Es un viaje por siglo XX que termina en Moscú. Comenzó hace tres años con El rey recibe, prosiguió con El negociado del yin y el yang y culmina ahora con Trasbordo en Moscú. Una ruta temporal, geográfica y vital desde la juventud a la madurez con dosis autobiográficas. Eduardo Mendoza ya ha asegurado que será la última parada, que la trilogía no continuará.
Insiste en que la suya es una vida asentada y vivida esencialmente en el siglo pasado, “soy un hombre del siglo XX”, asegura. Por ello ha decidido que el final del siglo será también el punto temporal en el que concluirá la senda literaria de su alter ego, Rufo Batalla.
Su recorrido comenzó en septiembre de 2019. Ahora, en la tercera entrega, Eduardo Mendoza, Premio Cervantes 2016, se oculta tras el Rufo más maduro, más asentado, casado con una rica heredera y en un periodo, finales del siglo pasado, en el que el mundo y España se transforman. La Transición española, la caída del muro de Berlín, el hundimiento de la URSS, la bonanza económica o el tiempo del “desengaño de las ideologías” son algunos de los pasajes que marcan el desarrollo de la novela. Londres, Nueva York, Viena o Moscú como contextos de un tiempo, del espionaje y de la vida familiar integrando un triángulo de difícil convivencia.
Trasbordo en Moscú se desarrolla en un tiempo en el que la transformación social, política y tecnológica se convierte en el motor hacia el nuevo siglo. Mendoza asegura que en Rufo no se debe vislumbrar una autobiografía plena, “no me casé con ninguna rica heredera ni fue espía”, pero sí viví muchas de las experiencias y estuve en los lugares en los que él ha transitado en la vida y que desarrolla la novela.
Caída de la ideología
El escritor catalán transita por la vitalidad del final del siglo en el que desaparecen “las grandes ideas” que durante años movilizaron sociedades completas a las que se encandiló con “las promesas del fascismo, del comunismo” y que se demostraron fracasadas, “y que hoy se han convertido en insulto”. “A finales del siglo pasado desaparecieron las grandes ideas. Ahora, la gente se deja llevar por corrientes, no existente grandes ideologías sino opciones más cercanas al pragmatismo. Incluso se ha producido un impulso a los movimientos religiosos. Caen las ideologías pero suben las creencias”, señala Mendoza.
El tercer libro de la trilogía es hijo de la pandemia, del confinamiento, “al no poder hacer nada he tenido más tiempo reflexionar y me ha permitido un tiempo muy bueno para la escritura”. En Trasbordo en Moscú Mendoza ha querido “dejar constancia” y “revivir” momentos pasados de su vida que le impactaron o de los que fue testigo en primera persona; la Transición española, la caída del Muro, la aparición de los ordenadores.
Un siglo, al menos en su última parte, que cierra con un balance positivo por la transformación que sufrió España, por el auge de los movimientos sociales, los avances en ámbitos como el feminismo, el colectivo gay o el desarrollo de las tecnologías, “diría que ha habido más cosas buenas que malas, otras generaciones no pueden decir lo mismo”.
El 'insulto tabernario'
Con esta novela se despide de Rufo, al que no se ve capacitado ni con ganas de hacerlo avanzar por el siglo actual, “eso se lo dejo a otro que pueda tener más perspectiva de este siglo más adelante”. Ve la España actual más o menos similar a la que él vivió en su juventud durante el franquismo: “Franco lo que hizo fue conducir aquel autocar lleno de mangantes, como ahora, él administraba la finca que ya existía. Hoy hay muchas cosas que están igual que antes”.
Mendoza no oculta sin embargo su malestar con la actual clase política, “no veo ganas de solucionar las cosas, todo se aprovecha para fines sectoriales”. Señala que las crisis suelen ser oportunidades para avanzar y cambiar, “pero en España ahora el debate en el terreno político es de muy bajo nivel, existe un vacío intelectual del insulto barato, de pelea tabernaria. Nos merecemos un poco más”.
Terminado el camino de Rufo, Mendoza se tomará un tiempo de “desintoxicación”: “Cuando termino un libro procuro tomarme un periodo de tranquilidad. Ahora diría que me da cierta pereza escribir novelas, pero ya veremos”.
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