis capítulos, entonces tuvimos que inventarnos otra trama. Dándole vueltas, descubrimos esta historia humana detrás del cuerpo policial y me parece que es un gran acierto porque la serie muta y transciende, pasa de las grandes esferas a la calle.
P.- ¿Le gusta tratar temas polémicos o simplemente busca una reflexión?
La sociedad tiende al juicio rápido, al bueno o malo y al tú en contra y yo a favor
R.- Las dos cosas, busco la reflexión dentro de la pequeña parcela que nos dejan a los cineastas, pero también porque me interesan esos mundos tan complejos. Por eso hicimos El Reino, ¿por qué esta gente tan rica y corrupta sigue haciendo de las suyas y no se para a reflexionar? La sociedad tiende a lo contrario del debate, al juicio rápido, al bueno o malo, al yo en contra y tú a favor. Se está perdiendo la discusión y conversación. Todo eso me aburre, no es que yo sea polémico. Hacer una serie sobre antidisturbios ya genera esa controversia.
P.- A raíz de grabar la serie, ¿ha cambiado alguna percepción previa que tuviera sobre este colectivo?
R.- Sí, no es que haya ido de blanco a negro o de izquierda a derecha, es algo que intuía pero a lo que no le había dedicado tiempo para conocer. Eso no justifica cosas que yo he visto de los antidisturbios como grupo e individualmente que me han violentado muchísimo, pero es cierto que tienen un trabajo con una presión social y psicológica muy alta y están muy mal atendidos. Ves a un señor dando porrazos, pero no la labor tan dura que tienen.
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