Aparecieron entre las osamentas de tres difuntos. Iban asidas a su dentadura y tenían la forma de unas lenguas de oro. Un accesorio de exquisito acabado que fue colocado durante su entierro, hace dos milenios, a modo de amuleto. Es el último hallazgo de una de las misiones arqueológicas españolas con más solera de las que excavan en la tierra siempre impredecible de Egipto.

El oro representa la carne de los dioses

Esther Pons, CODIRECTORA DE LA EXCAVACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA


“Es un ritual de protección del difunto muy característico de la necrópolis romana de Oxirrinco”, relata a El Independiente Esther Pons, codirectora junto a Maite Mascort de la expedición de la Universidad de Barcelona que desde 1992 excava el yacimiento de Oxirrinco, en la provincia egipcia de Minya, a unos 190 kilómetros al sur de El Cairo.


Las lenguas es uno de los principales descubrimientos de una campaña que concluye este viernes, tras un mes de trabajos arqueológicos. “El oro representa la carne de los dioses, por su inalterabilidad. Es una forma de hacer que el cuerpo, de manera simbólica, no se corrompa”, subraya la arqueóloga. Las piezas corresponden a época romana y se unen a otros hallazgos similares firmados en el pasado. Dos pertenecen a adultos, y la otra a un niño de 3 años.

“Hallar láminas de oro en forma de lengua es un descubrimiento escaso en Egipto, por lo que hay pocos paralelos y estudios. Afortunadamente en Oxirrinco ya hemos encontrado unas 15 a lo largo de varias campañas”, comenta Pons. Una fortuna que se une a la localización durante el último mes de cinco criptas bizantinas construidas con bóvedas de cañón realizadas en adobe.


En sus entrañas se han hallado numerosas sepulturas junto a tres tumbas de personas que fueron momificadas en época romana. Una ubicación en la que han sido descubiertas las lenguas de oro que arrojan nueva luz al yacimiento y que sobrevivieron a la avidez de los cazatesoros. Bajo una de estas tumbas romanas se ha hallado una estructura funeraria de época persa, uno de los últimos instantes de la civilización faraónica, bautizada así porque la corte del monarca se estableció en la localidad de Sais, ubicada en el delta del Nilo. El equipo también se ha topado con dos tumbas de época Saíta (664-525 a.C.).

Una de las tumbas halladas en esta campaña.

Una tumba sellada

Sarcófago localizado en el yacimiento de Oxirrinco

La que más ha suscitado la sorpresa de la expedición es la que permanecía hasta ahora cerrada y sellada. “El hecho de haber encontrado una tumba cerrada es muy importante, porque no es fácil encontrar tumbas así en Egipto. Era corriente en la antigüedad saquearlas en busca de objetos o materiales valiosos como puede ser el oro”, arguye Pons.


“La tumba cerrada nos permite ver cómo enterraban y cómo colocaban los diferentes objetos que formaban parte del ajuar funerario, puesto que desde que fue enterrado nadie había entrado hasta ahora. Todo lo que hemos visto dispuesto en la tumba es tal cual lo depositaron en su momento los antiguos egipcios cuando enterraron al difunto”.


Un lugar de descanso congelado en el tiempo del que han emergido un sarcófago antropomorfo masculino con un individuo momificado en su interior y provisto de una variopinta colección de amuletos (udyats, escarabeos, una figura del dios Horus, tallos de papiro, varias dobles plumas, p corazones), y numerosos canutillos y cuentas de fayenza pertenecientes a la malla funeraria que lo cubría.

Es un hallazgo excepcional de un periodo muy importante de la etapa faraónica

Esther Pons, CODIRECTORA DE LA EXCAVACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA


El difundo conservaba todo el ajuar funerario, compuesto de los cuatro vasos canopes epigráficos con las vísceras momificadas en su interior, un total 399 ushebtis de fayenza (figurillas funerarias colocadas en las tumbas del Antiguo Egipto con la creencia de que sus espíritus trabajarían para el difunto en la otra vida), y una jarra de cerámica con restos de vendas. “Es un hallazgo excepcional de un periodo muy importante de la etapa faraónica”, apunta la arqueóloga.

Vista aérea del Sector 36 con las tumbas descubiertas la pasada campaña

Una expedición que suma tesoros

Una profusión de objetos que contrasta con la otra tumba, abierta ya en la antigüedad. “En su interior había un sarcófago de piedra antropomorfo femenino, cuya tapa se encontraba algo desplazada y en su interior se hallaron gran cantidad de canutillos y cuentas de fayenza (cerámica con un acabado vítreo) pertenecientes a la malla funeraria que cubría a la difunta, así como un amuleto de piedra de un reposa-cabeza de una excelente calidad”, comenta Pons.


El proyecto, uno de los más veteranos de la egiptología española, está respaldado por el Ministerio de Cultura y Deporte, el Instituto de Próximo Oriente Antiguo (IPOA) de la Universidad de Barcelona, la Fundación Palarq y la Societat Catalana d’Egiptologia. Horada en un páramo con historia. Oxirrinco, hoy acosado por el crecimiento del municipio anejo de El Bahnasa, fue un próspero cruce de caminos para los comerciantes que se dirigían hacia los oasis del desierto occidental y en su geografía emergieron tumbas familiares de los gobernadores-sacerdotes del enclave.

Colección de ushebtis.

Las ruinas de Oxirrinco fueron descubiertas por Vivant Denon, uno de los intelectuales que acompañaron a Napoleón Bonaparte en su expedición a Egipto a principios del siglo XIX. Las excavaciones posteriores desenterraron miles de papiros que aún se estudian en Reino Unido.

En 2012 la misión española firmó uno de sus descubrimientos más fascinantes: un enterramiento ritual de miles de peces de río, asociado a la diosa Tueris, divinidad principal de la ciudad en época ptolemaica-romana. “Nos encontramos con una ofrenda de 50.000 peces oxirrincos, dispuestos unos encima de otros y más de la mitad pseudomomificados. Es una ofrenda que jamás se ha encontrado en Egipto. Es un caso único. Tuvimos que ponernos en contacto con el mayor especialista, que vino a la excavación y nunca pensó encontrar lo que encontramos”, concluye Pons.