Ni mujeres subidas a una escoba, ni hechizos o tules negros que invocan aquelarres satánicos. ¡Brujas!, lejos de la imaginación contemporánea, es la denuncia al maltrato a las aldeanas ancianas y a la participación, cuando no implicación directa, de la iglesia católica en la tortura, sadismo sexual y asesinatos a miles de mujeres acusadas de brujería. Y es que ¡Bruja! no es hoy un personaje de cuentos, novelas o películas, sino la exposición que presenta en Eibar la Asociación Internacional de Mujeres Artistas EmPoderArte: «En el imaginario colectivo todavía hoy en día la representación de las brujas subsiste como esas mujeres viejas y feas, encorvadas y sucias, con narices aguileñas que tienen pactos con el diablo y usan sus conocimientos para hacer el mal».
Inaugurada el pasado mes de septiembre, ¡Brujas!, que se podrá visitar en la sala de exposiciones de Portalea hasta el próximo 24 de octubre, aborda los asesinatos de mujeres acusadas de brujería entre los siglos XV y XVIII. La exposición, que en primavera visitó la Casa de Cultura Okendo de Donostia, cuenta con más de cuarenta artistas de distintas disciplinas que reflexionan sobre este feminicidio y la huella que todavía perdura en nuestro imaginario. «Nos encontramos ante la historia de nuestro pasado y de nuestro presente, de la persecución sistemática de las mujeres, y de sus elecciones vitales en un sistema patriarcal y capitalista», dicen desde EmPoderArte AIMA en palabras para El Independiente. «Fue uno de los mayores genocidios de todos los tiempos. Las torturas, encarcelamientos, desposesión de bienes y atroces asesinatos de 250.000 mujeres en Europa entre los siglos XV y XVIII principalmente, siguen ser redimidos aún en nuestros días», explican.
Nariguda. Fea. Gorda. Hechicera. La trastornada. Demoníaca. Desdentada. Verrugosa. La que se come a los niños. La joven que seducía y encantaba a los hombres. Todas fueron uno de los nueve millones de mujeres víctimas de un genocidio en Europa y Estados Unidos durante los siglos XVI y XVII, acusadas de brujería. Prácticamente ningún país se escapó a esta obsesión. Tampoco España, donde curanderas, profetas o artesanas desafiantes del orden patriarcal fueron perseguidas, torturadas y víctimas de violencia sexual: «Muchas ejercían el papel de lideresas espirituales y eran ejecutadas en público como una forma más de intimidar a la sociedad. Y las víctimas idóneas eran viudas de mucha edad, ya debilitadas y dependientes del Estado, así como mujeres sin marido, hermanos o hijos que eran acusadas de brujería con más frecuencia para apoderarse de sus propiedades», indican.
La Caza de Brujas en Europa, que coincidió con el fin del feudalismo y la implantación del capitalismo y formación del Estado que pretendía el adoctrinamiento femenino, la disciplina social y reformar la moral eclesiástica, ha sido un tema olvidado en los libros de historia, y tanto es así, que la figura de la bruja se ha convertido en un mito popular de horror, folclore y burla: «Las representaciones de viejas con verrugas, narices grandes, vestidas con harapos, que cocinan pócimas repulsivas, no solamente son imágenes peyorativas de aquellas mujeres que padecieron persecuciones, sino que se minimiza y frivoliza la verdadera razón de las masacres perpetradas contra mujeres para robarles las tierras y las casas, para quedarse con su nicho de conocimiento y su medio de subsistencia (parteras, curanderas), o simplemente por no responder a las necesidades de la élite en el poder, ya que, aconsejando sobre métodos anticonceptivos o abortos y en consecuencia ayudando a las mujeres a tener control de sus propios cuerpos, ponían en riesgo los intereses de capitalismo patriarcal».
Comisariada por Estefanía Ocampos, Esther Garlaza y Sara Beiztegi, Sorginak! - ¡Brujas! presenta al público una selección de la documentación más significativa con extractos de algunos pasajes que ayudan a comprender la dimensión que alcanzó este fenómeno en el ánimo de denunciantes, tribunales y víctimas. La exposición remite además desde la Inquisición establecida en la Edad Media y que dirigió la Iglesia católica romana, hasta nuestros días, en que las brujas, dicen, «son mujeres libres, independientes, solidarias, lesbianas, solteras, casadas, madres, creativas, promiscuas, que controlamos nuestra reproducción, tenemos propiedades, desafiamos la estructura de poder, somos jefas, malhabladas ¡y feministas!».
Las brujas de la historia del arte
Las cazas de brujas han servido a lo largo de la historia del arte para alimentar los lienzos con extraños personajes, escenas siniestras en ambientes de misterio u obscuridad, y un paralelismo entre lo prohibido y lo peligroso. Porque así, avispada por la cultura machista, se representaba a la mujer, naturalmente inclinada a los pecados más nefandos.
Entre los artistas brujeriles más conocidos destacan Frans Francken el Joven, que representa en su obra Asamblea de Brujas, la iconografía tradicional de las hechiceras: calderos, cráneos, murciélagos, fuegos demoníacos etc., o Guido Reni, el renacentista italiano que se creía víctima de hechiceras malintencionadas que lo gafaban: «Me pregunto si alguien podría hechizar las manos de una persona de modo que ya no pudiera manejar el pincel y trabajara mal forzosamente», decía.
También en el arte de Goya la brujería tuvo un importante papel. Entre sus obras destacan El Aquelarre, denominado por la figura de un gran macho cabrío, que bajo la luz de la luna avanza sus patas delanteras para recibir la ofrende de dos brujas. El artista, influido por el caso de las Brujas de Zugarramurdi, donde se quemaros vivas a seis personas para alegría de los más sádicos, se atrevió a criticar a la Iglesia Católica, razón por la que fue denunciado a la Inquisición y retiradas sus obras relacionadas con obispos o frailes.
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