Casi nada se le resiste. Ya sea un Dalí, un Picasso, un Van Gogh, unas piedras visigodas o dos moles de la envergadura de los caballos de bronce favoritos de Hitler cuyo rastro se desvaneció en el bombardeo de Berlín, hace siete décadas. Su olfato e instinto de sabueso le han valido el apodo de “Indiana Jones” del mundo del arte. El holandés Arthur Brand es un tipo duro de roer, capaz de sumergirse en los ambientes del hampa en busca de pesquisas con tal de recuperar un cuadro o una joya robada hace años, todos -sin distinción- dosieres desahuciados por la policía.
“Hay buenos traficantes de arte, la mayoría, pero también hay otros que son pura mafia. Según la propia CIA, el del arte robado es el cuarto negocio criminal más grande del mundo. Hablamos de billones. Mucho dinero y también muchos criminales”, confiesa Brand en una entrevista con El Independiente. El holandés, de profesión detective de arte, luce una retahíla de galones. Las obras que ha ido recuperando en su carrera sobrepasan el valor de los 220 millones de euros. Hasta la fecha, su caso más exitoso es el hallazgo de las estatuas de “Caballos al galope”, obra de Josef Thorak, dos colosos que una vez adornaron la escalinata hacia el jardín de la fachada trasera de la cancillería de Hitler.
Fue una búsqueda de locos. Quién podía sospechar que, más de 70 años después, aún existían los caballos. Lo más raro fue ese mundo oculto de neonazis y espías del KGB
Su detectivesca investigación, a partir del soplo de un viejo ladrón de arte, centra “Los caballos de Hitler”, recién publicada por Espasa. Una obra que se lee como una novela de espías pero que es fruto de sus encuentros con neonazis, descendientes de dirigentes del Tercer Reich y generales rusos. Una cacería que concluye cobrándose la pieza mayor, dada por destruida o extraviada. “Fue una búsqueda de locos. Quién podía sospechar que, más de 70 años después, aún existían los caballos. Lo más raro que vi fue ese mundo oculto de neonazis y espías del KGB. Imagínate comunistas y nazis haciendo negocios”, balbucea mientras su rostro dibuja una mueca de satisfacción.
“Es un mundo en el que se mueven millones, tal vez billones, cada año. No existe una época que interese tanto a la gente como la II Guerra Mundial y el problema es que en los museos no se ve muy a menudo. Es una pena, porque la historia es la historia, no se puede borrar. Hay que enseñarla”, dice Brand con su español moldeado en el sur. “Es que esos caballos lo vieron todo. A veinte metros de esos caballos se declaró la II Guerra Mundial y a otros veinte metros está el búnker donde se suicidó Hitler. Tienen una significación simbólica enorme”.
La lista de obras robadas
El desenlace feliz a la búsqueda de Brand por los bajos fondos de lealtades nazis y malhechores no es su único desvelo. Brand no vive de sus viejas glorias. Uno de los detectives de arte más reputados del planeta comparte con El Independiente parte de su lista de casos abiertos. “En mi cuarto de trabajo tengo una lista. Son hasta quince casos. En algunos llevo trabajando ya diez años. Imagino que los que más te interesan son los de España. Es un país que tiene tanta historia… Tiene mucho arte y también muchos ladrones. Han desaparecido muchas cosas”, esboza.
Entre los tesoros alcanzados por el hurto, figuran dos cuadros de Francis Bacon que fueron sustraídos en 2015 de la vivienda de un amigo del artista, José Capelo, en el centro de Madrid. “Fue el mayor robo de arte contemporáneo de la historia de España. Fueron robados cinco cuadros y la policía encontró tres pero aún faltan dos. Yo me di cuenta de que la gente que los tiene los intentó vender en el extranjero”, comenta. Brand recibió un vídeo que compartió en su cuenta de Twitter en el que los ladrones exhiben las obras sobre una cama de una habitación, tal vez de hotel, con un armario y una cajonera demodé. Exigían cuatro millones de euros por cada cuadro.
La petición de ayuda que Brand adjuntaba a esos fotogramas no ha surtido efecto. “Temíamos que acabaran en el extranjero y, al publicar el vídeo, esperábamos que alguien en Madrid nos hubiera llamado diciendo: 'está ahí'; pero no ha sucedido. Yo sé quienes lo tienen. Pero qué le vamos a hacer. Saber quién tiene esos cuadros no significa que puedas cogerlos. ¿Qué pruebas tenemos salvo un vídeo? Algún día encontraremos las obras. De eso estoy seguro”, maldice, un tanto resignado por la ausencia de progresos.
En su relación de imposibles, se cuenta también un Picasso. “Picasso hizo tantas obras de arte, casi una al día, que es el pintor más robado y falsificado de la historia. Existen mil y pico Picassos robados. Hay algunos bastante importantes, uno de ellos lleva desaparecido veinte o treinta años. Y tengo una pista sobre uno. Pero no te puedo decir cuál es porque no quiero informar demasiado. Nunca se sabe quién está viendo esto”, arguye cauteloso. De los quince solo accede a proporcionarnos los detalles de siete de las piezas que persigue. Del resto guarda a buen recaudo sus títulos.
“Se dice que algunos Picassos fueron destruidos por los nazis porque no les gustaba el arte moderno. Ya sabemos que aseguraban haberlos destruido y no lo hacían. Hace unos años se encontró en Múnich unos miles de cuadros de arte moderno que pensábamos que los nazis habían destruido. Quizás están por ahí, en un túnel o debajo de la cama del hijo de un nazi”, barrunta Brand. “Hay un Rafael que continúa perdido y es su obra más famosa en paradero desconocido. Hay gente que sostiene que aún existe. Yo tengo una pista pero es todo lo que puedo decir de momento”.
-¿Cómo desarrolla su investigación?
-Imagina que hoy se produce el robo en un museo. Primero veo el modus operandi porque, cuando tienen éxito, los ladrones lo hacen exactamente igual la vez siguiente. Normalmente dejo que la policía haga su trabajo durante los primeros dos años. Yo no quiero estar por medio. Pero cuando pasa el tiempo e informan de que no tienen pistas, entonces llega mi turno. Empiezo a estudiar el caso, hago llamadas y se abre la gran esperanza. A veces hay que esperar dos, cinco o más años. Me ha pasado que después de diez o quince años alguien me llama y me dice: '¿No estabas buscando un Van Gogh o un Picasso? Pues me lo ofrecieron en Dubái o Madrid'. Entonces tengo una pista y empiezo a buscarlo, normalmente informando a la policía.
"Hay un Rafael que continúa perdido y es su obra más famosa en paradero desconocido. Hay gente que sostiene que aún existe. Yo tengo una pista pero es todo lo que puedo decir de momento"
FOTO: Listado de obras robadas que Brand investiga, proporcionada a El Independiente
"Busto de mujer", su otro éxito
Un método que hace dos años le llevó hasta el escondite donde agonizaba “Busto de mujer”, una de las obras más preciadas de Picasso. “Picasso nunca la vendió. La guardó en su cuarto hasta que murió. Luego la vendieron a un jeque, que lo tenía en su yate en Francia cuando fue robado en 1999. Hace dos años apareció en el mundo criminal de Holanda. Yo logré recuperarla y para entonces valía setenta millones de euros”, rememora. Antes de entregarla a su propietario, pasó una noche contemplándolo. “Lo puse en mi pared, donde ahora tengo una copia. Fue impresionante tener un Picasso. Fue un momento casi religioso y mágico”.
El jeque no me ha enviado ni un email ni una botella de champán pero la noche que tuve el cuadro colgado en mi casa vale mucho más
Es la única recompensa que ha recibido por desentrañar el hurto y rescatar la joya del malagueño. “No he recibido un e-mail ni una botella de champán. Nada. La gente me pregunta cómo puede ser eso. Yo les respondo: 'gran parte de los ricos amasaron una fortuna por no compartir nada'. Pero les devolví 70 millones de euros. La compañía de seguros me pagó algo por mis honorarios pero el jeque ni me ha llamado ni me ha invitado a su yate”, replica Brand. “Tuve una noche el cuadro colgado en esta pared. Eso vale mucho más, créeme”.
-¿Quiénes son hoy los principales clientes de arte robado?
-En las películas de Hollywood siempre se ve a un coleccionista rico que tiene un Picasso en la pared mientras se fuma un puro pero esa gente no existe. Si tienes dinero para comprar un Picasso, por qué comprar uno que no puedes enseñar a los amigos ni vender. La policía se disfraza de esos coleccionistas para cazar a los ladrones, que terminan en la cárcel. Lo que sí se hace con ese arte robado es usarlo como método de pago en el mundo criminal. Si uno quiere comprar unos tantos kilos de cocaína o heroína y no tiene suficiente dinero, a veces entrega un cuadro robado que puede valer 10 millones de euros. A veces los clientes son narcos o la mafia italiana y lo usan luego para reducir la sentencia. Si alguna vez los cogen, llegan al juez y les comentan: 'tengo dos Van Gogh robados. Si los entrego, quiero que me reduzcan la pena'. Es algo muy peligroso”.
Una cacería contra el tiempo
El detective rezuma realismo. Parte de la convicción de que “solo el diez por ciento del arte robado lo volvemos a ver”. “Lo demás jamás será recuperado porque optan por quemar las piezas o van de mano en mano. En un museo, por ejemplo, un cuadro de Picasso está controlado. Se regulan el clima o la luz. El Picasso que yo encontré tras veinte años estaba a punto de desmoronarse. El experto que lo examinó decía que, si hubiera llegado dos años más tarde, el cuadro ya no existiría. Por fortuna, se ha podido restaurar”.
"Hay que tener contactos entre los criminales. Yo los llamo y no siempre me ayudan. Hay que sentarse con gente que no son precisamente ángeles"
FOTO: Arthur Brand y el caballo en miniatura de Josef Thorak / Eline Bootsma
Para desempolvar las obras que se esfumaron, Brand recurre a veces a métodos que algunos calificarían de poco ortodoxos. Hace unos meses usó su cuenta de twitter para enviar mensajes públicos a Georges, un ladrón griego. “Fue el mayor hurto de la historia de Grecia. En 2012 robaron un Picasso de la Galería Nacional de Atenas y el tío que lo hizo llegó a Holanda y se enamoró de una mujer. Y para hacerse el chulo le contó la historia. Le dijo que había robado un Picasso en Atenas. Era una mujer normal, se puso nerviosa y me llamó. La policía griega acabó recuperando el cuadro pero Georges también le había confesado que tenía un cuadro robado en Holanda. Eso es lo que intento ahora averiguar”.
En alguna ocasión cuando le insisto a un mafioso, vienen sus guardaespaldas y me largo. Qué voy a hacer. Tampoco soy un superman
En otras ocasiones, la tarea detectivesca implica compartir mesa con una banda de rufianes. “Es que el arte robado no se encuentra en posesión de un cura o un dentista”, bromea. “Hay que tener contactos entre los criminales. Yo los llamo y no siempre me ayudan. Hay que sentarse con gente que no son precisamente ángeles. Y están frente a mí dos o tres hombres grandes sin cuello y yo les digo que sé que tienen un cuadro en concreto. Empezamos una negociación con la esperanza de pensar una manera de encontrar el cuadro. A veces funciona, otras no”, indica Brand.
Su mayor premio, reconoce, es el agradecimiento de los aficionados al arte. “Los dueños de esos cuadros suelen hacerlo para invertir su dinero y ni siquiera están interesados en el arte. Pero la gente normal que va a los museos y admira las obras me escribe a veces un correo dándome las gracias. Su gratitud vale mucho más”, precisa este detective sin gabardina ni lupa. “En el pasado recibí alguna que otra amenaza pero ya no tanto. Yo voy detrás de un cuadro robado, no me interesan las drogas. Eso me permite sobrevivir. Yo sé lo que me hago. En alguna ocasión cuando le insisto a un mafioso, vienen sus guardaespaldas y me largo. Qué voy a hacer. Tampoco soy un superman”.
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