Año 1915, una cabaña a 2.760 metros de altura, miles de soldados alpinos y una guerra que cubría de blanco las Dolomitas. La Primera Guerra Mundial se debatía entre el Imperio alemán, Austria-Hungría e Italia. Esta última experimentó el primer invierno de la guerra. El frente italiano poseía peculiaridades desconocidas, compuesto casi en su totalidad por montañas, con la excepción del río Isonzo. Una lenta pero trágica masacre que congelaba los Alpes en un combate por la supervivencia que sucedió en la mayor batalla conocida como la Gran Guerra.
Guerra blanca es el nombre que se le dio a la lucha entre los soldados italianos y los austro-húngaros por las condiciones climáticas y territoriales extremas en la alta montaña en la que un enemigo capcioso, la muerte blanca por hipotermia, se insertó en la disputa entre los dos ejércitos. Con este estallido se creó un frente de montaña tan amplio como inmóvil que se extendía desde el paso de Stelvio, a través de los Alpes orientales, descendiendo por el valle del río Adigio hasta tocar las estribaciones de los Alpes para volver a subir a lo largo de las Dolomitas, Comelico y los Alpes Cárnicos.
Esta guerra gélida llevó a las soldados al límite, obligándoles a cavar trincheras y refugios en las rocas, escalar montañas transportando material de guerra y piezas de artillería y a combatir entre rocas y glaciares con medios inadecuados y temperaturas bajo cero a más de 2.000 metros de altitud.
Monte Cristallo, el refugio más conocido, apto para visitas
El increíble refugio de Monte Cristallo -considerado el pico más alto de la montaña de las Dolomitas italianas- se construyó dentro de una de las cumbres del macizo, con paredes de ladrillo, techo inclinado, dos portales y cuatro ventanas enmarcadas en madera, algunas cerradas.
Los soldados enfrentados tras la declaración de guerra de Italia a Autsria-Hungría un 23 de mayo de 1915 construyeron los refugios utilizando escaleras de cuerda y teleféricos para acceder a los lugares de difícil acceso y protegerse de las furiosas batallas.
Ahora, quienes viajen por la Vía Ferrata Ivano Dibona encontrarán el refugio en el camino. La vía es también conocida como “camino de hierro”, una ruta que comprende escaleras de acero, peldaños y cables construidos en la roca para ayudar a los escaladores a atravesar de la manera más segura posible las zonas más arriesgadas de la montaña.
La Vía Ferrata comienza en Cortina d’Ampezzo, una estación de esquí y una ciudad en el río Boite. El sendero exige un alto nivel de forma física, según Cortina Dolomiti, que agrega que Monte Cristallo “aún conserva las huellas dejadas por la Gran Guerra”. En el camino de las Dolomitas, se pueden encontrar varios refugios de guerra que fueron declarados en 2009 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
El deshielo descubre las reliquias de la Guerra Blanca
Tras el abandono de la montaña por parte del ejército italiano en 1918 tras terminar el conflicto, la entrada de agua por el techo provocó que en el interior de los refugios se crearan enormes bloques de hielo que condenaron al olvido las guaridas. Sin embargo, la aceleración del cambio climático y sus efectos adversos han desvelado una importante colección de municiones que hacen muestra de las duras condiciones a las que se enfrentaban los hombres italianos en un lugar que nunca se consideró como campo de batalla.
100 años después del enfrentamiento, un grupo de expertos italianos ha podido estudiar sus reliquias situadas en el monte Scorluzzo. Camas, sillas, linternas, postales, monedas, huesos de animales, cartas de familiares, son algunos de los objetos que se han encontrado. "Es como una máquina del tiempo. Hemos encontrado en condiciones perfectas más de 300 objetos que pertenecían a una veintena de soldados", explicaba el profesor de la Universidad de Bérgamo, Stefano Morosini, coordinador de proyectos de patrimonio cultural del Parque Nacional del Stelvio en mayo de este mismo año cuando se hicieron los descubrimientos.
Esta guerra, según el historiador, nunca se debió combatir en el lugar, pero su situación en las montañas fue clave gracias a su posición en la frontera, lo que llevó a un "experimento extraordinario, hasta el momento imposible de hacer". Los austríacos, al igual que los italianos, construyeron sus propias guaridas, formando una ciudadela bajo el hielo que albergaba a los cientos de soldados, con salidas de humo, conductos de aire, cocinas, habitaciones e incluso salas recreativas.
Los efectos del cambio climático han hecho visibles los recuerdos de los austríacos en las barracas que fueron impenetrables durante décadas por el hielo. Los técnicos los están restaurando y se expondrán el año que viene en la comuna italiana de Bormio.
Galería de la Guerra Blanca
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