El Dalai Lama, Lola Flores, Orson Welles y Mijaíl Gorbachov tenían algo en común. Compartían una coincidencia, la de haberse alojado al menos una vez en su vida en las estancias del Alhambra Palace. La imponente mole domina la fachada sur del complejo monumental granadino, con su color naranja galatea original. Uno de los hoteles con más solera de España que desde este miércoles suma a sus 111 años de existencia la hazaña de haber superado el revés de una pandemia. Tras 18 meses de riguroso cierre, uno de los iconos de la ciudad nazarí regresa remozado, restañadas las heridas de su armazón.
“Tuvimos que cerrar el 18 marzo de 2020 y no hemos podido volver a abrir hasta ahora”, reconoce Ignacio Durán, director de ventas del Alhambra Palace. Es una mañana de finales de agosto y Durán, una de las almas del establecimiento, se mueve por las salas del hotel supervisando los últimos preparativos. En la calle, una cuadrilla de obreros finiquita las tapias y el nuevo asfaltado de la plaza. Intramuros, un ejército de limpiadoras retira el polvo de los exquisitos salones que, fieles a su esencia primitiva, rezuman Alhambra. El Independiente es uno de los contados medios que han accedido al negocio durante esta prolongada hibernación.
“Intentamos abrir antes en varias ocasiones pero fue imposible. La falta de demanda era absoluta. El nuestro es un hotel internacional y de larga distancia. Nuestros clientes están en EE.UU., Australia u Oriente Medio”, señala el director comercial desde la terraza, un balcón abierto a la ciudad que se despliega colina abajo, por el barrio del Realejo, enmarcada por las cumbres de Sierra Nevada y la inmensa vega. “Hemos intentado aprovechar el tiempo de cierre lo mejor posible para que, ahora que abre, el hotel sea mejor de lo que dejamos”, advierte.
Paso por quirófano
Ha habido algunas dificultades. A veces, cuando abres, te encuentras que algunas partes están peor de lo que imaginabas
IGNACIO DURÁN, DIRECTOR DE VENTAS DE ALHAMBRA PALACE
Una promesa que se pone de largo este primero de septiembre, tras superar la contrarreloj final. “Ha habido algunas dificultades porque, cuando abres una zona para restaurarla, a veces te encuentras que algunas partes están peor de lo que imaginabas”, admite Durán. “Es un edificio que tiene una estructura de hierro, uno de los primeros en Andalucía. Un armazón que ha habido que reformar, especialmente en la torre”, detalla. El inmueble -una suerte de trasatlántico que reúne en su esqueleto una réplica de la Torre del Oro de Sevilla y de las murallas de Ávila- dispone de 108 habitaciones, todas exteriores, en la milla en la que los sultanes del reino nazarí levantaron su Arcadia arquitectónica, un maravilloso conjunto de palacios, jardines y alcazaba.
“Cuando se abre en 1910 es un rascacielos de seis alturas sobre la colina, teñido de un color que denominamos naranja galatea, que en principio se inspira en el posible color original de la Alhambra”, indica Durán. “En su exterior es un edificio militar y masculino, que equivaldría al dios Marte. Sin embargo, su interior, como corresponde también a la filosofía del arte musulmán, es una sorpresa, un barroquismo de la Alhambra, con un estilo neonazarí muy singular. Un interior femenino que corresponde con la diosa Venus”, arguye nuestro cicerone.
Sólido y defensivo por fuera. Delicado y henchido de detalles por dentro. Un bien de interés cultural al que la propagación del coronavirus vació de peregrinos y le dio, en cierto modo, un respiro. “Hemos conseguido volver a colocar los azulejos originales en la linterna de la cúpula de la torre. Ha sido una obra de restauración arquitectónica. Hemos intervenido en el muro principal del edificio, su gran muro de carga, un trabajo muy complejo”, esboza Durán. “Es un tipo de restauración denominada mortero de cal que ya no se usa y que nosotros seguimos empleando porque son los materiales originales”.
El gigante que dormita en un costado de la colina de Al Sabika, dominando la ciudad y frente a los barrios del Albaicín y el Sacromonte, vuelve por sus fueros. Sus paredes huelen aún a pintura fresca y su restaurante espera al comensal con nuevos sabores. “Hemos realizado una renovación que hubiera sido muy complicada completar abiertos, con clientes”, confiesa Durán. “Han sido dieciocho meses, un período largo e inesperado. Cuando vimos que el cierre iba para largo optamos por llevar a cabo esta importante renovación arquitectónica y una reforma tecnológica digital total”.
Ligado al negocio desde hace más de una década, Durán gestiona hoy las ventas de un hotel fundado por el duque de San Pedro de Galatino, Julio Quesada-Cañaveral y Piédrola, “un auténtico visionario que pensó que el turismo sería una industria de futuro”. “Es uno de los primeros hoteles de lujo que se hicieron en España y probablemente el cinco estrellas más antiguo en activo del país”, reseña. La cuarta y quinta generación de herederos del aristócrata siguen siendo, al menos en parte, los dueños del hotel, que en 2017 obtuvo su quinta estrella.
“En sí mismo, el edificio tiene un alto valor histórico y también artístico, porque es una pieza historicista. Se diseña a principios del siglo XX y el duque trae a Lowet, que había planeado la Giralda de Chicago. El duque, no obstante, tenía su propia idea y su amigo Modesto Cendoya, que ya era entonces el arquitecto conservador de la Alhambra, intervienen en el diseño del edificio”, relata Durán. Sito en el número uno de la plaza Arquitecto García Paredes, fue inaugurado por Alfonso XIII. "Cendoya llevó a cabo los ensayos de la restauración del patio de los Leones en el salón Árabe del hotel, con los mismos moldes que se colocaron en el recinto de la Alhambra".
Siete vidas y la enésima resurrección
El Palace ha conocido siete vidas. Desde su inauguración fue casino, el verdadero filón, hasta que en 1923 Primo de Rivera prohibió el juego. Alcanzado por el cataclismo de la Guerra Civil, transfiguró sus salas en hospital de campaña. “El duque falleció tres días antes de que estallara la guerra. Las monjas a las que su viuda cedió el espacio pintaron en la azotea del edificio unas cruces rojas que probablemente evitaron que fuera bombardeado”, narra Durán, ligado sentimentalmente a este período. “Mi abuelo fue uno de aquellos doctores. Tengo una foto de él junto a mi padre en el hall del hotel el día que acabó la guerra en 1939”, desliza. El hotel reabriría tres años después, en plena posguerra.
Las monjas del hospital pintaron en la azotea del edificio unas cruces rojas que probablemente evitaron que fuera bombardeado
Sus ilustres huéspedes componen una lista interminable de nombres que levantan acta de un tiempo que ya se esfumó y sus vicisitudes. En “Hotel Nirvana”, un recorrido por los hoteles míticos de medio mundo, Manuel Leguineche hace parada en Granada. “Sartre y Simone de Beauvoir se hospedaron en el Alhambra de Granada antes de la guerra civil”, escribe el reportero. “El libro de oro del hotel es brutal, reflejo de la actividad que tuvo Granada durante el siglo XX”, confiesa uno de sus principales albaceas.
“Por aquí han pasado todas las casas reales de Europa y Oriente Medio. Tenemos una relación muy fuerte con la Casa Real española. Todos los presidentes del Gobierno de la democracia española se han hospedado aquí, así como políticos internacionales como Charles de Gaulle o Mijail Gorbachov”, comenta. “Se convirtió desde el primer momento en centro neurálgico de la ciudad granadina y de su cultura. Federico García Lorca fue un grandísimo amigo de esta casa. Presentó aquí el concurso de cante jondo”, recuerda Durán.
Historia viva, de Hollywood a la noche de bodas
Las estrellas de Hollywood también desfilaron por sus pasillos, ricamente adornados con yesería y mocárabes, a la altura del mejor decorado del otro lado del Atlántico. “Existe una foto tomada en 1920 en esta terraza de Mary Pickford y Douglas Fairbanks, las grandes estrellas del cine mudo, lo que hoy serían Brad Pitt y Angelina Jolie”, indica Durán. “Después han pasado por aquí desde Orson Welles hasta Anthony Queen, pasando por Henry Fonda, William Dafoe o Sofia Loren”.
Lejos de los focos de las multitudes pero igual de inspirador, el hotel ha sido el escenario de miles de acontecimientos privados, pequeños grandes instantes de vida. Durante décadas sus habitaciones fueron el destino de la noche de bodas de los granadinos. No existía intriga alguna. “Aquí se han celebrado las bodas más sonadas de esta ciudad durante más de cien años. En muchas casas de la ciudad se exhiben fotografías de celebraciones en el Palace”, precisa Durán, esperanzado con la vuelta, mecida por la lenta reactivación económica.
“De Asia y Oriente Medio no tenemos expectativas para este año. Reino Unido y EEUU, en cambio, se están animando”, recalca. “No perdemos el ánimo porque merece la pena. Este hotel significa mucho para la historia del turismo. Siempre digo que no queda nadie ya en Granada con más de 111 años. Nadie ha nacido sin ver este paisaje, con la presencia imponente del Alhambra Palace en el horizonte”.
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