Carmen Rigalt busca entre sus recuerdos de manera desordenada cuando le preguntamos por el pasado. Tiene un pasado cargado de crónicas de la vida social y cultural de España y no le importa saltar de una idea a otra. No le cuesta dar con algo interesante que contar. Acaba de publicar Noticia de mi vida (Planeta), un libro “con un tono memorialístico, pero desordenado. No me propuse escribir mi vida, porque hay parte de mi vida de la que ni me acuerdo”, afirma.
Su adolescencia y su carrera profesional ocupan la mayoría del libro. Después de estudiar periodismo en Navarra se labró una carrera en el periodismo en el que, aunque había sitio para las mujeres, era eminentemente masculino. Empezó en Málaga en el Sol de España, después pasó por Pueblo, Tiempo, Diario 16 y El Mundo. Sus columnas se leen ahora en El Español.
“De noche nos encontrábamos en todos los antros de Madrid, unos bebiendo whisky y otros ligando con gogós y actrices de teatro. Ellos, los reporteros de Pueblo, eran la fauna, y ellas, las gogós de discoteca, eran la flora. Al principio me daba apuro ir con ellos. Al fin y al cabo, yo venía de las monjas mercedarias y de la Universidad de Navarra, y tenía cierta tendencia al aturdimiento, pero también a eso me acostumbré”, relata en su libro. Mujer, joven y tardofranquismo: el machismo estaba en todas partes. "Si había que cubrir un desfile de moda mandaban a una mujer y yo no sabía ni lo que era un bajo".
“Ahora lo que pasa es que estamos abriendo los ojos a cosas que pasaron entonces y que no es que no le diéramos importancia, lo que pasa es que éramos gilipollas, abiertamente gilipollas”, afirma la periodista. “La mujeres hemos tenido algunos problemas. En algunos momentos el acoso y, en otros, el trabajo con los compañeros. Pero eso no sería justo decir que era por ser mujer. Era porque éramos pardillos en general, hombres y mujeres, costaba abrirse paso porque en el periodismo había mucho mamoneo y pisotones”, asegura.
Veranos marbellís
Los recuerdos de Rigalt son estivales. Los veranos le dieron su vida profesional, especialmente en Marbella. “Si me hubiera dado cuenta antes de empezar yo hubiera dicho, yo no estudio periodismo. ¡Voy a estudiar veranos de Marbella! Es de lo que más juego me ha dado”, reconoce. En la localidad malagueña hizo su primera entrevista. “Fue a la Duquesa de Alba y la fotografiamos descalza con los pies en una mesa de cristal. Luego cuando me veía decía ay que entrevista más bonita. Mentira, la entrevista no le había gustado porque decía que a mi ella me caía mal y yo no la había visto en mi vida; era mi primera entrevista. Pero se empeñó y siempre me lo decía. Pero a ella le gustó por lo hippie que salía en la foto”, recuerda.
Sus crónicas se empezaron a asociar a esa sociedad marbellí y los veranos se los pasaba entre crónica y crónica. “El componente famoso en el periodismo de los últimos años ha pintado mucho”, afirma.
"Marbella empezó cultivando el lujo de la cal y la buganvilla, no querían alfombra, ni ascensores"
Foto: I.C.
Diario 16 y El Mundo
“Pedro J. me mandaba muchas crónicas”. La llamada de Pedro J. Ramírez tuvo mucho que ver para que ahora eche de menos haber hecho más reporterismo. “Me llamo Pedro J., me llamó para el Diario 16, que tenía un aire parecido a Pueblo, y montó después El Mundo, pero yo no fui enseguida porque estuve un tiempo trabajando en la revista Tiempo. Los periodistas entonces íbamos y veníamos. En El Mundo he estado muchos años, 25 o 30, no sé. He estado muy a gusto y muy bien, trabajando más en verano que en invierno”.
Habla de El Mundo como de un viejo amigo. “Está más triste y más delgado. A mi me echaron con una patada en el culo y a otros también, claro. Esto siempre es triste, indica que el periódico estaba pasando apuros y necesitaban echar a gente. Todos los finales son jodidos”, concluye.
Los veranos de Marbella también terminaron. Y los famosos ya no son lo que eran. “Ahora llamamos famosos a cualquier cosa. Antes decíamos jet set, que tampoco eran ni jet ni set”. Pero para Rigalt lo importante es que quedan los testimonios de una época que terminó con la llegada de Jesús Gil. “Él quería hacer negocio, quería lo que cualquier constructor: tirar para arriba". Cuenta que Alfonso de Hohenlohe -que fue el germen de la Marbella de la Jet set- le mandó llamar en su lecho de muerte y le confesó que lamentaba mucho lo que había pasado con la localidad malagueña. “Marbella empezó cultivando el lujo de la cal y la buganvilla. No querían alfombra, ni ascensores..”.
Todo ha cambiado: España, Marbella, los famosos y el periodismo. Ella tiene ahora problemas de visión, pero mantiene su olfato profesional. Rigalt volvería a ser periodista: "No sé hacer otra cosa".
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