Paco Aguado - EFE
El diestro extremeño Ginés Marín, que le cortó las dos orejas a un toro de Alcurrucén de clase excepcional, salió hoy a hombros al final de la Corrida de la Hispanidad, última de la feria de Otoño de Madrid, en la que también Morante de la Puebla destacó con una nueva leccion de torería.
A pesar de que solo ese ejemplar propició el gran toreo, el cierre de la temporada madrileña resultó un gran espectáculo finalizado con el triunfador del festejo llevado en volandas por una muchedumbre de jóvenes aficionados, esos que no serán precisamente quienes se puedan beneficiar del famoso bono cultural.
La tarde, desde el principio, por temperatura y luz, ya pareció propiciar algo grande, con los alrededores de la plaza abarrotados de un público que luego llenó unos tendidos engalanados con las banderas de los distintos países hispanoamericanos.
Y para abrir boca hubo ya una soberbia actuación de Morante de la Puebla, con el público rugiendo desde que instrumentó, asentadísimo y guiandolos con la cintura, los primeros lances a la verónica, prolongandos también en un deletreado quite y en un ritmado galleo por tapatías para llevar al caballo al mansito que abrió plaza.
Ya con la muleta, entre un inusitado e inmenso silencio de expectación, Morante aguantó con la misma firmenza de plantas, y la misma verdad, las primeras y secas arrancadas de un animal que, aunque reacio, no tuvo más remedio que entregarse, igual que toda la plaza, a la sinceridad del maestro sevillano, que se volcó luego en la estocada para cortar una oreja de mucho peso.
Hasta que salió el sexto, cuando se produjo el triunfo más redondo, se vivieron otros momentos de interés a pesar de la mansa reservonería de los toros de Alcurrucén. Por ejemplo, el esfuerzo de López Simón tras sufrir una aparatosa voltereta cuando abría faena por estatuarios al segundo de la tarde, que le derribó de un golpe con su certero pitón derecho para después buscarle con saña.
Ileso y recuperado del susto, el madrileño puso tesón en un trasteo forzosamente a menos, igual que con el quinto, que no tuvo ni entrega ni clase, como tampoco la tuvo el huido y atrancado manso que impidió a Morante la que, dada la situación, parecía una salida a hombros más que probable.
Por su parte, Ginés Marín también vio como se apagaba el tercero, un animal muy sangrado en varas y que, al menos, le permitió rivalizar con el de la Puebla en un duelo de quites por chicuelinas, mecidas y muy toreadas las del sevillano y de más fibra y ajuste las del extremeño.
Así que desde entonces hasta la salida del sexto las grandes expectativas se mantuvieron latentes, justo cuando, tras mansear y salir suelto en los primeros tercios, el de Alcurrucén, "Secretario" de nombre y de perfectas hechuras, comenzó a desarrollar la profunda clase que apuntó en los capotazos de brega.
Tardó un tanto en aprovecharla Marín, con dos tandas iniciales de atascados derechazos en las que, aunque ligó los pases, se encimó más de la cuenta con el notable ejemplar.
Fue al echarse la muleta a la izquierda y dejarle los vuelos como cebo en el hocico, cuando la faena levantó definitivamente su alto vuelo, con naturales de larguísimo y redondeado trazo -especialmente uno ligado de un cambio de mano- acompasados a la despaciosa y profunda embestida del animal, que pusieron en pie los tendidos.
Hasta tres series con la izquierda de esa guisa, de pases intensos, pero algo más cortas en número de lo que ofrecía el animal, le sirvieron a Marín para justificar las grandes expectativas de un público que pidió masivamente las dos orejas una vez que cayó el gran toro de Alcurrucén.
Apenas pasaron unos minutos hasta que por fin esos jóvenes que, pese a quien pese, garantizan el futuro de este espectáculo, le sacaron a hombros para anunciar la buena nueva por las calles de Madrid.
Ficha del festejo
Seis toros de Alcurrucén, de excelente presentación, con seriedad, cuajo y finas hechuras, aún dentro de cierta desigualdad de volúmenes. En conjunto, corrida de mansedumbre reservona y a la defensiva, con algún toro, como primero y segundo, de mayor duración pero sin la clase suprema en las embestidas del sexto, la única excepción del sexteto.
Morante de la Puebla, de aguamarina y oro: estocada desprendida (oreja); pinchazo, pinchazo hondo y media estocada caída perpendicular (silencio).
López Simón, de azul noche y oro: estocada perpendicular (ovación tras petición de oreja); estocada trasera desprendida y perpendicular (silencio).
Ginés Marín, de violeta y oro: estocada (ovación); estocada desprendida (dos orejas). Salió a hombros.
Entre las cuadrillas, Sánchez Araujo, José Chacón y Jesús Arruga colocaron buenos pares de banderillas.
Noveno y último festejo de la feria de Otoño de Madrid, Corrida de la Hispanidad, con lleno de "no hay billetes", dentro del aforo limitado del cincuenta por ciento (unos 12.000 espectadores)
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