“Los árabes robaron el dinero y compraron esclavos a uno de los sultanes salvajes de las inmediaciones e hicieron que aquellos trabajasen en los campos y les construyesen casas cómodas. Así es como fue creciendo esta ciudad”, escribe Abdulrazak Gurnah en Paraíso. El flamante premio Nobel de Literatura, inesperado incluso para él, ha elegido la feria internacional del libro de Sharjah, en Emiratos Árabes Unidos, para conversar al fin de su escritura, jalonada de migraciones, pérdidas y renuncias.
Gurnah -con una decena de títulos con el trasfondo del poscolonialismo, ninguno de ellos disponible aún en español- se halla en tránsito, inmerso en su propia mudanza interior. Tratando aún de asimilar la llamada telefónica de la academia sueca. “Cuando recibí la llamada pensé que se trataba de una broma. Me lo dijeron muy educadamente. Había otros escritores africanos que habían sonado durante años y se lo merecían más que yo”, reconoce el novelista tanzano, afincado desde finales de la década de 1960 en Reino Unido. Gurnah abandonó la isla de Zanzíbar tras la independencia del dominio colonial británico y en plena persecución de los ciudadanos árabes del régimen de Abeid Karume.
Cuando recibí la llamada de los Nobel pensé que se trataba de una broma
“En aquel tiempo, con 18 años, ni siquiera creo que pudiera llamarme refugiado. No había sufrido cárcel. Simplemente tomé un avión y me fui. No fue un asunto de vida o muerte. Quería sentirme satisfecho, pleno. No habría perdido la vida, si me hubiese quedado pero sí hubiera supuesto no poder estudiar o vivir bajo un Estado autoritario. Yo quería algo mejor, incluso si eso significaba encontrarme satisfecho en otro lugar”, relata Gurnah en una de las primeras entrevistas concedidas tras el anuncio de la concesión del Nobel de Literatura. Su novela Paraíso -que relata las vivencias de Yusuf, un niño esclavo del África oriental musulmana, en vísperas de la Primera Guerra Mundial- llegará a las librerías españolas el próximo 2 de diciembre bajo el sello Salamandra (Penguin Random House).
Reservado y escéptico
Su total desconocimiento entre los lectores españoles -tres de sus obras fueron publicadas hace años en dos editoriales que terminaron desapareciendo- levanta acta de una singladura errante, repleta de percances similares. Gurnah, profesor jubilado de literatura inglesa y postcolonial de la universidad inglesa de Kent (Canterbury), no ha olvidado que durante más de una década el manuscrito de su primera obra, Recuerdos de la partida, penó por editoriales y agentes británicos. “Mi trabajo siempre acababa en una montaña de novelas. Imagino que, tras meses sobre una mesa, encargaban su lectura al benjamín de la editorial. Yo siempre recibía el mismo mensaje: 'Gracias pero creemos que no encaja'”, narra.
Aquella cadena de negativas de editores, que se extendió durante doce años, me llevó a pensar: 'quizás no soy bueno'
Su andanza parecía condenada al fracaso antes siquiera de pasar por imprenta. “Aquella cadena de negativas de editores, que se extendió durante doce años, me llevó a pensar: 'quizás no soy bueno'. Me planteé dejar de escribir”, admite Gurnah. “Me llevó mucho tiempo ver mi primera historia publicada porque estaba aprendiendo y porque, además, estaba haciendo otras cosas. Trabajaba y preparaba mi tesis doctoral. Aquello, en cualquier caso, me enseñó a escribir”. El milagro se obró en el tiempo de descuento. “Me hablaron de un editor y le envié el texto como última oportunidad. Si lo rechazaba, me dije de dejarlo pero la respuesta resultó positiva”, desliza.
Y de aquella incredulidad inicial a la actual, la que nació a principios de octubre al descolgar el teléfono. Gurnah es un escritor que en las distancias cortas se proyecta reservado y escéptico, muy crítico con los medios de comunicación y su papel en la propagación del racismo. Y ahora que se sabe observado y vigilado rehúye cualquier exposición excesiva. Apenas ha hablado desde octubre y su cuenta de Twitter, que reunía a unos cientos de seguidores hasta el galardón, se desvaneció poco después, cuando concitó la atención de miles de curiosos. “No sabía que era tan bueno”, replica con discreta sorna. “Tardé unos minutos en reaccionar a la noticia y ser consciente de que había resultado premiado”.
Entonces le inundaron una cascada de solicitudes de entrevistas y mensajes. “Los primeros en contactarme fueron periodistas y fotógrafos. Lo mejor de haber ganado el Nobel ha sido ver la felicidad he llevado a tanta gente y que me han demostrado en correos, llamadas y comentarios. Y no hablo solo de gente que conozco o me conoce sino de las celebraciones que ha habido en un sitio u otro. Es algo que me hace realmente feliz”, señala. Gurnah es plenamente consciente de que se impuso a candidatos como el keniano Ngugi Wa Thiong'o, la nigeriana Chimamanda Adichie, Maryse Condé (Guadalupe) o Jamaica Kincaid (Antigua).
A sus 73 años, el tanzano transmite serenidad. La que buscan sus personajes en la tempestad de vidas zarandeadas por el exilio o el trauma de la esclavitud. Entre sus títulos, figuran By the Sea, un relato épico en el que dos refugiados de Zanzíbar se encuentran en una pequeña ciudad costera de Inglaterra; Afterlives, publicado el año pasado, una novela que arroja luz a la violencia y el racismo del colonialismo alemán a partir de un niño raptado por las tropas germanas; o Desertion, a propósito del amor y las contradicciones durante los últimos años del colonialismo. La academia sueca ha destacado de su obra “su conmovedora descripción de los efectos del colonialismo y la historia de los refugiados en el abismo entre culturas y continentes”.
Ficción para hablar de los olvidados
“Mi propósito es hablar con la mayor claridad y verdad posibles para que sean sentidos del modo correcto. Puedo oír en mi cabeza si la redacción es incorrecta”, explica Gurnah. “Escribo con la intención de ser sincero con la idea que quiero transmitir y hacerlo, además, de un modo hermoso”, arguye el escritor. Su búsqueda de lo verdadero, insiste, consiste en “ser preciso con las experiencias que tratas de explorar”. “Me interesa cómo vive la gente que ha sido desplazada de sus hogares. Es también parte de mi experiencia vital. Sé lo que es estar lejos del lugar donde naciste aunque los lugares viven en tu imaginación y en tus recuerdos y se puede vivir en dos lugares a la vez, en la realidad física y en la de la mente, que es también realidad”, esboza.
Los lugares viven en tu imaginación y en tus recuerdos y se puede vivir en dos lugares a la vez, en la realidad física y en la de la mente
El escritor errante responde escuetamente a la pregunta de dónde proceden sus ideas, el material a partir del que forja sus novelas. “Del aire”, zanja. “Procedo de una pequeña isla emplazada en un rincón del continente africano que fue parte de una ola de rutas culturales e históricas entre Occidente y Oriente. Para mi el viaje resulta ubicuo. Está en todas partes y pertenece a mi propia biografía. Recuerdo que, cuando era niño, veía el mar desde la ventana. El mar siempre estaba allí”. Una presencia que incluía el tránsito de pasajeros, de marineros y náufragos. De vidas y también historias susceptibles de ser contadas.
Gurnah admite que su motivación para escribir brota de su tentativa de tender puentes sobre "el vacío que separa la narrativa popular de los solicitantes de asilo en Occidente y las historias silenciadas" que arrastran los desplazados. “Una de mis historias surgió de una noticia real. Hace ya algunos años en Afganistán, antes de los talibanes, un vuelo fue secuestrado y desviado desde Kabul hasta Inglaterra. El grupo que había abordado el aparato pidió asilo. Los pasajeros fueron desembarcados y al día siguiente fueron ellos mismos, los que habían sido los rehenes, los que pidieron asilo”.
Contra un racismo que crece
La pluma que ha acercado el dolor de los perdedores denuncia que “hoy existen millones de personas en esa situación”. “Siempre hay muchas razones que empujan a emigrar”, esgrime. “Y la serie de reacciones que hoy vemos hacia ellos en la población europea es racismo. No es una excepción. Australia, por ejemplo, es un estado con décadas de políticas racistas. No me sorprende cómo Australia responde pero sí como Europa ha cambiado. Parece que las cosas eran mejores para los que llegamos en la década de 1960”, dice convencido de que la sociedad “responde con cierto nivel de hostilidad porque carece del conocimiento real para decir que no es cierto”. “Solo se escucha la voz de la prensa hostil y la ficción literaria puede llenar ese vacío. La inmigración ha sido durante siglos un fenómeno global”.
Parece que las cosas eran mejores para los que llegamos a Europa en la década de 1960
Gurnah asegura desconocer los motivos por las que le fue concedido el Nobel, dotado con 10 millones de coronas suecas (980.000 euros). “No lo sé. Lo que sí creo es que lo que ha cambiado en los últimos años es que las principales editoriales de Reino Unido y Estados Unidos han comenzado a publicar más títulos de escritores africanos. Es un éxito de la gente”, subraya.
El tanzano que jamás fue traducido al suajili -“Entiendo que a ninguna editorial le ha interesado”, indica sin más explicación- reconoce haber vivido su exilio en un pueblo británico al que no llegó la multiculturalidad. “He vivido siempre en un pueblo pequeño que no era multicultural. Hoy tal vez lo es más. Fui consciente de manera distante de los movimientos que denunciaban el tratamiento a los africanos y otras comunidades en Reino Unido, en paralelo a lo que sucedía en Sudáfrica”, comenta.
Gurnah avanza que trabaja en otra novela, la primera tras el galardón que recibirá el próximo 10 de diciembre en Estocolmo en una ceremonia huérfana de banquete por exigencias sanitarias. “La estoy preparando sí pero me llevará tiempo encontrar un tiempo y un espacio para escribir”, aventura. “Escribir es un tipo de actividad que precisa de una idea, una elaboración, un pensamiento y una organización. Tomo muchas notas, incluso durante años, sobre el tema que tratará o cómo va a empezar. En algún momento, sin embargo, mi escritura toma la forma de un borrador”, concluye.
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