Fue construida hace tres milenios y durante siglos permaneció sepultada bajo cientos de viviendas y edificios, entre ellos, dos iglesias. A lo largo de 2.700 metros la avenida, flanqueada por más de un millar de esfinges, enlazaba los templos faraónicos de Karnak y Luxor. Un recorrido mágico que, tras décadas de trabajos arqueológicos, Egipto ha inaugurado este jueves rodeado de la fanfarria habitual.
A media tarde -con las primeras luces de la noche cayendo sobre Luxor, a 600 kilómetros al sur de El Cairo- la avenida de las esfinges ha resucitado la Opet, el festival anual que durante siglos festejó la fertilidad y las crecidas del Nilo en el Antiguo Egipto. Como entonces, la procesión de una barca ceremonial ha efectuado la ruta entre ambos templos rindiendo culto a Amón-Ra, la deidad suprema, su esposa Mut y su hijo Khonsu, al ritmo de música y bailes. Al fondo, la inmensidad del río y el fulgor de las tumbas repartidas por la colina de la orilla occidental.
“Es un día histórico”, reconoce el mediático egiptólogo Zahi Hawass en conversación con El Independiente. “Es la presentación al mundo de una ceremonia que se asemeja a la que se llevó a cabo durante las dinastías XVIII, XIX y XX durante un número de días que fue variando y creciendo. Era un festival con muchas flores, canciones y danzas que reivindicaba la fertilidad”, relata el incombustible Hawass.
Desenterrar la avenida de las esfinges, la mayor ruta sagrada construida en la antigüedad, ha sido una proeza plagada de contratiempos y obstáculos. La vía, con unos 250 metros de anchura, está cortejada por una doble fila de esfinges con cuerpo de león y cabeza humana o de carnero, símbolo de Amón-Ra. Su construcción en los confines de la antigua Tebas fue iniciada por Amenhotep III (1372-1410 a. C) pero no concluyó hasta siglos después, durante el reinado de Nectanebo I (380-362 a.C.). Luego, milenios de olvido la sepultaron bajo capas de arena.
Durante años trabajaron mil obreros, 30 arqueólogos y otros tantos restauradores. Hubo un enorme trabajo arqueológico detrás. Hoy luce como un gran museo al aire libre
ZAHI HAWASS, EX MINISTRO DE ANTIGÜEDADES DE EGIPTO
La desmemoria, que borró cualquier rastro de la avenida, se prolongó durante casi dos milenios. El primer vestigio fue hallado en 1949 por el arqueólogo local Mohamed Zakaria Ghoneim en forma de ocho efigies en las proximidades del templo de Luxor. En las décadas siguientes, entre 1958 y 1964, en una misión detectivesca, recuperaron el hálito 72 estatuas en un perímetro de 250 metros.
Aquellas piezas demostraron más tarde que eran apenas las primeras de un puzzle que solo ahora se ha logrado encajar. La ruta entre ambos templos, joyas del legado faraónico, cruzaba céntricos barrios de la ciudad que habían borrado cualquier señal. Su itinerario se logró identificar entre 1984 y 2000. La hazaña posterior dejó a cientos de familias sin el que había sido su techo durante generaciones. Manduh, un cuarentón que recuerda su infancia en las cercanías del templo de Karnak, reconoce que el cambio se volvió inevitable.
“Hemos perdido la casa familiar, pero nos entregaron como compensación un millón de libras egipcias (unos 56.000 euros)”, comenta Manduh. “La vieja casa que estaba en el paso entre los dos templos desapareció bajo las excavadoras, pero no hubo nada que hacer”, dice resignado.
Un reguero de demoliciones
Al principio de las demoliciones, que comenzaron en 2010, los vecinos plantaron cara a las intenciones gubernamentales que el propio Hosni Mubarak trató de acelerar. Sin embargo, el proyecto -paralizado durante los años más convulsos de la última década, en mitad de la turbulencia política que sucedió al derrocamiento del dictador- se reanudó en 2017. Los últimos escollos, una iglesia evangélica con un siglo de antigüedad, terminó desapareciendo y dejando expedito el camino entre palmeras.
“Entre 2005 y 2011, siendo yo ministro, logramos limpiar 2.400 metros de la avenida. Los 300 restantes fueron completados a partir de 2017. Es uno de los proyectos arqueológicos más importantes del siglo XXI”, presume Hawass. “Una iniciativa que desde su hallazgo ha estado siempre en manos egipcias”, desliza con el nacionalismo que ha contagiado cualquier campo en la tierra de los faraones.
Las cifras que maneja Hawass levantan acta de la odisea firmada para recuperar la arteria y su viejo esplendor. “Ha sido duro. Durante años trabajaron mil obreros, 30 arqueólogos y otros tantos restauradores. Hubo un enorme trabajo arqueológico detrás. Hoy luce como un gran museo al aire libre”, subraya el egiptólogo más reconocido del país árabe, capaz de despertar a partes iguales adhesiones y rechazos.
La resurrección ha permitido recuperar las 1.057 estatuas que una vez jalonaron la avenida. “No todas están en buen estado de conservación. De hecho, las estatuas completas se concentran en unos 300 metros. En el resto hay fragmentos, de cabezas o patas. Pero sí podemos decir que la avenida está completa de figuras”, asevera Hawass.
La ceremonia que este jueves ha servido para presentar en sociedad a la avenida imita al desfile de 22 momias que el pasado abril se celebró en El Cairo, con el traslado de los ataúdes reales desde el Museo Egipcio de la céntrica plaza de Tahrir al Museo Nacional de la Civilización, un nuevo centro que se ubica en el sur de la ciudad.
Una exhibición que, con concierto incluido, persigue recuperar el turismo que huyó tras el inicio de la pandemia y que se muestra reacio a regresar. En Egipto, con más de 100 millones de habitantes, la población vacunada del Covid-19 con pauta completa apenas supera el 13 por ciento del total. “Queremos lanzar nuestro mensaje al mundo. Que Egipto preserva un patrimonio que pertenece a la humanidad, y que es un país seguro al que se puede regresar”, subraya Hawass.
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