Tenía el futuro rozándole los dedos. Al terminar el verano le esperaba la universidad y una beca para ser escritora pero antes de poder entrar se dio cuenta de que estaba embarazada. A Stephanie Land (Washington, 1978) la vida le cambió en pocos minutos, en los que tardó en darse cuenta de que ya no iba a estar sola, que otra persona dependía ahora de ella.
Tuve que rechazar su plaza, tuvo que pensar cómo iba a hacerlo porque el padre de la que iba a ser su hija no quiso saber demasiado y cuando por fin la tuvo solo vio una salida: ponerse a trabajar en lo que saliese para sacarla adelante.
Land se pasó años y años limpiando casas, estudiando por la noche y viviendo en refugios para gente de bajos ingresos. Con la administración de Estados Unidos más como enemigo que como soporte sobrevivió a base de cupones de comida y jornadas infernales.
Su historia la fue escribiendo en un blog. Contó lo que veía en cada casa que dejaba reluciente, cómo tuvo que salir de una relación de maltrato psicológico, cómo sin una base familiar, si quiebras, caes demasiado al fondo. Consiguió llegar a la universidad, como madre soltera, y consiguió publicar todo aquello que había vivido durante los últimos años.
Criada, que ahora publica la editorial Capitán Swing en castellano, es el libro autobiográfico que salió de unir todas sus experiencias. "Fue capaz de escribir historias reales que no se estaban contando, de estadounidenses mal pagados y con excesos de trabajo; de vivir con cupones para comer; de los programas del gobierno que proporcionan vivienda, pero que acaban siendo casas de transición; de los distantes funcionarios que la llamaban afortunada por recibir ayudas públicas. Escribió para recordar su lucha y para acabar con los estigmas profundamente arraigados a los trabajadores pobres", explican desde la editorial.
Ahora Netflix ha llevado este libro a la pequeña pantalla. La asistenta, protagonizada por Margaret Qualley, ha tardado menos dos semanas en convertirse en una de las series más vistas en la plataforma, y aunque lejos de la audiencia de El juego del calamar, en una de las más comentadas. No por el final feliz sino por una trama en la que el abuso psicológico, el desamparo institucional, el desarraigo familiar y la maternidad en solitario asumen el papel protagonista.
"Mis padres se divorciaron cuando yo era joven y mi madre se mudó a un apartamento la primavera en la que mi hermano, Tyler, terminó el bachillerato. A finales de noviembre, ya había adelgazado hasta la mitad de su talla anterior y se había dejado crecer el pelo. Fuimos paseando hasta un bar y allí la vi besar a hombres de mi edad y caer redonda, más tarde, en un restaurante. En ese momento sentí vergüenza pero luego sólo sentí pérdida", escribe sobre la relación con sus padres.
También habla de la dificultad de criar a una hija sola al tener que huir de una pareja agresiva. "Jamie me fulminó con la mirada cuando le dije que quería irme con Mia a vivir a otra casa. La niña solo tenía siete meses, pero ya había presenciado demasiado a menudo sus estallidos de rabia, los insultos y los destrozos que me tenían traumatizada", narra y añade que tras su reacción, pegando a las paredes, llamó al teléfono de violencia machista.
"Apenas conseguí explicarles lo ocurrido antes de que Jaime empezara a telefonear insistentemente. Me aconsejaron que colgara y llamara a la policía", cuenta.
Consiguió salir de allí, consiguió dejar atrás a Jaime e irse con Mia pero pasó años y años de centro en centro y de cupón en cupón. "Si estás dispuesta a agacharte las veces que haga falta para limpiar un baño al final consigues trabajo", escribe. Al final consiguió empezar a publicar pequeños textos, a enviar algún que otro relato y a lanzar en 2019 su Criada, que había escrito en 2012, llegando a ser el número 3 de la lista de los más vendidos elaborada por The New York Times.
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