La escritora Emilia Pardo Bazán fue una gran defensora del deporte como parte de la educación y de los paseos para tener "una higiene saludable", aunque prefería "la fiesta" de los toros al "ejercicio visual" del frontón, cuenta el catedrático de Literatura José María Paz Gago.
Pardo Bazán fue una intelectual que se interesó por todo tipo de temas y escribió sobre casi todo, también sobre el deporte, que consideraba "muy importante" para los estudiantes pero "como algo educativo", añade en una entrevista con Efe Paz Gago, profesor en la Universidad de A Coruña y coordinador del seminario internacional que este año aborda la figura de la escritora gallega.
"Es muy importante para ella el vigor físico como complemento de la parte intelectual", no en vano en la década de 1890 publicó muchos artículos en los que defendía la promoción de los "sports" pero en los que también critica "el deporte espectáculo".
A finales del siglo XIX el frontón era el "deporte de moda y un espectáculo" en el que "los que adquieren vigor físico son ocho mocetones mientras los espectadores lo único que hacen es ejercicio visual, no ejercitan más que la vista", sostenía la escritora, en palabras de Paz Gago.
Era una gran paseanta", lo consideraba "como algo propio de la higiene saludable"
Prefería los toros, era "más divertido", una afición actualmente controvertida pero con la que los españoles 'jugaron' desde hace varios siglos.
Además de escribir sobre deporte, a ella lo que le gustaba era pasear, "era una gran paseanta", lo consideraba "como algo propio de la higiene saludable" entendida como buena salud. De hecho, tanto ella como algunos de sus personajes tienen todos los días la necesidad de andar, de pasear, y de practicar deporte.
Es el caso de Clara Ayamonte (La Quimera) y el automovilismo; Lina Mascareñas (Dulce sueño) y el senderismo; Miss Annie (La sirena negra) practicaba ciclismo, natación o senderismo; Rosario (El saludo de las brujas), equitación y natación; Las Amézagas (Un viaje de novios), patinaje; Afra en el cuento Afra, natación, y La mayorazga de Bouzas, equitación.
En cuanto a los personajes masculinos, Gaspar de Montenegro (La sirena negra) o Ignacio Selva (La gota de sangre) sentían también la necesidad de dar su paseo, incluso de noche si no lo habían hecho antes, momento en el que les ocurren variopintas peripecias.
Pardo Bazán alude a los espacios deportivos como "la gran pasarela de la moda de finales del siglo XIX y principios del XX", sostiene Paz Gago, y cita también "el miedo" de quienes practicaban la aviación, el elitismo de deportes como el polo o la moda de navegar en yate.
En cuanto al fútbol y al tenis, a los que se refería como una moda inglesa, auguró en torno a 1896 que "en España no tienen ningún futuro. Hay que verlos jugar en Inglaterra, en España no tienen ningún futuro". Quince años después escribe que todos los pueblos de Galicia hablan de fútbol e incluso tienen un club.
Otros deportes a los que hacía alusión era las carreras de caballos y la aviación deportiva, en los que menciona nuevamente la importancia de la moda. Así, cuenta que en los primeros hipódromos los jinetes estaban continuamente preocupados por el tipo de pantalones, botas o arreos que utilizaban.
De todos ellos, la escritora gallega consideraba "absurdo" que, con el auge de los deportes a finales de siglo, "las personas estén continuamente batiendo récords, como si en la vida moderna no estuviesen tan presentes las prisas".
"Estos nuevos sports hacen que la gente solo se preocupe de batir récords", aseguraba la intelectual, esta vez con puntería. En 1896 escribió también en La Ilustración Artística sobre vestimenta y ese espíritu competitivo que fomenta "la moda de los deportes ingleses".
Sobre la gimnasia como asignatura educativa, defiende la contratación de profesores específicos si los de matemáticas o literatura no podían hacerse cargo de la materia, una propuesta "totalmente pionera" a finales del XIX, añade Paz Gago.
De hecho, en aquel momento, se cierra en Madrid la escuela pública de gimnasia y ella protesta de inmediato en un artículo también en La Ilustración Artística, en el que aduce ante el argumento de la falta de recursos que "más vale tener algo en mal estado que no tenerlo".
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