Sus zapatos acumulan millas con la misma voracidad con la que su ONG, World Central Kitchen (WCK), despacha platos que sacian el hambre en las emergencias del planeta. Decenas de miles de kilómetros y cien millones de comidas después, José Andrés mantiene una voluntad infatigable y parece tener el don de la ubicuidad. A mediados de mes, como un peregrino más, completó en la Plaza del Obradoiro su Xacobeo. Esta semana, acompañó desde Texas en su aventura espacial a Jeff Bezos, que ha donado 100 millones de dólares a la organización que fundó hace once años y cuya labor acaba de merecer el Princesa de Asturias de la Concordia.
“Hay que pensar a lo grande, en lo imposible, aunque no se alcancen las estrellas. Está muy bien soñar”, comenta José Andrés (Mieres, 1969) cuando se le pregunta por su frenético ritmo de vida, allende continentes. Aparte de la filantropía, el cocinero español dirige una treintena de restaurantes en Estados Unidos, el país en el que aterrizó en 1991 y donde es un icono del sueño americano. Andrés es inagotable y tiene la furia de los huracanes a cuyo socorro acude su ONG, fundada en 2010 junto a su esposa Patricia Fernández de la Cruz. El chef, que se volvió enemigo acérrimo de Donald Trump e hizo campaña con Joe Biden, se resta valor en conversación con El Independiente: “Al final de cuentas, yo no llevo mi ONG ni mis restaurantes”. Y ríe.
Soy bastante malo en todo, pero tengo mucha suerte en la vida, que siempre me ha rodeado de gente que es mejor que yo y que me hace mejorar
“Yo soy únicamente una persona y no estoy altamente cualificado absolutamente para nada. Soy bastante malo en todo, pero tengo mucha suerte en la vida, que siempre me ha rodeado de gente que es mejor que yo y me hacen mejorar. Intento ayudarles a ellos a que también tengan éxito en lo suyo, ”, arguye, empecinado ahora en alimentar los estómagos allá donde un desastre lo revuelve todo, desde una explosión a un tornado, de unas inundaciones a una pandemia. “Vi que había que dar respuesta a una necesidad. Mientras hablamos, tengo un equipo desplegado en los pueblos de Alemania y Bélgica afectados por las riadas”, detalla.
Misión, alimentar a un mundo en pandemia
Una de sus últimas proezas se ha obrado en la India, de donde regresó hace unas semanas. En mitad de una salvaje ola de contagios por coronavirus, con hasta 4.000 muertes diarias, el equipo capitaneado por Andrés ha distribuido más de 400.000 comidas a sanitarios y profesionales en primera línea de la crisis. “No estamos para luchar contra el hambre. Para eso hay otras ONG. Nacimos con la idea de la emergencia. Durante esta pandemia hemos trabajado en unos 15 países, incluida España. Nunca me hubiera imaginado que íbamos a tener tanta presencia”, esboza.
Andrés sucumbe a la emoción cuando recuerda algunas de las instantáneas que, en su vuelta al mundo, ha ido reuniendo durante estos dieciséis meses en los que la humanidad ha litigado con la enfermedad y el duelo. “Para mí las escenas más cercanas son cuando comenzamos a ir a los hospitales en marzo de 2020. A hospitales que se quedaban sin comida o a clínicas improvisadas donde el personal iba enfermando. Mi madre y mi padre eran enfermeros y sé lo mucho que estas personas dan”, evoca.
“En esos hospitales me sentía un poco más cercano a mis padres ahora que ya no están con nosotros”, confiesa. Y agrega: “Ver a esas enfermeras trabajando sin parar cuando el Covid estaba en su apogeo y haciéndolo con instalaciones sobrepasadas y sin equipos de protección. Y a pesar de todo eso, acudían cada día al trabajo sin faltar. Son realmente los que han trabajado más que nadie en esta pandemia y es algo que no tenemos que olvidar porque ellos han sido los grandes ejemplos de esta pandemia. Han luchado contra un virus que nadie sabía mucho de él, poniendo no solamente sus vidas en peligro sino las de sus familias también. Yo echaba lágrimas cada vez que iba y los veía”.
Una labor impermeable al desaliento que acaba de sumar un galardón, el Princesa de Asturias de la Concordia. “Lo he recibido extrañado porque me sigo viendo como una persona joven, con muchas ganas de hacer cosas. Y hay un montón de gente haciendo cosas maravillosas en el mundo. Lo considero un homenaje a mi industria y a la gente sin voz que en el mundo entero ha estado dando de comer cuando más se le necesitaba”, indica Andrés.
En los hospitales en los repartía comida me sentía un poco más cercano a mis padres ahora que ya no están. Los sanitarios han trabajado como nadie en esta pandemia
Pregunta.- No podrá no decir que es profeta en su tierra…
Respuesta.- Sí. Creo que un país se hace con el granito de arena que todos aportamos, los que están dentro y fuera. Yo he intentado vender nuestra cocina, turismo y gastronomía y ayudar a pequeños y grandes productores a tener un espacio en EEUU sino en otras partes del mundo. No lo hice para recibir un premio sino porque creo que es la misión de todo ciudadano. Tenemos la responsabilidad de dar de regreso algo. Y yo creo que el trabajo que hacemos todos cada día, el hecho de levantarse e ir a trabajar, ya es la forma de crear un país mejor. Siempre he estado muy unido a España, obviamente a Asturias. Cuando puedo aparezco por allí. La vida va dando vueltas y ahora estoy yendo mucho más a Cádiz porque mi mujer es de ahí. Me fui muy pequeño de Asturias, a los cinco años, y también estoy muy vinculado con Cataluña, donde crecí, o Andalucía, donde paso gran parte de los veranos.
Una treintena de restaurantes en EEUU
Formado en los fogones de ElBulli de Ferran Adrià, Andrés dirige hoy su propia compañía, ThinkFoodGroup, un pequeño imperio donde ha volcado “años de viajes, investigación, experimentación e inspiración” y que tiene como leitmotiv “cambiar el mundo a través del poder de una comida”. “Acabo de abrir 'Jaleo' en Chicago. Vienen dos restaurantes más allí y después Nueva York. Están a tope pero lo que concentra mi atención ahora es intentar ganarle la batalla de una vez por todas al Covid y seguir respondiendo las emergencias”, reconoce. Una misión que cuenta desde esta semana con los 100 millones de dólares que le concedió el fundador de Amazon tras su fugaz aventura espacial.
“También aspiramos a llegar a las estrellas, Jeff. Luchando contra el hambre y las causas del hambre. Porque tanto si estás en el suelo como sobre el mundo, es obvio que nosotros, la gente, somos un solo pueblo. Un planeta compartiendo nuestro pan juntos. Siempre digo que creo en mesas más largas, no muros más altos”, declaró Andrés el martes al recibir la donación. Jamás habría sospechado hace una década una escena tan cósmica, convertido en invitado de la aventura del primer vuelo espacial tripulado de la compañía de Bezos, Blue Origin, una puerta al turismo espacial.
Andrés inauguró su faceta altruista en 2010, prestando ayuda a la escasez de alimentos que provocó en Haití el devastador terremoto. “Pensé que lo normal es que los cocineros nos presentemos en circunstancias así porque lo podemos hacer más rápido, mejor, más eficientemente y utilizar todo este sistema de restaurante que existe en el mundo. Al final somos una gran familia”, reseña. “WCK se basa mucho en esto. Nos gusta trabajar con la gente local. Vamos a ayudar y hacerles mejores y ellos nos hacen mejores a nosotros. Juntos podemos encargarnos de pequeños o grandes problemas, sobre todo, en emergencias”.
Somos una organización todavía joven y pequeña pero estamos en un momento en el que vemos que todo es posible
Su red ha ido engordando al mismo tiempo que asumía nuevos retos. En las explosiones que el pasado agosto desfiguraron Beirut, su red se desplegó en tiempo récord para alimentar a una población traumatizada por un tsunami de cristales y destrucción. “Llevamos 10 cocinas y fue una respuesta que empezamos en una ventana récord de 12 horas”, admite quien lideró la misión libanesa. “Fue muy bonito ver a toda la gente joven saliendo y organizándose tras una explosión que realmente paralizó la ciudad. Fue algo que me llenó mucho. Ayudar con la comida, dando de comer a voluntarios, bomberos y hospitales era lo mínimo que podíamos hacer”.
La organización que estableció Andrés va camino de los cien millones de comidas repartidas en el globo. “Durante la pandemia debemos haber entregado más de 60 millones de comidas”, apunta. “Somos una organización todavía joven y pequeña. La formamos en estos momentos entre 80 y 90 personas. Pero estamos en un momento en el que vemos que todo es posible. Lo único que hay que hacer es proponérselo”, dice con un guiño al empujón sideral que acaba de propinarle el magnate de Amazon.
“Hay mil formas en las que los cocineros podemos ayudar al mundo”, defiende. “Emergencias es un campo pero también debemos trabajar para que haya mercados en las zonas de EE.UU. en las que, por ejemplo, la gente no tiene acceso al mercado de frutas y verduras frescas. Ayudar, por ejemplo, a capacitar a indigentes e intentar darles una forma de pertenecer a la sociedad para que hagan un trabajo digno y tengan el lugar que se merecen a la sociedad. O capacitar a gente que está en la cárcel para que cuando salgan tengan una profesión y puedan trabajar en un restaurante u hoteles. O quizás participar en política y decirle a nuestros gobernantes que hay que dar más importancia a la alimentación”, desgrana
En las trincheras políticas
P.- Me pregunto si ha pensado en alguna ocasión colgar el delantal y enfundarse el traje de político…
R.- Al final del día todos somos políticos. La política es como el fútbol, todo el mundo es entrenador y eso es bueno. En mi vida he votado a tres o cuatro partidos políticos diferentes y lo hice por motivos y en momentos diferentes pensado en las autonómicas, las municipales o las nacionales. Es importante que no nos ceguemos en lo que pensamos. La ideología está bien hasta que no te haces esclava de ella. Cuando la ideología se apodera por completo de ti, acabas siendo una persona que no tiene espacio para el razonamiento y para ver ciertas cosas. Nunca se puede firmar un cheque en blanco con nadie.
La España que veo es un país que se siente más cómodo de pie, comiendo en un bar, que en una mesa, sentado con mantel
P.- ¿Cómo ve España desde EEUU?
R.- La veo como un país lleno de oportunidades y posibilidades. Los españoles somos gente muy diversa y variada en un país pequeño y con diferentes acentos y lenguajes. Un país con una riqueza gastronómica importante e impresionante, que es parte de nuestro ADN y que tiene mucho que aportar al mundo. Es un país que tiene que darle oportunidad a la gente joven para que pueda alcanzar el límite de lo imposible y que hay que ayudar a que todos esos jóvenes vean España con esperanza y que les demos la oportunidad de contribuir a crear un país todavía mucho mejor. A lo largo de nuestra historia, los españoles siempre hemos sido muy creativos y un país influenciado por muchas culturas y eso nos hace muy ricos y tenemos que aprovecharnos de esa riqueza histórica y cultural. Esa es la España que veo, la que se siente más cómoda de pie, comiendo en un bar, que en una mesa, sentada con mantel.
P.- Una de las últimas polémicas patrias tiene al consumo de carne y las declaraciones de un ministro como detonante…
R.- Ser ministro puede ser difícil. Nadie discute que hay que lograr una sociedad que coma más verduras y frutas y tenga una dieta más equilibrada pero eso se puede conseguir perfectamente sin hacer una campaña para que se consuma menos carne. La industria ganadera española genera mucho empleo y riqueza en los medios rurales, que exporta mucho y esa riqueza que genera ayuda a que España sea mucho mejor. Las intenciones del ministro podían ser correctas, la forma de expresarlo no fue la idónea. Hay que comer más fruta, verduras, cereales, lentejas y garbanzos pero sin dejar de apostar por lo que nos da el mar y la tierra, con esos corderos, esos lechales, ese vacuno y ese porcino que tenemos. Si se hacen campañas, tienen que ser siempre campañas a favor de algo mejor, no en contra de un grupo.
Andrés habla con una pasión arrolladora, la misma con la que se opuso a Donald Trump durante sus cuatro años en el despacho oval, con un litigio judicial de por medio después de que, a raíz de los comentarios racistas del magnate, se negara a abrir un restaurante en uno de sus hoteles. “Aún es pronto pero el comienzo de Joe Biden ha sido bueno. Viene con otra actitud, mucho más conciliadora y está ejerciendo de presidente para todos los americanos, no solo para los que le votaron. Está siendo respetuoso con todos, que es lo mínimo que se le puede pedir a un presidente. Reagan, Bush y Obama lo fueron. Biden es aire fresco”.
El chef trotamundos no discrimina trincheras. En política se codea con Michelle Obama e hizo campaña activamente por los demócratas, compartiendo espacio con Biden o Kamala Harris. “Fue la primera vez que un candidato en una campaña presidencial le dedicó una hora a la alimentación. Yo participé en ese diálogo sobre cómo a través de la alimentación mejorar América y el mundo”, narra. “Queda mucho por hacer. Tenemos unos cincuenta millones de personas que padecen hambre. Necesitamos que los países ricos estén a la altura y de una vez por todas evitar guerras que nadie se explica ni por qué suceden y que provocan que millones de personas sufran”, dice quien ya figuró en 2019 entre los aspirantes al premio Nobel de la Paz. “Es un tesoro nacional y ahora mundial. Una de las personas más especiales que he conocido”, ha asegurado el ex presidente Bill Clinton. “Lo único que me preocupa es que no invierte tiempo en cuidarse. Trabaja mucho y no quiero que se queme”.
Lo que realmente tenemos que conseguir es que en un planeta en el que se lanza tanta comida a la basura, todo el mundo pueda alimentar a su familia
P.- Cuando vuelve de una emergencia, no sé si ha tenido alguna vez la sensación incómoda de abismo que separa el hambre de los que pagan cientos de dólares por un plato…
R.- El mundo siempre ha sido así. Tampoco creo que haya que sentirse mal por abrir un día una botella del mejor vino o comer cigalas. Lo que hay que preguntarse es qué es lo que tenemos que hacer en un planeta que produce tanto para que haya gente que no tenga nada. La lógica te diría que al final es el sistema de distribución. Tenemos que conseguir realmente que en un planeta en el que se lanza tanta comida a la basura, todo el mundo pueda alimentar a su familia, que tenga derecho a tener retrete en sus casas y al acceso al agua. Como humanidad en eso estamos fallando. Tenemos que preguntarnos qué estamos haciendo mal para que tengamos gente desplazada por la guerra y que decide arriesgar sus vidas y las de sus hijos para cruzar el Mediterráneo o cruzar el desierto en el sur de Estados Unidos y aspirar a un mundo mejor.
Dicen que la infancia es la verdadera patria. Y Andrés reivindica los sabores de la suya, tan unidos a su decisión de vivir y sentir, sin límites ni fronteras, entre fogones. “Tengo dos platos que me acompañan. Las croquetas, por supuesto, que hacía mi madre con cualquier resto, con lo que hubiera en la cocina a fin de mes. Podía llevar huevo o un pedazo de jamón medio seco que había en el papel de aluminio. Y el otro son unos pimientos que estaban increíbles. Unos pimientos rojos asados, pelados con mucho cariño, con un pequeño sofrito de ajo y aceite y luego agua, hervido lentamente hasta que quedaban todavía más melosos. Y al final unas gotas de vinagre de Jerez. Esos pimientos, tanto en frío como en caliente, son aún hoy uno de mis manjares”, concluye el hijo de enfermeros que sacia el hambre allá donde los estómagos lloran.
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