Las 200 camas llegaron a estar llenas. Del primer piso salían gritos y quejidos. Lloraban, cansados, agotados, doloridos, los que ya no tenían cura. De la planta baja, risas y esperanza: eran los enfermos leves que aun no sentían dolor en su cuerpo.
Fue en 1935 cuando este lugar comenzó a funcionar. Cuando sus salas se llenaron de enfermos de tuberculosis y de chillidos desgarrados, cuando comenzó una leyenda que a día de hoy lo convierte en un lugar "turístico" para todo aquel que crea en el más allá.
El Sanatorio de Tuberculosos de Sierra Espuña se cerró en 1949, cuando la estreptomicina consiguió salvar a todos aquellos que morían ahogados. Fueron saliendo uno detrás de otro y las instalaciones acabaron dando cobijo a niños sin padres.
Pero aquel orfanato se cerró en 1962. No había dinero para mantenerlo. Y desde los noventa tampoco para su seguridad. Ahora es una meca de lo paranormal. Para un programa de Cuarto Milenio, para rumores sobre militares pegando tiros a fantasmas, chicos jóvenes huyendo por ruidos desde el otro lado...
Está tipificado como Edificio singular y aunque asociaciones y vecinos llevan años pidiendo que se restaure, cada día su estado hace que sea más difícil y, sobre todo, más costoso que esto llegue a ser una realidad.
El 8 de julio de 1913 se puso la primera piedra en el paraje de la Perdiz, en la Sierra Espuña de Murcia. No fue una idea del gobierno regional de la época, sino de los habitantes de Alhama de Murcia que veían cómo la tuberculosis iba ganando terreno en la zona.
Pensaron en este lugar porque necesitaban espacio y aire puro. También porque era mejor tenerlos lejos de la población. La enfermedad era terriblemente contagiosa.
Tardaron casi 23 años en acabarlo y por fin el 17 de noviembre de 1935 abrió sus puertas. Se dividió en dos plantas, la de abajo para todo aquel que aguantaba aún el dolor, los que tenían posibilidades de superar la enfermedad. La de arriba, la primera, para los que ya estaban casi terminales. Para aquellos cuya única solución eran los calmantes para paliar el dolor muscular.
Es ahí cuando empieza su leyenda y comienza a ser un lugar al que temer, donde la gente no quería acabar. Durante meses no tuvieron depósito de cadáveres y se empezó a correr el rumor de que muchos de ellos continuaban con vida cuando los apilaban a la espera de llevarlos al cementerio.
Incluso se comentaba que el señor que los trasladaba pidió dejar su trabajo porque muchas veces oía gritos agónicos dentro de los ataúdes. Al parecer, según la leyenda, se dio por muertos a muchos tuberculosos a los que aún les quedaban horas.
Este edificio que estaba diseñado por Pedro Cerdán y que debía albergar 56 enfermos llegó a tener más de 200 camas. Aquella enfermedad se contagiaba rapidísimo y la agonía era lenta.
Sirvió hasta 1949, cuando se descubre la estreptomicina y la tuberculosis dejó de ser una enfermedad mortal. Pocos fueron los pacientes que se quedaron en Sierra Espuña, porque la recuperación era más rápida y más común y a los más graves se les derivaba a Albacete. El hospital acabó cerrando porque dejó de hacer falta.
Era una construcción bastante grande, de unos 7.000 metros cuadrados, y en ese momento el gobierno decidió transformarlo en un orfanato. Pero mantenerlo era carísimo y ya no era tan útil como años antes por lo que tres años más tarde, en 1962, se cerró.
Durante casi dos décadas intentaron que nadie entrase, incluso en los 80 se intentó restaurar aunque por falta de fondos solo se consiguió renovar una de las alas, pero a partir de entonces no hubo ni vigilancia ni cuidado. Tal y como aseguran en Hispana Nostra, una asociación que estudia los edificios o enclaves con cierto interés cultural en riesgo de desaparecer: "Se hizo una fuerte inversión para reconvertir la antigua casa de cura en un albergue juvenil. No obstante, la falta de presupuesto hizo que sólo se rehabilitase el ala izquierda, quedando el resto igualmente abandonado. Aunque el nuevo albergue se promocionó, apenas tuvo afluencia de jóvenes. Tras varios veranos de decadencia, en 1995, se echa el cierre definitivo. Inicialmente se le puso vigilancia para evitar que fuera vandalizado pero esta fue retirada en 1997".
A partir de entonces, vuelven con fuerza los rumores sobre que estaba encantado. Sobre antiguos pacientes deambulando por sus pasillos. Incluso desde GrupoZero, que estudia este tipo de fenómenos, aseguran que un grupo de militares pasó allí la noche y que a mitad de sueño descargaron un cargador entero contra lo que parecía una mujer vestida de blanco, un fantasma. También que ese fantasma hizo su aparición aquella noche y nunca se fue. Todas estas historias pasaron de la gente de la zona a los blogs sobre apariciones y psicofonías, por lo que no tardaron en acudir grupos con cámaras y micrófonos para "inmortalizar" lo que ellos consideran fenómenos paranormales.
Se convirtió en una de las paradas obligatorias, o más bien en la parada, para todo aquel que creía en apariciones, fantasmas, voces y ruidos del más allá. Incluso el programa Cuarto Mileno acudió en 2013 para realizar un reportaje sobre lo que ocurría allí, donde "los enfermos al los que enterraban con vida seguían sufriendo".
Años más tarde, incluso el gobierno murciano, que siempre ha prohibido la visita al lugar por miedo al derrumbe, lo mencionó como lugar de interés en la semana de Halloween.
"Cuentan que extrañas sombras reflejadas en las fotos, puertas y ventanas que se cierran sin explicación y bandadas de murciélagos que van y vienen, pueden poner a prueba el valor de cualquiera", decía el Consorcio Murcia Turística, perteneciente a la Consejería de Turismo, Cultura y Medio Ambiente, en una entrevista que le dio a la agencia de noticias Europa Press en 2018. Y el año pasado lo incluso en la lista de "Lugares para pasarlo de miedo" de la región, aunque recomendaron no entrar dentro del edificio y solo merodear por los alrededores.
Ahora, en 2021, tampoco hay fecha ni intención de remodelarlo. Y su estado, según Hispana Nostra, es de "ruina". "El vandalismo ha sido tremendo pero la estructura del edificio es buena, sólida. Se cree que podría reconstruirse y usarse como centro de recepción de visitantes de la zona, o para campamentos, o alojamiento rural", aseguran.
Las 200 camas llegaron a estar llenas. Del primer piso salían gritos y quejidos. Lloraban, cansados, agotados, doloridos, los que ya no tenían cura. De la planta baja, risas y esperanza: eran los enfermos leves que aun no sentían dolor en su cuerpo.
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