Se fascinaron por carta. Meses y meses de correspondencia donde compartían su admiración por Faulkner, donde uno le recomendaba al otro a Sartre, donde hablaban de libros, de familia, de política. Se destriparon frase a frase y, cuando por fin consiguieron darse la mano, ya no sólo se admiraban como escritores, se querían como "íntimos amigos".
Vargas Llosa y García Márquez fueron dos de los exponentes más potentes del boom latinoamericano. De lo que ellos definieron como el cambio de percepción del lector a todo aquel escritor que venía de su tierra. De la capacidad del novelista de hacer de la escritura su oficio y no su hobby ("Creo de veras que el escritor escribe mucho mejor si tiene sus problemas domésticos y económicos perfectamente resueltos", alegó Márquez). Del momento en el que empezaron a concebirse como un solo pueblo después de siglos haciéndolo como países.
El peruano y el colombiano se unieron por los libros, Vargas Llosa leyó El coronel no tiene quien le escriba y se fascinó y él ya había causado esa misma impresión en Márquez. De ahí a Cien años de soledad y la explosión de Gabo. De ahí a aquel puñetazo delante de todo el mundo que acabó con una de las amistades más fuertes del grupo en el que también se encontraban Julio Cortázar o Carlos Fuentes.
Poco se sabe del porqué de aquel golpe que le fracturó la nariz a Márquez. Dicen que fueron celos, dicen que fueron rencillas políticas. Gabo nunca dijo nada y Vargas Llosa cambia de tema cada vez que le preguntan.
Incluso ahora, que se publica Dos soledades. Un diálogo sobre la novela en América Latina (Alfaguara), queda explícito cómo el autor de La casa verde se tensa en una entrevista en 2017 y responde: "Estamos entrando en terrenos peligrosos, creo que es el momento de poner fin a esta conversación".
Pero ese silencio es lo menos importante de este libro que recoge la impresionante conversación literaria que tuvieron en 1967 en la Universidad Nacional de Ingeniería de Lima, que refleja cómo eran antes del quiebro más sonado del mundo literario, y que narra cómo crearon el poderosísimo boom.
"¿Por qué escribes?", le preguntó. "Para que mis amigos me quieran más", contestó Gabo
El 5 y el 7 de septiembre de aquel año se sentaron García Márquez y Vargas Llosa para abrir en canal a la novela de América Latina. Mario entrevistando a Gabriel, intentando que analizase cada parte de Cien años de soledad, hablando de esa realidad ficticia que aún no se conocía como realismo mágico.
"¿Por qué escribes?", le preguntó. "Para que mis amigos me quieran más", contestó. Y bueno, "tengo la impresión de que empecé a ser escritor cuando me di cuenta de que no servía para nada".
Hablaron de todo. De por qué sus personajes masculinos se llamaban siempre igual, de por qué hacía lo mismo con los femeninos. Él alegó que era algo común en las familias. "Por ejemplo, yo era el mayor de doce hermanos y me fui de mi casa a los doce años y volví cuando estaba en la universidad. Nació entonces mi hermano y mi madre decía: "Bueno, al primer Gabriel lo perdimos, pero yo quiero tener un Gabriel en casa", aseguró.
También de la soledad, de cómo impregnó su obra. Varga Llosa le dijo que era una constante en su literatura. "Incluso el último se llama, precisamente, Cien años de soledad, y es curioso, porque tus libros siempre están muy poblados o son muy populosos, están llenos de gente; sin embargo, son libros cuya materia profunda es, en cierto modo, la soledad". A lo que Márquez le respondió: "No conozco a nadie que en cierta medida no se sienta solo. Creo que el hombre está completamente solo. Es una parte esencial de la naturaleza humana".
Soy un escritor realista porque en América Latina todo es posible, todo es real"
GARCÍA MÁRQUEZ
Y comenzaron a hablar de lo que aún no se había definido como realismo mágico y que les llenaba de arriba abajo. Gabo aseguró que era "un escritor realista porque en América Latina todo es posible, todo es real". Lo defendió diciendo que él prefería creer lo que le contaban a indagar en la veracidad de lo que se cuenta. Que es más verdad la historia que se narra que la verdadera.
Además, aseguró, aunque a esto los expertos en Márquez le dan poca credibilidad, que él escribió el primer párrafo de Cien años de soledad con 17 años. "Luego lo dejé porque no encontré la forma de escribirlo, pero esos párrafos son los que finalmente se publicaron".
Y llegó el momento de meterse en política. ¿Son disruptivas las novelas a propósito? "Siempre, en la buena literatura, encuentro la tendencia a destruir lo establecido, lo ya impuesto y a contribuir a la creación de nuevas formas de vida, de nuevas sociedades; en fin, a mejorar la vida de los hombres", aseguró Gabo que defendía, como Mario, la idea de escribir liberado y libre.
"Con el ejemplo de Julio Cortázar, nosotros creemos que la dignidad del escritor no puede aceptar subvenciones para escribir, y que toda subvención de alguna manera compromete", añadió.
La conversación continuó durante horas. Desgranaron la obra y se desgranaron. Se les vio cómplices, afines, comunes. Pero todo se rompió años más tarde.
Márquez protestó enérgicamente. Yo ya no tuve contacto con él", recordó
VARGAS LLOSA
En sus manifestaciones recogidas en 2017 por El País, Vargas Llosa aseguró que todo se fue al garete por el caso Padilla, en 1971. "Cuando detienen a Padilla (en Cuba) y lo llevan preso bajo acusaciones de que es agente de la CIA, nosotros tuvimos una reunión en mi casa de Barcelona con Juan y Luis Goytisolo, Castellet y con Hans Magnus Enzensberger para armar una carta de protesta. Plinio dijo que había que poner la firma de Márquez y nosotros le comentamos que habría que consultarlo. Decidió poner la firma igualmente. Por lo que yo supe, Márquez protestó enérgicamente. Yo ya no tuve contacto con él", recordó.
Y añadió que García Márquez empezó a hacerse más al régimen cubano. "Mi impresión es que de alguna manera la amistad con Cuba, con Fidel Castro, lo vacunó contra todas las molestias".
Aunque sí que volvieron a tener contacto o debieron de tenerlo porque 5 años más tarde, el 12 de febrero de 1976, cuando ambos salían de la proyección privada del documental Odisea en los Andes, en un cine de México, Vargas Llosa le dio un fuerte puñetazo a García Márquez. "Caí sin conocimiento. Además Mario tenía un anillo con el que me rompió la nariz", aseguró más tarde.
Nunca se supo el porqué pero sí que, desde entonces y hasta la muerte de Gabo, no se volvieron a hablar. Cuando murió, el peruano aseguró: "Descubrir que de pronto soy el último sobreviviente de esa generación y el último que pueda hablar en primera persona de esa experiencia es algo triste".
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