En la orilla de la playa, durante un ingreso en el hospital o incluso sentado en la taza del váter. ¿Quién no ha disfrutado de la diversión que supone tratar de adivinar el número que se encuentra en una de las cuadrículas de un Sudoku? Pensar en esa cifra que no puede repetirse en la columna y fila en la que se encuentra ha supuesto para millones de personas un momento de desconexión de los problemas de alrededor. Ya sea en su versión en papel o digital, este juego se ha convertido en uno de los pasatiempos favoritos a nivel mundial.
El japonés Maki Kaji es el responsable de que cualquiera sea capaz de centrar su atención en lograr rellenar exitosamente todas las casillas que conforman la cuadrícula de bloques de 9x9, así como de la sensación de satisfacción al conseguirlo. Sin embargo, los amantes del Sudoku están de luto: ayer se hacía pública su muerte, siete días después de que el fundador de uno de los puzles más populares - y del que, a pesar de ello, obtuvo unos beneficios económicos muy bajos en comparación con su fama - falleciese a los 69 años a causa de un cáncer de hígado.
Nikoli, el inicio de un gran éxito
Japón firmaba junto con las potencias aliadas de la Segunda Guerra Mundial el Tratado de Paz de San Francisco el mismo año que el país vio nacer al creador del Sudoku: 1951. Desde una edad muy temprana Kaji mostró un gran interés por los pasatiempos. «Él nos contaba que siempre le ha gustado jugar, pero en solitario», comenta a El Independiente el presidente de la asociación de juegos de mesa Jugamos Todos, Jesús Torres Castro.
Jesús tuvo la oportunidad de conocer a Kaji personalmente en el Festival Internacional de Juegos Córdoba 2009, un encuentro en el que el japonés charló acerca de sus inicios y de su posterior éxito profesional. «Hacer puzles y crucigramas es lo que más disfrutaba. Desde joven estuvo inventando pasatiempos hasta que pudo montar su empresa para publicar los juegos que creaba», recuerda el presidente de la asociación.
La empresa a la que Torres hace referencia es Nikoli, una revista de puzles que Maki Kaji fundó en agosto de 1980 junto con dos de sus amigos de la infancia tras su fallido paso por la Universidad de Keiō (Tokio). El nombre de esta publicación - la primera de este estilo en el país - se lo debe a su más célebre fundador que, además de un apasionado de los pasatiempos, también adoraba las apuestas deportivas. Tanto es así que, tal y como él mismo reconocía en un campeonato de Sudokus en 2008, Nikoli era el nombre de un caballo por el que solía apostar. Su empresa, esperaba, se convertiría en su caballito ganador.
El Sudoku, antes de serlo
El que Maki Kaji sea conocido como 'el padrino' y no 'el padre' del Sudoku tiene sus motivos. La existencia de este puzle se remonta tres siglos atrás, cuando el concepto que hoy conocemos del pasatiempo fue inventado por Leonhard Euler, un matemático de la Suiza del siglo XVIII. Sin embargo y como recoge The New York Times, sus orígenes podrían llegar a ser mucho anteriores, procedente de China y de su expansión hasta tierras árabes entre los siglos VIII y IX.
Aunque sus primeras publicaciones en periódicos se remontan al siglo XIX en Francia, Kaji encontró por primera vez este juego bajo el nombre de Number Place en 1984. Su responsable, el arquitecto estadounidense Howard Garns, es considerado el creador del puzle como forma de entretenimiento durante los años 70.
Con el hallazgo de Number Place en la revista estadounidense Dell Pencil Puzzles and Word Games, Maki Kaji pensó que aquel juego tenía mucho potencial. Así, decidió ponerse manos a la obra para mejorarlo y poder incorporarlo a Nikoli. «(Kaji) le añadió una serie de reglas que, desde su punto de vista, conseguían que el juego fuese más armonioso», añade Jesús Torres. Entre las nuevas reglas incorporadas, Kaji establecía que la solución para cada cuadrícula fuese única - evitando de esta manera los conocidos como 'Sudokus tóxicos', que son los que tienen más de una posibilidad y, por tanto, son irresolubles - o que tuviese una estructura simétrica.
Ya con los cambios realizados para contar con un juego de éxito, Kaji no estaba convencido con el nombre original que el pasatiempo había recibido. Buscaba algo más atractivo y descriptivo, además de que estuviese en japonés, cuando por fin encontró el nombre perfecto: 'Suji wa dokushin ni kagiru' ('Los números deben estar solos').
«Algo largo para ser el nombre de un juego», debieron de pensar sus socios, quienes le pidieron algo más corto. Años después Kaji revelaba que el nombre final por el que todos conocen al puzle, 'Sudoku', es el resultado de la abreviatura de la frase inicial; decisión que tomó rápidamente para poder irse a apostar a una carrera de caballos a la que ya llegaba tarde.
De Japón al mundo
El Sudoku alcanzó una gran popularidad entre los japoneses poco después de su lanzamiento a través de Nikoli a mediados de los 80. Ante el creciente interés de los habitantes de su país por el juego, su fundador propuso a medios ingleses o estadounidenses publicar en ellos el divertido pasatiempo a finales de los 90. No obstante, tal y como indican desde el New York Times, inicialmente a nivel internacional no resultaban especialmente interesados en el puzle.
Los 2000, a pesar del traspiés del Sudoku al intentar expandirse en los 90, supusieron el lanzamiento hacia el estrellato del pasatiempo. El londinense The Times incorporó el juego por primera vez en 2004, después de que un turista neozelandés descubriese en un diario japonés el puzle mientras se encontraba de vacaciones. Tal fue el éxito de su descubrimiento que, de un año para otro, cuatro diarios británicos habían decidido contar con el Sudoku entre sus páginas.
La locura por el puzle se traspasó al resto de continentes poco tiempo después de forma vertiginosa. «Es muy fácil de entender, era fácil iniciarse, sus reglas son mínimas para comenzar a jugar. Los métodos de resolución también son múltiples y cada persona podía poner en práctica su manera particular de resolverlos», responde el presidente de Jugamos Todos al preguntarle acerca de la fama del pasatiempo. «Y es un juego universal a la hora de compartirlo, pues al contrario de otros juegos o pasatiempos no depende del idioma, solo importan los símbolos (números) en la cuadrícula», remata Torres Castro.
La celebridad internacional de la que el Sudoku gozaba llevó incluso a que se comenzasen a celebrar campeonatos tanto a nivel nacional como global a partir de 2006. Con este motivo, Kaji tuvo la oportunidad de viajar por una treintena de países difundiendo sus conocimientos y dando a conocer la historia del puzle.
La gran fortuna que Maki Kaji nunca amasó
Indudable era que el Sudoku había sido acogido con los brazos abiertos por todo el globo terráqueo, lo que dejaba entrever las enormes cantidades de dinero que Kaji podría haber ganado con el juego al que le había dado nombre. Sí, 'podría', porque nunca llegó a ser así. Kaji no había registrado Sudoku como marca comercial fuera de Japón, lo que significaba que cualquier medio extranjero podía (y puede) utilizar este nombre y comercializarlo libremente.
A pesar de ello, en una entrevista a The New York Times, Kaji aseguró no importarle haber perdido tantísimo dinero por no haber registrado la marca a tiempo: «Somos prolíficos porque lo hacemos por amor a los juegos y no por el dinero» decía el que llegó a ser considerado como uno de los hombres más influyentes del mundo.
Hoy, el mundo dice adiós a la persona gracias a la que tantas horas muertas han resultado algo más amenas. Y, aunque con un poder adquisitivo muy por debajo del que le hubiese correspondido, Maki Kaji moría tras una vida profesional cargada de admiración hacia su persona y enormes victorias personales y profesionales.
«Él contaba que ya había hecho en la vida lo que le gustaba, que era poder trabajar en el sector de los juegos. Había dejado la empresa en manos de otras personas que se encargaban de la parte administrativa, y él se dedicaba a lo que más le gustaba: viajar, crear juegos por gusto, comer, beber y apostar» recuerda Jesús Torres de su conversación durante el campeonato de Sudoku de Córdoba en 2009 con Kaji.
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