'La Lola' era hermana, musa y 'Terremotica', y aunque sin ser artista encontró su gusto por las formas, ella pintaba, con lápices de colores sobre papel verjurado, sin la intención de retratar más allá de la observación inmediata de objetos caseros y «por gusto». Porque sus pinceladas iban a la sombra de las de su hermano, que la pintó hasta en 66 ocasiones y la convirtió en 'su primera mujer', y en la protagonista absoluta, sin saberlo, de la nueva exposición del Museo Picasso de Barcelona, Lola Ruíz Picasso, un homenaje a la hermana del artista que reúne 37 retratos, una amplia documentación que incluye fotos de la familia, cartas -la mayoría inéditas-, y hasta dibujos de juventud realizados por la propia: «Hace mucho tiempo que no nos mandas retratos tuyos, veremos si pronto mandas algunos y vemos lo resalado que estás, porque yo creo que aunque haya guerra estarás guapito como siempre», escribía Lola a su hermano entonces instalado en la parisina rue Schoelcher, a principios de 1915, en una de las cartas expuestas.
María Dolores Ruiz Picasso nació en 1884 en la ciudad de Málaga, tres años después que el artista, de quien pronto se convirtió en una de las principales modelos durante su formación y en la máxima guardiana de «su tesoro». Y es que cuando en 1904 Picasso dejó Barcelona para instalarse definitivamente en París y convertirse en uno de los artistas más importantes e influyentes de todo el siglo XX, sus obras de infancia y juventud quedaron bajo la custodia de su familia en los sucesivos domicilios barceloneses; en la calle de la Mercè, primero, en el paseo Colón, después, y posteriormente en el Paseo de Gracia. Lola tomó el relevo como «guardiana» y responsable del cuidado de las obras de su hermano tras la muerte de doña María, madre del genio del cubismo en 1938, y hasta la suya propia en 1958, cuando fueron entonces sus hijos, los hermanos Vilató Ruiz, quienes continuaron con la labor de salvaguardia y conservación de la obra, hasta la donación del propio Picasso a la ciudad de Barcelona en 1970, en la que le legaban a la ciudad 236 óleos, 1.149 dibujos, 17 cuadernos de dibujo o 4 libros de texto con más dibujos y notas, así como 40 obras de otros artistas: «La entrega de las obras de juventud de Pablo Picasso a Barcelona supuso la confirmación de esta como 'ciudad picassiana' por voluntad del artista. Lola fue la guardiana de las obras de Picasso, puesto que cuando este partió a París, dejó cuadros, dibujos y cuadernos en Barcelona, que primero custodió su madre, doña María, y luego, fue ella quien lo hizo. En Lola Ruiz Picasso se pueden ver desde su partida de nacimiento, al primer dibujo de ella que hizo su hermano, fechado el 1 de diciembre de 1894, así como diez cuadros firmados por la propia Lola, correspondencia inédita y diversas fotografías familiares nunca antes mostradas al público», señala el director de la Institución Emmanuel Guigon, cocomisario junto a Manlén Gual, de la exposición.
Inaugurada el pasado viernes, la muestra sirve de colofón a las conmemoraciones con motivo del cincuenta aniversario de la constitución del Museo Picasso en la ciudad condal y refleja, no solo a Lola como protagonista absoluta de las composiciones de Picasso, sino como campo de pruebas de toda su experimentación como artista; desde un cuadro con ecos modernistas que recuerdan al célebre Ramon Casas, hasta las normas más conservadoras de la composición académica, o su afán por pintar figuras cada vez más simples o rozando lo abstracto: «Con la muestra Lola Ruiz Picasso, culminamos un año de conmemoraciones que nos ha permitido reivindicar la esencia de nuestra colección y recordar la voluntad personal de Picasso de dejar un legado tan importante a Barcelona» asevera Guigon, que añade: «Todos (la familia) compartieron con entusiasmo la idea de su tío de convertir la ciudad condal en la receptora de las obras conservadas en el domicilio familiar. Su honestidad en el cuidado de la producción artística de Pablo es digna de elogio, y más teniendo en cuenta que tuvo lugar durante el período comprendido entre la Guerra Civil y los últimos años de la dictadura franquista».
Correspondencia desde París
Pero la exposición también presenta una importante correspondencia inédita entre Picasso y sus padres, que permanecieron en Barcelona: «No se pueden figurar el dinero que llevo gastado en telas y colores. Ya tengo al menos 20 cuadros hechos para la exposición y como ya saben VM lo que gasto yo el color en todos los días de colores totalmente lo menos se va 10 o 12 francos», escribía Picasso.
Esta correspondencia puede permitir a los investigadores ahondar en la figura real de Picasso, opina el nieto de Lola, Xavier Vilató, porque las cartas son «la palabra, son la voz de la gente, lo más tangible que hay». Además, el mismo, tras la inauguración de la exposición, ha anunciado que en los próximos meses la familia tiene previsto depositar en el museo «gran parte» de la correspondencia del pintor para su divulgación y estudio, además de textos de prensa para que el centro sea «fuente principal» de documentación de la figura de Pablo Picasso.
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